Los célticos recuperan la sonrisa

La Voz VIGO

GRADA DE RÍO

Oscar Vázquez

Los titulares estuvieron sobre el césped media hora en una sesión distendida tras el triunfo del sábado

01 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Escribá habló el sábado tras el partido de disfrutar de la victoria, pero también de bajar las pulsaciones y centrarse en lo que falta. «Queda mucho por sufrir», recordó el entrenador del Celta en plena euforia. Porque el triunfo llegó justo en una semana en la que el calendario da menos tregua de lo habitual y de ahí que no hubiera tiempo para el descanso.

No habían dado siquiera las 11.30, hora a la que estaba previsto el inicio de la sesión, cuando Pione Sisto se convertía en el primero en asomar por el campo del primer equipo en A Madroa. Detrás irían saliendo a cuentagotas sus compañeros. El más rezagado, un Iago Aspas que recibió los aplausos del puñado de aficionados que se congregaron en las instalaciones deportivas de Candeán.

La sesión comenzó con una breve charla por parte de Escribá que no pasó de los cinco minutos. Enseguida la plantilla se puso a correr y se pudo ver a los futbolistas sonrientes, entre bromas y con gestos de complicidad. Luego realizaron estiramientos y ejercicios de balón hasta que transcurrida poco más de media hora desde que habían comenzado, los titulares del duelo frente al Vilarreal se retiraron a vestuarios. Todos menos Brais Méndez y Hugo Mallo, que se quedaron primero charlando con el doctor Cota y después como espectadores de excepción del partidillo que disputaban sus compañeros.

Un buen puñado de niños presenciaban la sesión y pedían el saludo de los jugadores. Fue el caso de Pione Sisto y de Fran Beltrán, que les respondieron con gestos cómplices. Algunas familias aprovechaban que tenían a uno de sus niños en alguno de los tres partidos que se disputaban simultáneamente en A Madroa para echar un vistazo.

Y cuando Maxi se marchaba, un grupo de pequeños se acercaron a él. «¡Vaya remontada, Maxi! ¡Vaya golazo marcaste!», le decía uno de ellos con admiración. «¿Viste?», respondía el uruguayo mientras chocaba la mano a todos ellos. A la entrada, más chavales esperaban para fotografiarse y conseguir autógrafos. Una mañana de calma en A Madroa antes de la próxima batalla.