Un futbolista sin igual en la historia del Celta

Patxi Salinas VIGO

GRADA DE RÍO

M.MORALEJO

07 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Iago Aspas es incomparable con cualquier otro jugador de la historia del Celta que yo haya podido conocer. Ha habido muchos nombres importantes que han destacado: unos por su calidad como Mostovoi, por su profesionalidad como Mazinho, por su carisma como Gudelj, por su personalidad como Vicente, grandes figuras como Manolo o Juan Fernández... Unos podían destacar en unas cosas y otros en otras, pero es que Iago lo tiene todo. Está por encima de cualquier otro, lo tiene todo para ser el tío más grande que ha pasado por la historia del club.

Aspas es un lujo, el jugador que cualquiera querría tener en su equipo. Es un líder que engloba todo: es buen pasador, finalizador, goleador. Y además de eso es humilde, cercano y carismático, el prototipo de futbolista que cualquiera elegiría. Si yo supiera que el halago le debilita, no diría estas cosas de él, pero sé que no es así. Había quien temía cómo le pudiera afectar la presión. Pero Iago es de esos jugadores que se crecen en la adversidad. Y el primero que se iba a exigir hacer todo lo posible por salvar al equipo era él.

Ya comenté en Twitter que se merece más que un monumento. Debería estar en el Himno de por vida, donde dice "afouteza" debería decir Aspas. Cuando me preguntaban qué haría cuando se lesionó, mi respuesta era que lloraría. Y ni que hubiera sacado la bola de cristal. Y eso que entonces sabía que su baja se iba a notar, pero no imaginaba que tanto, que nos íbamos a Segunda sin él, que hace mejores a sus compañeros. Es un tipo que debe estar siempre aunque sea con muletas porque tira del resto.

Sus lágrimas después del partido del Villarreal lo dicen todo. Eso no se puede fingir y ese llanto solo puede ser de una persona que lleva dentro al equipo, de sentimiento, de compromiso. Sin él en el campo, ese partido no lo levantas ni jugando veinte días. Pero aparece él con la falta, alza los brazos para levantar a la afición, pone al público en vereda me levanto hasta yo, que hace mucho que veo el fútbol sentado aunque aplauda y anime. Pensé: «Este la va a liar». Y vaya si la lió. Se atreve con un penalti que si falla es la ruina y tres días después, sin descansar, hace un esfuerzo brutal y fabrica con genialidades los tres goles de Huesca. Con todos los adjetivos que le pueda poner me quedo corto.

Si creo a día de hoy en la salvación del Celta es porque está Iago. Y aunque muchos se dan cuenta ahora de quién es, otros lo sabemos desde hace años. Desde que yo jugaba con su hermano Jonathan y ya se comentaba que el pequeño era un fenómeno. Había la duda de que era un pequeñito. Se encargó él de envalentonarse con los grandotes y ganarse un respeto que le dio algún disgustillo pero que le ha llevado a ser historia del Celta.