Orgullosos, pero no sorprendidos

Miguel Sangiao

GRADA DE RÍO

ALBA PEREZ

23 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Tuve a Borja en el CD La Salle entre los seis y los doce años, en todo el inicio de la etapa de formación. Aunque es una época en la que nos dedicamos sobre todo a que los niños lo pasen bien y se diviertan, empiezas a ver las cualidades en los jugadores que las tienen y, sin duda, era el caso de Borja. Recuerdo que ya había que frenarle porque la diferencia con los demás era descomunal. Y no es que fuera muy grande aún, siempre le digo que cuando de verdad creció fue después, pero sí que tenía fuerza en las piernas y mucho genio.

El primer recuerdo que tengo suyo es cómo lloraba y se enfadaba cuando se perdía un partido. No era la típica lagrimilla de cualquier niño, sino que ya entonces era realmente competitivo. Estaba siempre dispuesto a echarse al equipo a la espalda, decía que si había falta corría él solo y no era solo que lo dijera, sino que estaba dispuesto a hacerlo. Era de los que cuando acababa el partido siempre hubiera tenido fuerzas para jugar 20 minutos más. Era exigente con los compañeros, pero a la vez leal como el que más. Y si a ellos les exigía, mucho más a sí mismo.

Ya entonces su pegada era bestial. Probablemente no me equivoco mucho si digo que marcaba el 70 % de los goles de aquel equipo. Era brutal, sobre todo con la derecha. Con la zurda le costaba más y de hecho con el tiempo alguna vez me ha dicho que ahora le pega con las dos por mi insistencia.

A esa edad es imposible predecir a dónde va a llegar un jugador. De los muchos que he tenido en 21 años entrenando él es el único que lo ha conseguido. Pero lo que sí puedes distinguir a esa edad en un niño, como ocurre con la informática, la música o cualquier otra cosa, es que tiene cualidades y Borja las tenía. A las físicas les sumaba la competitividad, ese espíritu ganador y ser alguien que se hace querer allá donde vaya. Porque queda mal decirlo, pero si como futbolista es bueno, como persona es muchísimo mejor.

Los que le hemos visto empezar, crecer y evolucionar nos sentimos orgullosos de que hoy sea un futbolista de Primera división. Ya no solo que ha llegado, que era lo único que se podía decir de él con todo por delante cuando se enfrentó al Celta en la primera vuelta, sino que ha demostrado que valía y que merecía estar donde está. Porque no vale cualquiera y él ha trabajado para ser uno de los elegidos.

Miguel Sangiao fue el primer entrenador de Borja Iglesias.