Haría mal la cúpula del Celta en celebrar la permanencia y pasar página superado el mal trago. El equipo se queda en Primera por octava temporada consecutiva y esa es la mejor noticia, pero lo hace como décimo séptimo clasificado y prolongando la caída del último trienio, porque desde que se clasificó para la Europa League no ha dejado de bajar peldaños en la tabla clasificatoria. Y 38 jornadas a lo largo de tres ejercicios no engañan.
Ya no era de recibo que el equipo no pelease por Europa, ni hasta el final, el curso pasado con dos delanteros que sumaban 40 goles, pero mucho más traumático debe resultar que un jugador rescate a un equipo cuando ya estaba a punto de hacer las maletas hacia el infierno. Lo del curso recién despachado debe ser motivo de estudio comenzando por la elección de Mohamed para el banquillo. Su fútbol estaba a siglos luz del actual y sus mejores actuaciones fueron con micrófono en mano. Lo de Cardoso rayó el esperpento. Mucho método y ninguna idea. Ideal para las aulas, desastroso para el verde.
Pero más allá de inquilinos pasajeros de banquillo, aparece un patrón errado en la planificación de los últimos veranos. El Celta no ha sido capaz de cortar su hemorragia defensiva (al contrario, este año la aumentó al desnudar el lateral zurdo) y tampoco dotó al equipo de jugadores de carácter y de largo recorrido que aportasen el trabajo complementario que liberasen a los jugones. De la falta de un tercer delantero y del páramo de las bandas, mejor no hablar.
Aunque con una posición económica envidiable, el Celta ha dejado de ser un equipo pujante, que ha dejado ver en el campo sus líos institucionales y que ha jugado con fuego hasta el punto de verse descendido en el descanso del partido con el Villarreal.
Y el fútbol, como la vida, rara vez avisa dos veces. El cementerio de Segunda está lleno de equipo con lustre que no captaron el mensaje a la primera y se cayeron con todo al año siguiente. Por eso el Celta debe tomarse el ejercicio recién finalizado como un aviso y una lección de futuro. Para poder vivir mil primaveras más en la élite.