La afición, la gran perjudicada del contencioso entre Celta y Concello

La Voz VIGO

GRADA DE RÍO

XOÁN CARLOS GIL

La guerra ha vivido un nuevo capítulo en los últimos días

06 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La guerra que mantienen el Concello de Vigo y el Celta por la reforma de Balaídos tiene un gran perjudicado, el aficionado al fútbol. De entrada, el cierre de la grada de Río para el partido de presentación ante el Lazio del próximo sábado obliga a todos los abonados del club a tener que retirar una invitación y los aficionados en general todavía no pueden retirar entradas para ver el Celta-Real Madrid que abre la liga el sábado 17 de agosto porque a doce días vista del partido todavía no se han puesto a la venta. La situación también priva al conjunto vigués de aumentar sus ingresos, además de no poder disponer de un estadio acorde con los cánones de la LFP, lo que puede derivar en multas y sanciones.

Las deficiencias de los asientos de Río Bajo representan el último episodio de una guerra que ya dura un par de años y que se ha acentuado especialmente desde que el club decidió levantar su ciudad deportiva en el limítrofe municipio de Mos. El PSOE vigués presentó alegaciones a la modificación del PXOM de Mos que debería dar encaje urbanístico al proyecto y desde entonces las relaciones están rotas. Hasta el punto de que Carlos Mouriño y Caballero no se sientan juntos en el palco en los partidos de Balaídos.

El problema de la grada de Río Bajo viene dado por el cambio de asientos. En algunas localidades el espacio entre las sillas es del tamaño de un teléfono móvil como comprobaron varios aficionados que visitaron esa instalación el pasado 24 de julio. Las fotos distribuidas en las redes sociales posibilitaron un primer intercambio de comunicados en donde el Celta tachaba de «inadmisible» la reforma de los asientos y el Concello le acusaba de llevar a cabo una labor «obstruccionista». Todo acompañado de una guerra de cifras: 300 butacas mal colocadas según Abel Caballero y 1.771 según el Celta.

Pero el debate subió de tensión el pasado fin de semana cuando el Celta desveló que el Concello de Vigo no autorizaba la apertura de la grada hasta la víspera de la liga. Justo después de anunciar el club una jornada de puertas abiertas para que los abonados de la zona comprobasen in situ su localidad y después pudiesen cambiar o incluso darse de baja, puntualizando que no se iba a recolocar a los afectados.

La respuesta del consistorio local fue culpar al Celta, que según su misiva sabía que la grada no estaría operativa hasta la víspera del primer partido. No solo por el cambio de asientos, sino porque, según su nota, se terminando la instalación de un elevador para personas con movilidad reducida y se llevan a cabo trabajos en los bajos de la grada, que dependen del IMD (Instituto Municipal de Deportes).

Un capítulo más que ha regalado un buen número de incomodidades al aficionado. Primero en la grada de Tribuna, cuya demora provocó más de un partido bajo la lluvia y ahora en la grada de Río, cuya reforma comenzó hace dos años, meses después de que un temporal afectase a la cubierta y provocase la suspensión de un partido con el Real Madrid. Tiempo después, en el arranque de la siguiente temporada, el graderío fue cerrado al público en el encuentro ante el Atlético de Madrid por deficiencias en una pieza. Aquel día los abonados del Celta no pudieron ser reubicados, algo que sucederá el sábado.