
El Celta naufragó con el 3-4-2-1 y sacó su mejor versión con el 4-4-2
15 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Advirtieron quienes le conocían en profundidad que Carlos Carvalhal es hombre de táctica, de experimentar nuevos dibujos para intentar sorprender a sus rivales. En el Celta, desde su llegada, le ha dado vueltas al esquema, por norma, en función del juego del rival. Por eso apostó por un 1-3-4-2-1 de inicio que generó confusión en el propio Celta, que funcionó a la perfección con el tradicional 4-4-2 que desplegó en la última media hora.
El de Quique Setién es un equipo con predisposición a la posesión y que llena el campo de centrocampistas, casi todos de buen pie y con mentalidad atacante. Con este preámbulo, el bracarense respondió apostando por poblar la zona ancha y se inventó un 3-4-2-1 en donde Hugo Mallo y Javi Galán igualaban en la medular la altura de Fran Beltrán y Óscar Rodríguez, que formaban un doble pivote inamovible. Por delante, colocó a Gabri Veiga y Franco Cervi, aumentando la densidad en la franja ancha del terreno. La idea no funcionó y provocó un aluvión de desajustes que permitieron al Villarreal mandar en el marcador y en el juego en el arranque de partido.
«La alineación inicial tuvo que ver mucho con cómo juega el Villarreal, que venía de una racha de seis partidos, por eso buscamos dos volantes móviles», comentó el técnico, que especificó que Gabri debía tapar las salidas de Pau Torres y a Parejo cuando recibía el balón, admitiendo que aparecieron desajustes que le llevaron a cambiar en la media parte. «Nuestros centrocampistas no le salían a Parejo y eso le dio capacidad al Villarreal para controlar el partido con balón», precisó sin ambages.
El primer ajuste de Carvalhal llevó a los vigueses a un plan más conocido, el 5-4-1 con el que se han tapado en varias ocasiones. Esa situación permitía a los laterales cerrar su posición y retrasaba a Gabri y Cervi, que pasaban a situarse a la altura de los mediocampistas. El esquema clásico que utiliza el Celta con Carvalhal en la fase defensiva.
Pero fue el 4-4-2 el sistema al que mejor se adaptó el equipo. Con uno de los dibujos más clásicos del fútbol de todos los tiempos, los célticos sabían en cada momento cuál era su cometido. Hugo Mallo y Galán se encargaron de las bandas, Carles Pérez recuperó el oficio de extremo, cada vez más en desuso, Gabri Veiga y Beltrán formaron un doble pivote tradicional (con un recuperador y un organizador) y en el frente de ataque emergió Larsen como faro liberando a Iago Aspas, que jugó mucho más suelto. Y el plan de juego no admitía dobleces: «Aumentamos la presión sobre Parejo y los centrales y con la sustituciones, el equipo fue siempre creciendo».
El resultado fue el empate y una sucesión de oportunidades de gol generadas a raíz de una superioridad aplastante de los célticos, que exhibiendo un gran nivel. «El mejor partido», dijo Carvalhal, que seguramente ya ha comenzado a rebuscar en su libro de tácticas para Mallorca.