Diez años desde que el celtismo en Burgos dejó de vivirse en soledad

GRADA DE RÍO

CEDIDA

La peña Burgalegos celebra esta temporada su décimo aniversario gozando de una gran salud

25 mar 2023 . Actualizado a las 10:18 h.

Los hay naturales de Burgos y gallegos; algunos que están de paso y otros afincados en la localidad burgalesa. Y la mayoría tenían en común la experiencia no solo de ser celtistas, sino de vivir esa pasión por el Celta en soledad. Hace ya diez años que decidieron ponerle fin a esa situación bajo el nombre de Burgalegos, peña celtista que nunca ha destacado por su cantidad -suelen rondar la veintena de integrantes- pero sí por la calidad de sus miembros, forofos del club vigués.

Uno de esos peñistas fieles es Miguel Gil, de 33 años, que responde al perfil de los celtistas sin motivo aparente que les viniera dado. «Mis abuelos son castellanos, mi familia es de aquí de toda la vida y no tengo nada que ver con Galicia», revela. Pero el EuroCelta de finales de los 90 le atrapó cuando tenía diez años y ya aquella afición llegó para quedarse. «Me pilló la época de Karpin, Mostovoi, Revivo... Hasta entonces, con la séptima, era un poco del Madrid, pero cambié el chip», cuenta. Lo vincula con un 4-2 frente al Mallorca en Balaídos que recuerda «vagamente», pero que tiene idea de que fue «un partidazo que marcó un punto de inflexión» para él.

Miguel calcula que vivió el celtismo «en silencio» entre 1999 y el año 2015. Sus amigos sabían de su celtismo y lo respetaban, pero ninguno se contagiaba. Y él, incluso desde que supo de la existencia de Burgalegos, tardó un poco en dar el paso de sumarse a ellos. «Aunque la peña lleva desde el 2012, yo los conocí tiempo después, porque coincidí con gente de la peña llevando yo también la camiseta del Celta. Y al principio me daba un poco de corte», recuerda. Era el 0-1 al Barça en el Camp Nou.

Gracias a Burgalegos, cuenta Gil, ha podido vivir «un cambio radical» en su manera de vivir el celtismo. Él, que solo había visto una vez a los célticos en directo en El Plantío, ha sumado muchas más experiencias celtistas gracias a su peña. «He pasado de vivirlo en solitario a expresarlo, compartirlo, conocer gente en estadios como los de Valladolid, Real Sociedad, Alavés... Muchos partidos», detalla. Le falta todavía, eso sí, Balaídos, aunque espera poder ponerle remedio más pronto que tarde.

Tras diez años en funcionamiento, la peña puede presumir de ser una auténtica familia. «Nos llevamos muy bien y hacemos muchas actividades juntos», apunta Gil. No solo las estrictamente futbolísticas, sino que la solidaridad está también muy presente y han desarrollado varias iniciativas en ese sentido, especialmente en la pandemia. Como celtistas, se definen como muy fieles. «Estamos muy unidos en los momentos buenos y en los malos. Hemos seguido ahí cuando estábamos a punto de descender», cuenta.

Como siempre dicen ellos, el celtismo en Burgos es «una cosa exótica». Y su afluencia fluctúa debido a aquellos que están de paso por estudios o trabajo. «Unos cuantos sí tenemos arraigo y en el grupo de WhatsApp podemos estar cerca de la treintena», dice Miguel. Antes, crecían más por el boca a boca y ahora les ayudan las redes sociales. «Intentamos aprovecharlas para hacer publicidad y que la gente nos conozca», recalca. En ese sentido, acaban de estrenar también un logo con el casco vikingo con el que han protagonizado algunas fotos icónicas acompañando al equipo en diferentes campos.

Aún tienen pendiente «concretar un poco más» la celebración del décimo aniversario, pero hay ideas sobre la mesa y es cuestión de darles forma y buscar la mejor fecha. Lo más importante para ellos es seguir cumpliendo años y consolidándose para que el celtismo en Burgos sea cada vez más visible y no quede nadie que lo viva en soledad como les pasó durante largo tiempo a la mayoría de sus miembros.