De la jerarquía de Iago Aspas al olfato de Borja Iglesias

GRADA DE RÍO

RONALD WITTEK | EFE

No es fácil acertar un once de Claudio Giráldez, pero parecía claro que era un día para el capitán y diez más

25 sep 2025 . Actualizado a las 23:35 h.

Acertar un once inicial con Claudio Giráldez no es tarea fácil, tal es su propensión a introducir cambios y variantes de un partido para otro. Pero quien más quien menos se atrevía a avanzar un pronóstico poco arriesgado para el estreno en Stuttgart: Iago Aspas y diez más. Y el capitán fue titular.

Se merecía estar entre los protagonistas por lo muchísimo que la ha dado al equipo a lo largo de su carrera. También está ese cordón umbilical que lo conecta con aquel partido del honor sin gloria en Old Trafford ante el Manchester United.

Pero no solo son razones sentimentales ni méritos pretéritos los que lo llevan a la titularidad, con 38 años a cuestas. Con la edad va perdiendo esa inevitable punta de velocidad que siempre da alguna ventaja. Pero lo que nunca va a perder es su capacidad competitiva, ni su velocidad de pensamiento. Entender dónde están los espacios, adivinar un segundo antes lo que puede pasar... Ahí tiene uno de sus fuertes. Y apenas tardó tres minutos en demostrarlo. Se encontró con un mal pase del portero alemán y golpeó de primeras según le llegó el balón, para no dar tiempo a que reaccionase la defensa ni a que el arquero pudiese situarse de nuevo debajo de los palos. La ejecución no era fácil, pero sabía cuál era su única ventaja y no dudó. El lanzamiento, finalmente, salió desviado. La grada se encogió.

También demostró que no es un futbolista de los que solo juegan hacia delante. Como al resto del equipo, se le vio trabajar muy atrás, ayudando sobre todo a tapar en la banda por la que se proyectan Leweling y el lateral izquierdo Mittelstad. Lo pasó mal por eso, porque su hábitat natural está más cerca del guardameta alemán. En todo caso, cuando toca remangarse no es de los que se desentiende.

En la segunda parte apenas entró en juego, hasta su sustitución temprana. Y el protagonismo viró hacia otro de los ilustres veteranos, Borja Iglesias, entrando desde el banquillo. El Panda fue el único que se mostró en ataque. Incluso en un día en el que el Celta parecía anestesiado, sin chispa, sin meter una marcha más en su fútbol. A lo poco que le llegó, le aplicó criterio. Pudo haber marcado en una extraña acción en la que se le escapó el balón al portero del Stuttgart y el árbitro optó por pitar peligro. Cabe pensar que, más que ver, intuyó.

Hacia el final, en el único que balón que recibió con ventaja, tras un buen robo de Moriba cerca del área, resolvió con la precisión de un cirujano, con sencillez, ajustando el lanzamiento raso al poste. Como si fuera fácil.

Borja Iglesias es, echando mano del waterpolo, ese jugador boya que sabe aprovechar su corpulencia y su visión de juego en beneficio propio o del equipo. Tanto puede rematar como descargar hacia algún compañero. Y le está dando mucha vida al equipo.

Cada vez que le llegaba algún balón, en mejores o peores condiciones, las más de las veces demasiado lejos del área y demasiado escorado, daba la sensación de que podía pasar algo.

A ese fútbol artesanal y exento de adornos lo suele acompañar de una tranquilidad que parece imperturbable, como si mantuviese siempre la tensión arterial por debajo de la media normal, tanto si toca intervenir en el juego como evitar una trifulca.

Al final Borja Iglesias volvió a marcar, de nuevo compareciendo desde el banquillo. Pero al equipo se le sigue resistiendo la victoria y, sin tiempo para lamentaciones, tiene que asumir su nueva realidad. El Elche, que también jugó ayer, espera el domingo.