Un grupo de amigos celtistas vivieron una odisea en su largo viaje para estar en Razgrad, incluido un pinchazo de noche en medio del bosque y que la grúa se llevara el vehículo
29 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.«No vuelvo a salir de casa» es la idea con la que cerraba el aficionado del Celta Hugo Castro, de 21 años, el hilo de Twitter -donde es larsenismo- en el que compartió los infortunios que junto con sus amigos Jacobo García y Manuel Basante vivió en su viaje a Bulgaria para ver al equipo. Pero cuando profundiza en lo ocurrido, enseguida desliza una idea bien distinta: «Seguramente no será la última, pero espero que la próxima no tenga nada que ver».
El caso es que este grupo de celtistas recorrió 3.000 kilómetros en un viaje de ocho horas entre aviones, coches y trenes para poder seguir al conjunto de Claudio Giráldez. Y a la dificultad que esto implicaba de por sí se sumaron otros obstáculos imprevistos. «La aventura empezó el lunes a las 21.45, cuando cogimos el avión a Madrid para volar a Sofía a las 10.00 del día siguiente», pasando la noche en el aeropuerto, algo que cuenta que fue «una experiencia bastante mala». Hasta ahí, con la salvedad de que apenas pudieron dormir, todo en orden.
Al día siguiente, les esperaba el primer sobresalto serio. «Queríamos ir por la mañana a visitar la ciudad y cuando volvimos a donde teníamos el coche aparcado, no estaba. Pensamos que era como en España y al ser línea blanca se podía aparcar, pero resultó que no», detalla. El vehículo que habían alquilado se lo había llevado la grúa. «Tuvimos que pagar una multa de unos 80 euros y pudimos recoger el coche», prosigue.
El jueves lo cataloga con retranca como el «día top», y no solo por la derrota y el mal partido del equipo, que también, sino que para ellos había más. Para empezar, llegaron justos al partido porque en su camino por carretera de Sofía a Razgrad les coincidieron dos accidentes. «Un mal menor» comparado con lo que vendría después. «Acabado el partido, nos fuimos a cenar y nos cruzamos con varios aficionados del Ludogorets que nada más vernos empezaron a gritarnos y a reírse de nosotros, pero pasamos». Luego, les aguardaba el retorno a Sofía. «A los 45 minutos de salir, en medio del bosque profundo, nos comimos un bache tremendo y se nos pinchó una rueda», relata.
Bueno, los q estais pensando q me paso, conseguimos una rueda de repuesto y cambiarla, y todo gracias a la policía de Strahitsa, muy majos y gracias a q uno de ellos hablaba español podemos seguir nuestro viaje, 4 horas largas en coche q quedan pero ahí vamos https://t.co/wwxgruZKBk pic.twitter.com/jRHtu6reWz
— Larsenismo ???(Vikingur Version ???) (@larsenismo_) November 27, 2025
Resultó que la de respuesto era más pequeña e iba a hacer que llegaran a las tantas. «Lllamamos a la compañía, pero nos atendió un robot en búlgaro y no entendimos nada. Después de buscar todas las alternativas, llamamos a emergencias y dándoles las coordenadas a la persona que nos atendió y facilitándole información, pudo mandarnos a una patrulla de policías del pueblo más cercano». Tardaron unos quince minutos, pero no sabían inglés. «Uno preguntó de dónde éramos, dijimos que de España y no sé si bajo Dios a vernos o algo, pero uno de los policías de una aldea del medio de bulgaria, sabía hablar español porque trabajó cuatro años en Valencia y nos entendía», cuenta sobre el momento de mayor alivio de todo este periplo.
Ese policía les ayudó a cambiar la rueda y les orientó para solucionar el entuerto. Pudieron seguir viaje, pero al ser de repuesto la rueda, no podían pasar de 80 y tardaron el doble. «Acabamos llegando a Sofía, haciendo turnos para conducir y no quedarnos dormidos, a las 5:38 de la mañana», señala. Ya este viernes, pudieron coger el vuelo a Madrid y regresar a casa. «Fue una aventura cuando menos curiosa y con bastante mala suerte, una historia más y seguramente no será la última», afirma. Aunque aclara que no será por el momento: «Nos llegó con este, por ahora estamos servidos».
Ya que el resultado del Celta no les compensó los malos tragos pasados, Castro tiene otras cosas a las que agarrarse. «Lo positivo es saber que hay gente buena en el mundo y haber conocido a muchos celtistas», apunta. Pero hace mención especial a los policías búlgaros, «majísimos» en el trato con estos celtistas. «De no ser por ellos, igual aún seguíamos en Bulgaria». Pero están en Galicia y listos para el Celta-Espanyol mientras llega el momento de planear un nuevo desplazamiento.