El programa de televisión Kodomo News (Noticias para Niños) arrasaba hace un par de años entre los críos japoneses. ¿Qué ofrecía aquel espacio?, ¿Pokémon?, ¿dibujos animados tipo manga? Nada de eso. Kodomo News contaba de manera accesible las decisiones económicas del Gobierno. Hoy ya no parece tan descabellado que los niños se divirtiesen con las medidas del Ejecutivo nipón. Y es que, a tenor de los resultados, eran unas soluciones de juguete: Japón se ha convertido en el primer país industrializado que sufre una deflación (caída continuada de los precios debido a la falta de consumo interno). No es un detalle anecdótico. La deflación certifica la agonía del antaño inefable «modelo japonés». Entre 1960 y 1980 el Imperio del Sol Naciente creció por encima del 8%. La inflación era baja y el ahorro suponía el 25% del PIB. Pero en 1997 el perfecto mecano se agrietó. La crisis de los llamados Tigres Asiáticos arrastró al gigante. Créditos impagados Japón, uno de los mayores prestamistas mundiales, sufrió un golpe en su línea de flotación. La burbuja financiera estalló. La bolsa cayó y arruinó a miles de inversores. La banca pagó la alegre concesión de créditos. Hoy se dice que Japón sólo se arreglará cuando la banca consiga devolver créditos impagados por 250.000 millones de dólares. Pero hay más. La corrupción es el aceite del sistema. El Partido Liberal Demócrata gobierna de manera casi ininterrumpida desde hace medio siglo. La Dieta es un laberinto oscuro y cuesta entender cómo se aprueban las leyes, donde el amiguismo es la pauta. Japón está bloqueado. Se trata de una sociedad cerrada, tanto en lo mental como en lo económico (sus importaciones sólo suponen el 8% del PIB, frente al 21% de Alemania). El futuro del imperio de Akihito se llama apertura.