
Crónica | Juicio histórico en Perú Del maoismo al narcotráfico había un paso y Sendero Luminoso lo dio tras ser descabezada hace años. Ayer los viejos líderes del grupo rememoraron sus ideales a voces en un juicio histórico
05 nov 2004 . Actualizado a las 06:00 h.?in barba y sin aquel inolvidable traje a rayas -el de preso de película, luciendo el 1509 sobre el pecho- con el que lo inmortalizaron las cámaras hace ya doce años, Abimael Guzmán llegó ayer a una de las salas de la base naval de Callao (a escasos kilómetros de Lima, la capital peruana). El lugar, acondicionado especialmente para la ocasión, fue testigo de un doble momento histórico. Por un lado, la revisión de uno de los polémicos juicios -por el procedimiento, más que por la sentencia en sí- de la era Fujimori. Por otro, la resurrección de los viejos ideales con los que surgió el grupo maoista Sendero Luminoso, al que se le atribuyen cerca de 70.000 muertos y la instauración de un régimen de terror retratado en infinidad de películas y libros - Lituma en los Andes , de Vargas Llosa, es sólo un ejemplo de los muchos testimonios del brutal poder que la banda llegó a ejercer en el ámbito rural peruano-. En realidad, la primera premisa histórica del suceso quedó inconclusa y la segunda fue fugaz, el tiempo justo para perpetuarlo en una instantánea. Pero ahí quedará la imagen de varios integrantes del Sendero añejo con el puño en alto y lanzando vivas a la lucha armada, antes de que el juez ordenara desalojarlos y suspender una semana la vista a tenor de los incidentes. Abimael, de 69 años, y sus camaradas no dudaron en aprovechar la presencia de numerosos periodistas para reivindicar sus viejos ideales. Quizá no quisieron dejar pasar la ocasión, al encontrarse en un escenario muy diferente a aquel en el que fueron juzgados años atrás. Entonces, una corte militar especial, con jueces anónimos y encapuchados por temor a las represalias, decidió castigar al líder maoista a pasar el resto de su vida entre rejas. Era el golpe de efecto del entonces presidente, Alberto Fujimori, contra la organización, que alcanzó sus cotas más altas de violencia en los años 80 y que integra la lista de bandas terroristas elaborada por Estados Unidos. Tras la captura de Guzmán, hubo que esperar ocho años más para contemplar la caída de su lugarteniente, Oscar Ramírez, Feliciano , que ayer acompañó al preso más famoso de las cárceles de Perú en el juicio. Junto a ellos, otros 13 procesados y unos 600 policías, encargados de la vigilancia en la sala y sus alrededores. Entre los acusados no faltaban varios ilustres de la banda, todos pendientes de la revisión de sus condenas. Entre quienes se sentaron en el banquillo, estaba Elena Iparaguirre, la pareja sentimental de Guzmán y Oscar Ramírez Durand, que fue jefe del ala más radical de Sendero y que mantiene un largo enfrentamiento con Abimael. Familiares de las víctimas El juicio responde a una sentencia del Tribunal Constitucional que en el 2003 anuló la vista que se celebró bajo el régimen de Fujimori por carecer de «garantías para un proceso justo». La opinión del tribunal no coincide con la de los familiares de muchas de las víctimas de Sendero que, según recogen las agencias de información, se concentraron a las puertas de la base naval y que pidieron a gritos que se mantengan las condenas. En el lado opuesto, el abogado de los activistas, Manuel Fajardo, quien aseguró a Reuters que «la rebelión desarrollada dentro de una guerra interna no puede ser juzgada como terrorismo». En todo caso, poco queda de la guerra interna y sin embargo, el nombre de Sendero Luminoso sigue sonando -la última vez, anteayer, cuando unos 70 guerrilleros irrumpieron en la localidad de San Martín recordando que el grupo sigue vivo-. Según parece, la banda sirve a los capos de la droga y se ha olvidado del maoismo, que ya sólo resiste en prisión.