El conflicto sin resolver de Darfur planeó ayer con fuerza durante la firma de la paz entre el Gobierno de Sudán y los rebeldes del sur el país, con declaraciones de buenos propósitos por parte de las autoridades y exigencias de las potencias occidentales de un inmediato fin de la violencia. El vicepresidente sudanés, Ali Osman Mohammed Taha, y el líder del rebelde Ejército Popular de Liberación de Sudán (EPLS), John Garang, estamparon ayer su firma en el documento que pone fin a más de dos décadas de guerra civil que ha causado más de dos millones de muertos. Pero si bailes y vítores jalonaron la jornada, calificada de «histórica» por todos los dignatarios presentes -ocho jefes de Estado africanos, dos primeros ministros, dos vicepresidentes, así como el secretario de Estado de EE.UU., Colin Powell-, la situación de Darfur aportó un tono de alegría con reservas a sus discursos. Las conversaciones de paz para la región de Darfur están estancadas desde el 13 de diciembre pasado, cuando fracasó la cuarta ronda de negociaciones al levantarse los representantes de los grupos rebeldes de la mesa del diálogo instalada en la capital de Nigeria, Abuya. Los rebeldes dijeron que sólo volverían a las negociaciones si el Gobierno interrumpía los ataques a sus posiciones en la región de Darfur. En su intervención en el acto en el que se firmó la paz para el sur de Sudán, Powell dijo que el nuevo Gobierno sudanés que se forme «debe ponerse inmediatamente a trabajar en una solución para Darfur». El representante de la Unión Europea, el ministro de Desarrollo luxemburgués, Charles Goerens, expresó su esperanza de que el acuerdo «allane el camino hacia la paz en todas las regiones». El presidente sudanés, Omar Hassan el Bashir, afirmó que este acuerdo de paz es «una hoja de ruta para resolver el conflicto de Darfur». El líder del EPLS, John Garang, y probable vicepresidente primero sudanés, recordó que mientras se ponía fin a la guerra del sur, otras continúan en el este y el oeste. «El problema surge de un intento de imponer un estado árabe monolítico sin tener en cuenta la diversidad de Sudán, un país con 500 grupos étnicos, más de cien lenguas y tres religiones: cristiana, musulmana y animista», dijo. «La solución es evolucionar hacia un Sudán que incluya a todos independientemente de su religión, raza o género», añadió.