Xinjiang, el otro polvorín étnico del oeste chino

EFE

INTERNACIONAL

Es desde hace décadas una zona de tensión étnica entre la población musulmana autóctona -principalmente uigur- y la china Han.

06 jul 2009 . Actualizado a las 11:00 h.

La región autónoma china de Xinjiang, donde las protestas del fin de semana causaron 140 muertos, es desde hace décadas una zona de tensión étnica entre la población musulmana autóctona -principalmente uigur- y la china Han, que domina el gobierno regional y que realiza una política de colonización.

El conflicto, que acaba de vivir uno de sus episodios más trágicos, es similar al que en el vecino Tíbet (al sur de Xinjiang) se vive entre la comunidad china y la tibetana.

Sin embargo, la ausencia de una figura de renombre tan internacional como el Dalai Lama, entre otros factores, ha dado a los independentistas uigures -exiliados en países como Turquía, EEUU o Alemania- un menor reconocimiento internacional.

Xinjiang, territorio que los independentistas denominan «Turquestán Oriental» o «Uiguristán», es la más grande de las subdivisiones administrativas chinas, con 1,6 millones de kilómetros cuadrados.

Tiene 19 millones de habitantes, de los que aproximadamente el 46 por ciento son uigures, el 39 por ciento son han (chinos propiamente dichos) y el resto pertenecen a otras etnias predominantemente musulmanas, como los kazajos, los kirguises o los hui.

Los uigures están emparentados con otros pueblos de Asia Central y con los turcos, pueblos con los que comparte similitudes lingüísticas, culturales y religiosas, además del dominio del credo musulmán.

La región fue dominada durante la historia por diversos pueblos, sobre todo, nómadas de Asia del norte y central, aunque también tuvo periodos de influencia o domino chino, en dinastías como la Tang (siglo VII) o la Qing (siglos XVII-XIX).

En medio del caos creado tras la caída del imperio chino en 1911, llegó incluso a proclamarse en la región, y en dos ocasiones, una República del Turkestán Oriental independiente, la primera en 1933-34 y la segunda en 1944-49, esta última de corte soviético e influida por la expansión de la URSS por Asia Central.

Durante décadas, distintas organizaciones han reclamado la independencia de la región, lo que se ha unido a las tensiones étnicas entre los uigures, que llevan varios siglos en la zona y dominan las áreas rurales, y los inmigrantes chinos, concentrados en las ciudades y que controlan el tejido económico y comercial, de forma similar a lo que ocurre en el Tíbet.

Las tensiones se han traducido en numerosos momentos de tensión entre chinos y uigures, como los que se produjeron en 1990 en Barem y en los que murieron unas 50 personas (al hilo de los que hubo en diversas zonas de China paralelamente a las protestas de Tiananmen en Pekín), o los de agosto del año pasado, cuando el país se preparaba para la inauguración de los Juegos Olímpicos.

El incidente más grave en la zona el año pasado ocurrió el 4 de agosto, cuatro días antes de la apertura de los Juegos, cuando según el Gobierno chino dos personas lanzaron granadas contra un puesto fronterizo en la turística ciudad de Kashgar, causando 16 muertos.

China acusa de estas cíclicas tensiones a movimientos terroristas que reclaman la independencia de la región, siendo el más destacado de ellos el Movimiento Islámico del Turquestán Oriental (ETIM), que Pekín vincula desde los atentados del 11 de septiembre con Al Qaeda.

Pero organizaciones uigures en el exilio tienen una visión muy diferente del conflicto.

Encabezados por activistas como Rebiya Kadeer (exiliada en EEUU y propuesta en varias ocasiones al Nobel de la Paz) acusan a Pekín de utilizar la manida «lucha contra el terrorismo internacional» para reprimir a los uigures y otras poblaciones musulmanas.

La política central de fomento de la emigración de los chinos han a Xinjiang, o la promoción de matrimonios entre éstos y los uigures, son, según estos grupos, pruebas de que China, densamente poblada en el este pero con grandes áreas deshabitadas en el noroeste, busca llevar grandes masas de su población a la zona, con la consiguiente pérdida de la identidad cultural uigur.

Al conflicto se une otro importante factor que pesa igualmente en las políticas chinas en Xinjiang.

La región es una de las zonas más ricas en recursos energéticos de China, principalmente petróleo y gas natural, además de lugar de paso del crudo de Asia Central a través de los gigantescos oleoductos que unen esa zona con el este del país, más desarrollado y sediento de energía.