La que se vive en Urumqi es la segunda revuelta étnica en China en un año, después de que en el 2008 Pekín reprimiera otra similar en el Tíbet, donde al igual que en Xinjiang, el número de colonos chinos ha aumentado y se han hecho con la economía local.
Como alertaran entonces los analistas, esta violencia demuestra que las políticas étnicas del del Partido Comunista Chino han fracasado. Sin embargo, al igual que hizo el año pasado al acusar al Dalái Lama, Pekín culpó de nuevo a elementos exógenos, en esta ocasión a la candidata al Nobel de la Paz, Rebiya Kader, exiliada en Estados Unidos desde el 2005.
«Las acusaciones son falsas, no organicé las protestas ni llamé a nadie a manifestarse», señaló la empresaria desde EE.?UU. en una rueda de prensa en la que reiteró su condena al uso excesivo de la fuerza por parte del Gobierno. Kader, líder del Congreso Mundial Uigur, que denuncia la pérdida de derechos políticos y civiles desde que los comunistas entraron en la región en 1949, reconoció «acciones violentas de un número de uigures» y las condenó sin dudarlo.