Por sólo 1.500 al mes, en el Índico

Colpisa

INTERNACIONAL

Los pescadores españoles pueden llegan a cobrar unos 3.000 euros si la temporada atunera es buena, lo que no ha ocurrido en los últimos tres años.

12 oct 2009 . Actualizado a las 00:31 h.

Hay trabajos que los puede hacer cualquiera y están muy bien pagados, como demuestra la historia de los cargos públicos, pero otros, aunque para ellos sirven pocos, se pagan mucho peor. Los marineros de la flota española del Índico, por ejemplo. Estos días, con el secuestro del 'Alakrana' vuelve a recordarse esta pequeña y remota colonia pesquera. ¿Cuánto vale trabajar cuatro meses seguidos, sin descansar ni uno, de sol a sol, encerrado en un barco y a miles de kilómetros de casa? Se imaginará que debe estar muy bien pagado. Pues no. «Se gana más en tierra, un año malo te sacas 1.500 euros al mes», asegura un marinero gallego. Este año será malo. Como los tres anteriores.

Pero tampoco hay que imaginarse grandes fortunas si el año es bueno. Entonces se puede llegar a los 3.000 al mes. Eso los marineros. Aumenta según sube la cadena de mando. Todo depende de lo que se pesque, porque cada empleado se lleva una cantidad por tonelada. Un año bueno es de, por ejemplo, 10.000 toneladas. De siete mil para abajo, mal. »Y llevamos tres años de 5.000 toneladas», resume este marinero.

Cada trabajador recibe una cantidad al mes, pactada con él, y a final de año se hace la cuenta, según lo que se haya pescado.

Descontando sus gastos en el barco -el teléfono de satélite, el tabaco, el bar- sale lo que toca a cada uno. «Puede ocurrir que alguno, encima, se quede debiendo dinero a la empresa, porque ha cobrado de más»», explica un marino. Estos días, con la tensión por el 'Alakrana', las compañías les han prohibido hablar con la prensa y ninguno quiere dar su nombre.

La historia de esta colonia de Seychelles comienza en los 80, cuando llegaron aquí franceses y españoles en busca de caladeros, ante el agotamiento del Atlántico. Aquí se pesca cimarrón o atún 'yellow finn', listado y patudo. Poco a poco se fue formando una estructura y ahora mismo faenan 26 barcos de cuatro compañías, todas de Bermeo, y 10 franceses. Unas mil personas, con unos 400 españoles. El calendario es de cuatro meses de trabajo y dos de vacaciones. «El peor momento es cuando llegas, pero luego se te pasa», cuenta uno de los marineros. Se comprende que a ellos las Seychelles no les evocan sensaciones paradisiacas. Además Victoria, la capital, carece de encanto.

Según coinciden todos, el miedo a los piratas empieza en cuanto pierdes de vista las islas. Pero de inmediato empieza la búsqueda de la pesca, que no se ve. Los miradores, los encargados de otear el mar, se pegan a los prismáticos. Los pájaros, por ejemplo, son señal de que allí hay pescado, y también se ven en el radar como puntitos. Un pez que salta puede ser un banco de cimarrones. Lo más útil son lo que llaman 'objetos', estructuras de madera y redes que flotan a la deriva con una baliza con señal de posición. Bajo ellas se concentra vida marina que atrae a los atunes.

De madrugada

Un banco de atunes aparece en el sónar como una pelota. Según como sea de grande, en el barco ya saben cuántas toneladas hay.

Todos los barcos intentan estar al alba o a la noche cerca de una de esas balizas, porque es la hora en que se concentran allí los atunes. Y ése es el horario de trabajo. De cinco y media de la mañana a seis y media de la tarde, con comida y bocadillos. Se duerme mal, por los nervios de los piratas, y hay guardias de dos horas para vigilar. Al amanecer, manos a la obra. Se suelta la panga, la embarcación que lleva un extremo de la red y cierra el círculo. Después se iza y se comienza a sacar el pescado, que se descarga en el barco y con cintas transportadoras va a los tanques de salmuera. Un lance puede ser de 20 toneladas o, si es bueno, hasta de 300.

La operación completa lleva unas dos horas y todos se vuelcan en el trabajo. Es el momento en que la nave es más vulnerable, porque no se puede mover. «Si ahí te aparecen los piratas no puedes hacer nada, sólo sacarles unas coca-colas y esperarles», comenta un marino. Así pillaron al 'Alakrana'. Al 'Playa de Bakio', en 2008, parecido. Los piratas saben cómo trabajan los atuneros y buscan las balizas. Hay una historia graciosa: los piratas pueden ser muy ignorantes y una vez se llevaron una, de modo que la compañía sabía en todo momento dónde estaban. Aseguran que dieron parte al Ejército, pero no hizo nada.

Tiempo libre

Se hacen tres o cuatro largadas al día. Todos los días durante un mes. Cuando está hecha la marea, como dicen ellos, vuelven a puerto. Pero no para descansar. «Trabajas más aquí que en el mar, casi preferimos estar allí», cuenta un marinero gallego. Hay que descargar, limpiar, reparar. Pero al menos por la tarde, o después de cenar, pueden ir a tomar una cerveza al 'Pirata', el bar que es el punto de reunión de Victoria. Suele haber ambiente, cuando coinciden varios barcos. Además siempre hay alguno de guerra. Esta semana, por ejemplo, un ruso y un griego. Más tarde, hay discotecas. 'El Barril' o el 'Tequila Boom', nada exaltantes.

Victoria es bastante aburrida.

Alguna vez hasta van a la playa, a media hora de la ciudad, pero la mayoría no le ven el lado exótico a las Seychelles. Es el lugar de trabajo y viven en el barco. Los camarotes son individuales o en parejas y los baños, comunes. Vivir cuatro meses con la misma gente puede no ser fácil y aunque la convivencia suele ser buena se van mezclando grupos periódicamente, para cambiar de aires.

Ahora bien, de todo esto sale un gran negocio. Se pescan unas 180.000 toneladas al año y se mueven unos 600 millones de euros.

«¿No hay crisis? Pues esto es dinero, mucho dinero», repiten los marineros, ante la negativa del Gobierno a enviar militares que les protejan.

El atún de las Seychelles acaba en forma de lata en las mesas de medio mundo. Se queda, primero, en las conserveras de la zona, en Seychelles, Kenia Madagascar y Mauricio. Luego se vende a Thailandia, primer productor mundial de atún en conserva -segundo es España-, y a Francia, Italia, Túnez o Irán. Otra parte navega a España, se desembarca en Galicia y se reparte por las conserveras de la región y del resto del Cantábrico.

Los mercantes, los camiones, sus trabajadores y sus familias también viven de ese atún tan arriesgado de pescar y tan lejos.

Como todas las fábricas de motores, piezas y recambios de la flota.

Y como todos los técnicos que se desplazan hasta Madagascar o Islas Mauricio, donde los barcos se retira para las reparaciones. Van expresamente desde España. «La última vez que estuvimos en Diego Suárez (Madagascar) allí había por lo menos 300 tíos, todos españoles», recuerda un marinero. Y están los trabajadores locales de todos estos puertos africanos. Y los astilleros, los fabricantes de cables o los de redes, que se hacen en Canarias.

Pero este trabajo es tan duro que casi todos los marineros ya son africanos. «Nadie quiere venir a la mar, y los pocos que hay se van jubilando», dice un marino. Pero para muchos otros es su vida y no saben hacer otra cosa. El 'Playa de Bakio', secuestrado en 2008, faena ahora al 'otro lado', como se dice aquí, en la costa oeste de África. Pero algunos de los que fueron secuestrados están ahora mismo haciendo esta vida en el Índico, durmiendo mal por los piratas.