El seísmo de China vuelve a golpear las escuelas igual que hace dos años

Robert Saiget

INTERNACIONAL

Unas 100.000 personas perdieron su hogar y tienen que dormir a la intemperie, con temperaturas bajo cero

16 abr 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Los equipos de socorro se batían ayer en la búsqueda de supervivientes del seísmo que dejó más de 600 muertos en el noroeste de China y que sepultó a numerosos niños bajo sus escuelas, como ya había ocurrido hace dos años en el terremoto de Sichuan. La tragedia obligó al presidente, Hu Jintao, a acortar una gira por Sudamérica, que incluía etapas en Venezuela y Chile, y el primer ministro, Wen Jiabao, aplazó una gira por el sudeste asiático para personarse en Jiegu, donde miles de damnificados durmieron por segunda noche en la calle, con temperaturas bajo cero.

El último balance oficial habla de 617 muertos, más de 9.000 heridos (970 en estado grave) y unas 100.000 personas sin hogar, pero las cifras podrían agravarse, dado que son muchas las personas que siguen sepultadas. Más del 85% de los edificios de Jiegu se vinieron abajo. Según datos oficiales, un total de 15.000 viviendas han quedado destrozadas.

Uno de los principales focos de atención de damnificados y autoridades volvieron a ser las escuelas. Según Wang Yubo, responsable de educación, al menos once centros educativos se derrumbaron en toda la provincia, provocando la muerte de 66 alumnos. El dato recuerda el doloroso precedente de Sichuan, que mató a miles de niños al desplomarse sus escuelas.

Los padres no pueden contener el dolor ante los colegios donde murieron sus hijos. «Los escolares acababan de terminar sus ejercicios matinales y la mayoría se encontraban desayunando en la cantina o limpiando las clases», informó el director Kuna Tenzin. «Algunos fueron sorprendidos en el dormitorio».

Pero incluso donde los niños se salvaron impera la desesperación. En el distrito de Zhiduo una escuela primaria quedó totalmente destruida, por lo que los 400 niños que albergaba se vieron obligados a dormir a la intemperie con bajísimas temperaturas, contó un profesor tibetano. «Tenemos una única tienda de campaña para todos los niños», explica. «A nuestro distrito no llegó la ayuda».

Las imágenes de televisión muestran a supervivientes rescatados de los edificios en ruinas por socorristas que se abrían paso entre placas de hormigón y el amasijo de hierros, o a médicos que realizaban operaciones de emergencia en tiendas de campaña. «¡Gracias, gracias, no lo olvidaré nunca!», gritaba una adolescente mientras la sacaban de las ruinas de un edificio al amanecer.

Pero la realidad no es tan optimista como se muestra en los medios de comunicación. Muchas carreteras han resultado dañadas, entre ellas las que unen la zona con la capital provincial, Xining, a 800 kilómetros de distancia, lo que obstaculiza el transporte.

A mayores, el agua se encuentra contaminada, según denuncia Pu Wu, que perdió su hogar en esta ciudad devastada. La lentitud en la llegada de ayuda hace que muchos socorristas trabajasen solo con las manos, sin maquinaria ni herramientas y luchando contra la falta de oxígeno debida a la altitud.