Brown, desesperado por reactivar al electorado laborista, pide ayuda a Blair

Imanol Allende

INTERNACIONAL

01 may 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Lo afirmó ayer el líder liberaldemócrata, Nick Clegg, y lo confirmaron las proyecciones de voto: a menos de una semana de las elecciones generales, la carrera por ocupar el número 10 de Downing Street es cosa ya de dos partidos, el Conservador y el Liberal Demócrata. Los laboristas caen en todas las encuestas realizadas en las últimas horas a una tercera posición, y la pesadumbre se ha adueñando de las bases del partido.

En un intento desesperado, «de un hombre desesperado» -como lo definió el líder tory , David Cameron-, Gordon Brown quemaba ayer su último cartucho al pedir ayuda a su ex jefe, al que fue una vez su enemigo en Downing Street, al ex primer ministro Tony Blair.

Pero la impresión que dio la reaparición en política de Blair fue pobre y confusa, ya que si nunca más que antes la imagen ha sido importante en unas elecciones, del ex premier se mostró ante los británicos un bronceado de hombre adinerado, a alguien muy ajeno a los problemas cotidianos que preocupan a los electores. Tony Blair afirmó que aún había tiempo para poder rehacer la nave laborista tras haber naufragado por sus propios errores de navegación y que el partido debía centrarse en los aspectos políticos. «No creo que el día 6 de mayo vayamos a obtener un resultado catastrófico», afirmó durante la visita que hizo a una clínica de Harrow, en el noroeste de Londres, donde se hizo un pequeño chequeo.

«Creo que el laborismo tiene todas las posibilidades de lograr la victoria, pero habrá que centrarse en los aspectos políticos, en lo que aún seguimos siendo fuertes». Para Blair, los últimos días de campaña son importantes porque los electores se centrarán en los aspectos que son importantes para su futuro «y apoyarán a aquellos que cuenten con las respuestas a las preguntas que nos depara el futuro».

Los laboristas, en tercer lugar

Pero con las encuestas colocando al Partido Laborista en tercer lugar, con una proyección de voto del 26%, frente al 38% de los conservadores y el 32% de los liberaldemócratas, es lógico que Nick Clegg resaltara ayer que «en estas elecciones ya solo cuentan dos posibilidades de voto: voto conservador o voto liberaldemócrata».

Cuando el propio líder laborista es capaz de admitir ante las cámaras de televisión que, posiblemente van a perder las elecciones, tal como hizo Brown el jueves en el debate, poca esperanza resta en las bases laboristas de poder perpetuar los trece años de Gobierno de su partido. «Soy consciente de que tal como están las cosas, en ocho días, David Cameron, ayudado por Clegg, estará en Downing Street», aventuró un lacónico Gordon Brown.

Los tories evitaron un tono triunfalista ante los resultados obtenidos tras el tercero y último debate televisado, y advertían a sus filas: «Aún estamos lejos de la victoria», por lo que pedían continuar trabajando por este fin.

«Voy a hacer todo lo posible en los próximos días por decir a la gente que si realmente quieren un cambio, que si quieren despertar el próximo día 7 con un Gobierno distinto, con un primer ministro distinto, con un país en una dirección distinta a la actual, entonces tienen que votar conservador, porque estas elecciones aún están lejos de estar ganadas», advirtió David Cameron.