El autor de la matanza de Noruega es un fanático de la ultraderecha

iñaki castro COLPISA / BRUSELAS

INTERNACIONAL

La policía, que busca cómplices, admite que hay más muertos que los 92 ya encontrados

24 jul 2011 . Actualizado a las 10:08 h.

«Una persona con una creencia equivale a 100.000 que solo tienen intereses». Este enigmático mensaje, enviado hace una semana desde una cuenta de Twitter, anticipó la espeluznante masacre de Noruega que ha sobrecogido al mundo. Anders Behring Breivik, un joven de 32 años, materializó el viernes los planes que se ocultaban tras su irreconocible amenaza. Primero, reventó con un coche bomba las oficinas del Gobierno en Oslo y, a continuación, inició una cacería de jóvenes en la isla de Utoya. La magnitud de la matanza es increíble: hay ya 92 muertos, pero se sabe que es una cifra provisional. Quedan cadáveres en los edificios del Gobierno y hay al menos otras cuatro personas desaparecidas en la isla.

Noruega intentó conciliar el sueño dándole vueltas a la idea de cómo el terrorismo yihadista había llegado hasta su paradisíaco territorio. Ayer, sin embargo, se despertó con la noticia de que no había ningún enemigo exterior. Según la policía, Breivik, un granjero local con estudios universitarios, es el responsable de la demencial barbarie. Él habría llevado a cabo los dos ataques aunque, basándose en algunos testimonios de supervivientes, la policía todavía no ha descartado que contara con algún cómplice tanto para colocar el coche bomba como en el tiroteo.

El siguiente interrogante que atormenta al país es el porqué.Algunos medios noruegos indicaban ayer que el pistolero, detenido sin oponer resistencia, está cooperando en los interrogatorios y ha reconocido que disparó armas de fuego. De momento, la principal hipótesis que ha emergido son sus vínculos ultraderechistas. Breivik no escondía su ideología y en Internet participaba en foros políticos. Islamófobo declarado, el joven se define en su perfil de Facebook como profundamente cristiano y conservador. Además, ya se sabe que el mensaje que tuiteó es en realidad una cita del pensador John Stuart Mill.

La misma mano

El relato de los macabros ataques todavía tiene importantes puntos oscuros, pero arranca el viernes a las 3.30 de la tarde. En ese momento, un potente coche bomba estalló en el distrito gubernamental de Oslo. La explosión destrozó varios edificios y afectó a la oficina del primer ministro, el laborista Jens Stoltenberg. Siete personas, la mayoría funcionarios, perdieron la vida en un zarpazo que parecía llevar el sello islamista. Algunos analistas evocaron rápidamente la posibilidad de que los yihadistas buscaran un blanco fácil: un país muy tranquilo de 4,8 millones de habitantes y con medidas de seguridad menos sofisticadas.

Apenas dos horas después, llegaron las primeras informaciones de un segundo ataque. Esta vez, se trataba de un tiroteo en la isla de Utoya, situada a 40 kilómetros de Oslo. Allí, se desarrollaba un campamento de verano de las juventudes del Partido Laborista. Más de 500 asistentes de entre 15 y 22 años participaban en unas jornadas que combinaban discusión política, deporte y actividades lúdicas. Las dos masacres se asociaron de inmediato, pero nadie sospechaba que detrás podría estar la misma mano.

Breivik había calculado bien la confusión y la alarma que provocaría el atentado en Oslo. Todavía no está claro si detonó personalmente el coche bomba o empleó un temporizador, pero aprovechando su impacto se presentó poco después en la isla. El agresor tomó una embarcación para llegar hasta Utoya. Según varios supervivientes, muchos jóvenes se habían reunido en el edificio principal del complejo para informarse de lo sucedido en Oslo. Al parecer, se encontraban en una gran sala cuando el pistolero entró con total tranquilidad.

Breivik pidió intervenir para ofrecerles la información de última hora y realizar algunos chequeos de seguridad. A partir de ahí, el infierno se adueñó de la isla. El pistolero empezó a disparar de forma indiscriminada y alcanzó de lleno a muchos jóvenes que se encontraban a escasa distancia. Según Reuters, contaba con un arma automática, un rifle y una pistola. Incluso llevaba puestos tapones en los oídos para mitigar el ruido de los disparos.

Una ratonera

La matanza alcanzó una dimensión desconocida en Europa desde los atentados del 11-M en Madrid por el reducido tamaño de Utoya. De apenas quinientos metros de largo, el terreno se convirtió en una ratonera. Breivik, que de acuerdo a los medios noruegos fue tirador en un club local, persiguió de forma metódica a sus víctimas. En algunas imágenes, se le ve hasta registrando posibles escondites en la orilla.

La cacería de Utoya se prolongó durante más de una hora. La policía no lo ha confirmado, pero algunos testigos aseguran que remató sistemáticamente a varios jóvenes en el suelo para asegurarse de que no seguían vivos. Algunos campistas también perdieron la vida ahogados al intentar alejarse de la isla. Finalmente, el tirador fue detenido después de que varias unidades de élite llegaran a la isla en lancha y helicóptero.

Los noruegos intentaban comprender ayer las razones de la tragedia, pero empezaban a escucharse críticas por la tardía intervención de la policía. En total, 85 personas murieron en Utoya, tradicional cantera del Partido Laborista. Las fuerzas de seguridad seguían inspeccionado la isla en busca de nuevos cuerpos y se debatía el envío de un minisubmarino para colaborar. «Lo ocurrido está más allá de la comprensión. Es una verdadera pesadilla», lamentó el primer ministro de un país con el alma desgarrada.