Si algo pusieron en evidencia los resultados de estas elecciones en Argentina, además de la victoria de Cristina Fernández, es el presente de una oposición diezmada, diluida, sin liderazgos claros y de prestigio, y sin proyectos convocantes.
La sociedad argentina les dijo basta a los políticos de la vieja guardia a la espera de nuevas generaciones. En este marco de fracasos, los resultados del domingo mostraron al socialista Hermes Binner, gobernador de la provincia de Santa Fe y candidato presidencial del Frente Amplio Progresista (FAP), como el menos perdedor de todos los grandes derrotados.
El segundo lugar obtenido, a casi 38 puntos de diferencia con la presidenta, no es un mal número para su primer intento presidencialista y lo coloca como el líder de la oposición.
Hay dos grandes perdedores en esta elección. El primero es Eduardo Duhalde, que en las primarias de agosto había quedado tercero, con 2.595.996 votos (12,12 %), y el domingo se quedó en quinto lugar con el 5,81 %. Duhalde quedó más cerca del retiro de la política que de otra nueva aventura electoral.
La otra gran derrotada es Elisa Carrió. La suya fue la más dura de las derrotas, porque sacó menos votos aún que los exiguos 689.033 que obtuvo en las elecciones primarias. De aquel 3,22 % pasó al 1,87 % de los votos; la que menos sacó de todos los presidenciables.
Como recambio, La Cámpora, la agrupación juvenil que apadrina Máximo Kirchner, prepara su desembarco en la Cámara de Diputados. Datos provisionales le otorgaban ayer cinco escaños que podrían llegar a ser diez.