Las elecciones que pueden cambiar la UE

leoncio gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

Una victoria de Hollande variaría el ritmo de los ajustes impuestos por el dúo Merkozy

19 feb 2012 . Actualizado a las 06:55 h.

¿Ampliarán los franceses el contrato a Sarkozy? ¿Lo enviarán al paro? Aunque la renovación de la presidencia es el primer objetivo de las elecciones que encara el país vecino, el resultado removerá las aguas más allá de Francia. Está en juego saber si la socialdemocracia logra salir del agujero negro y opone una alternativa al dominio conservador, pero también averiguar la fuerza de la derecha populista y comprobar qué suerte espera al programa de ajustes en que se adentró la UE empujada por Alemania. El desembarco de Angela Merkel en auxilio de Sarkozy ha llevado a algunos analistas a observar un fenómeno inédito, la aparición de una embrionaria forma de democracia transnacional.

Ocaso de la «grandeur»

Como le ocurrió a otros líderes que iniciaron su mandato en la estratosfera de las expectativas infladas, el aprecio por Sarkozy se hundió con el paso del tiempo. Hoy es uno de los presidentes peor valorados de su país ya que siete de cada diez franceses consideran negativo su balance. Según el periodista Patrice de Beer, el desencanto es enorme entre quienes más esperaban de él: muchos de los que admiraron su aura de determinación, escribe, están hartos de su arrogancia, su teatralidad y el deslumbramiento que le produce el mundo del dinero.

Las cifras no le ayudan: el paro escaló del 7,5 a casi el 10 % y la deuda pública aumentó en 612.000 millones, el 87 % del PIB. Su presidencia no pudo evitar, además, el ocaso de la grandeur. La crisis financiera, que se ensañó con toda la UE, asestó dos golpes simbólicos a Francia que han herido su orgullo nacional: la pérdida de la AAA y la evidencia de que ha sido desplazada por Alemania del puesto de mando de la UE. Esto significa para Sarkozy unas encuestas flácidas que le conceden en torno al 24 % de los votos, el punto de partida más bajo de un presidente que aspirase a la reelección, a notable distancia del favorito de los sondeos, el socialista Hollande.

Resurrección socialista

Hay discusiones sobre si Merkel actúa como madrina de Sarkozy para pagar una deuda por la complicidad con la que este la ayudó a aplanar las resistencias a su medicina de hierro o porque siente pánico ante la posibilidad de que el triunfo de Hollande haga descarrilar su agenda de austeridad. Considerado un centrista dentro del partido, Hollande no solo discrepa de lo que ve como una subordinación de Sarkozy ante la canciller, sino que rechaza la vía de salida de la crisis que diseñaron los dos. Keynesiano que cree en el gasto público para cebar el crecimiento, es partidario de la emisión de eurobonos y de convertir al BCE en prestamista de última instancia. Se opone a dar rango constitucional al nuevo tratado sobre el déficit y ya anunció que exigirá su revisión.

Hollande carece del carisma que tuvo Strauss-Kahn, pero tiene a su favor el hecho de que todas las elecciones que se celebraron en la UE desde que estalló la crisis se llevaron por delante a quienes estaban en el poder. Si se cumpliese esta regla, supondría la resurrección de una socialdemocracia confinada a los Gobiernos de coalición de Dinamarca y Bélgica. Con todo, no es esto lo que más teme Berlín. Lo que, en realidad, le preocupa es que París active un frente con los países del Sur para obligarla a levantar el pie del acelerador. España e Italia podrían estar interesados en esta victoria para escalonar las reformas de tal modo que no agraven aún más la recesión que sufren.

Alianza CDU-UMP

Según Der Spiegel, la CDU y la UMP han constituido un comité de enlace formado por el secretario general democristiano Hermann Gröhe y el ministro francés Bruno Le Maire del que ha salido una estrategia conjunta para frustrar ese escenario. Pasa por presentar a Sarkozy como un «igual» de Merkel. En paralelo, el presidente francés ha de promover un nuevo comienzo en el que defiende la germanización de Francia con reformas ya adoptadas por Berlín en la época de Schröder para aumentar su competitividad exterior.

El acuerdo puede ser contraproducente para Sarkozy ya que podría provocar una reacción nacionalista antialemana que lo haga parecer una marioneta de la canciller, pero es visto por prestigiosos analistas, como Ulrike Guérot, como un experimento de democracia transnacional. Sería un indicio de que también en materia electoral los socios de la UE han dejado de ser compartimentos estancos.

Sea así o no, rompe la tradición de neutralidad de la cancillería germana en los asuntos internos de otros países y va bastante más allá de lo que fueron en el pasado las alianzas entre París y Bonn. En 1983 Mitterrand ayudó a Helmuth Kohl pronunciando un discurso a favor del despliegue de misiles Pershing y en 1992 Kohl le devolvió el favor con una intervención a favor del sí en el referendo sobre Maastricht, pero no hubo más.

El ascenso de Le Pen

Frente a la redistribución de rentas de Hollande, el aumento de competitividad global de Sarkozy, la vuelta al proteccionismo y las fronteras cerradas.

Desde que tomó el relevo de su padre, Marine Le Pen ha hecho un esfuerzo por limar las aristas más tenebrosas del Frente Nacional y, en cierto modo, lo ha conseguido. Desestigmatizó su imagen logrando que sea visto como una fuerza tradicionalista y patriótica. Pese a ello, sigue estando en un extremo. Quiere sacar a su país del euro y reclama una vuelta atrás a la época en la que la economía tenía escala nacional. Su éxito radica en una retórica vitriólica contra banqueros, millonarios y, sobre todo, extranjeros que le ha permitido ampliar su base rural originaria y ganar adeptos entre obreros y jóvenes dañados por la globalización.

El 66 % de los franceses no la ven en la presidencia pero el 25 % desean que pase a la segunda ronda y un porcentaje que oscila entre el 17 y el 20 % le darían su voto para ello. Si lo consigue, tendría un impacto tremendo fuera de Francia ya que serviría de aliciente a los partidos xenófobos que proliferan en la UE. Sin embargo, tiene un problema con los avales ya que no logra reunir los 500 cargos electos que exige la ley a quienes entren en la carrera presidencial.

Quizás no sea casual. Según el Ifop, Sarkozy lograría empatar con Hollande en la primera vuelta con el 33 % de los votos si Le Pen no se presentase, pero quedaría 6,5 puntos por detrás de él, con el 24 % de los votos, si Le Pen compite. Esto muestra que ha perdido el favor de una franja del electorado más a la derecha que lo votó hace cinco años atraído por su discurso de mano dura. Quizás la única forma de reconquistarlo sea dejarlo sin su Juana de Arco preferida.

Berlín teme que Hollande se alíe con el sur de la UE para escalonar

las reformas

El pase de Le Pen a segunda ronda estimularía a las fuerzas xenófobas y populistas