
A falta de la mítica Tombuctú, las tribus habrían conseguido su sueño de liberar «Azawad»
01 abr 2012 . Actualizado a las 07:01 h.Las autoridades de Mali lo reconocían ayer: las tribus tuaregs sublevadas en el norte del país africano han tomado la ciudad de Kidal y tienen rodeada la todavía más estratégica Gao, que podría caer en cuestión de horas. De ser así, los rebeldes ganarían el control casi completo de la mitad norte del país, a falta de la mítica Tombuctú. En la práctica, sería la consecución de su sueño de liberar «Azawad», el nombre que los nómadas dan a la región. Mali, en la resaca de un golpe de Estado, no parece en condiciones de responder a este desafío, y en el resto del mundo crece la preocupación por lo que se interpreta como un «efecto dominó» de la guerra civil de Libia del que podrían sacar provecho los radicales islámicos.
Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI) tiene sus bases en la región y a veces a sus miembros se les confunde con los tuaregs. La cuestión, sin embargo, requiere muchos matices.
Sin duda, el desencadenante de esta rebelión es la inestabilidad en Libia, que ha inundado la región de armas sofisticadas a las que los tuaregs nunca habían tenido acceso. También la caída de Gadafi ha permitido que sus líderes, exiliados en Libia desde la fallida sublevación del 2008, regresasen a Mali con un plan para intentar de nuevo la secesión.
El jefe militar de la revuelta, Muhammad Ag Nayim, por ejemplo, es un coronel del Ejército gadafista. Pero también muchos tuaregs lucharon contra el dictador, y el secesionismo tuareg es una constante histórica que no puede achacarse simplemente a las circunstancias.
El islamismo
Tampoco el islamismo tiene mucho que ver con esta revuelta, al menos en principio. El pasado octubre, en una reunión secreta en un oasis del desierto argelino, los tuaregs crearon una nueva organización, el Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA), cuyo objetivo, quisieron dejar muy claro, es un Estado independiente y laico tanto para los tuareg como para los otros habitantes de la región. Cuando el líder del ala más religiosa, Iyad Ag Ghali, propuso siquiera un islamismo moderado «a la manera de Egipto o Túnez», una de las delegadas le informó de que «eso solo sucedería pasando sobre el cadáver de cada una de las mujeres de Azawad».
Que Iyad Ag Ghali decidiese entonces abandonar la organización y crear su propio grupo es significativo. Ambas organizaciones, el MNLA y Ansar ad-Din, han luchado juntos en la toma de Kidal, por lo que parece que han llegado a un acuerdo. Pero incluso Ansar ad-Din mantiene sus distancias con Al Qaida.
Esto no tiene nada de extraño, porque la presencia de Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI), en su mayoría formada por argelinos, ha sido siempre mal vista por los tuaregs.
Alianza con criminales
AQMI ha forjado una alianza con las bandas criminales locales y no respeta las jerarquías de las tribus. Los roces han sido constantes, a veces muy violentos. Aparte de diferencias ideológicas, estos grupos compiten entre sí por el control de las rutas comerciales (que ahora ya solo sirven para transportar droga, armas o inmigrantes).
Los tuaregs incluso acusan al Gobierno de Mali de haber fomentado a Al Qaida en la zona para mantenerlos controlados, lo que posiblemente sea exagerado (aunque encuentra alguna confirmación en los cables de Wikileaks sobre Mali).
¿Cómo responderá ahora Mali? El Ejército tomó el poder hace unos días precisamente porque creía que el Gobierno no hacía lo suficiente para frenar a los tuaregs. Ahora resulta que el caos creado por los golpistas les ha facilitado las cosas más todavía, de modo que es posible que, como en rebeliones anteriores, se busque un acuerdo con la mediación de Argelia o Níger. La diferencia es que, esta vez, los tuaregs, que ya han invocado el ejemplo de la reciente secesión de Sudán del Sur, están en condiciones de pedir mucho más.