Ha propuesto reducir un tercio los arsenales nucleares, pero Putin rechaza su oferta
20 jun 2013 . Actualizado a las 07:00 h.Barack Obama esperó cinco años para hacer su primera visita oficial a Berlín como jefe de Estado. Pero durante sus treinta minutos de gloria ayer frente a la Puerta de Brandemburgo, el lugar que eligieron también sus antecesores para dar a conocer su visión en política exterior y su compromiso con el Viejo Continente, no sorprendió a casi nadie.
El controvertido Nobel de la Paz convocó una y otra vez el «espíritu de Berlín», que definió la lucha en esa ciudad hace medio siglo. «América estará siempre del lado de Europa y quiere trabajar con ella para asegurarnos de que cada persona puede disfrutar de la dignidad que da tener un trabajo, con independencia de donde vivas, ya sea Chicago, Cleveland, Belfast, Berlín, Atenas o Madrid».
Recordó que «el Muro es historia pero nosotros también tenemos que escribir historia». Angela Merkel, que hace cinco años le negó el privilegio de hablar en este emblemático escenario (entonces era candidato y estaba en campaña), también fue elogiada, por ser «ejemplo de vida». La canciller, que creció en el Este de Alemania, recordó que ese lugar «es el símbolo de nuestra libertad».
La novedad fue el anuncio de reducir en un tercio el arsenal nuclear, si Rusia se aviene a hacer lo mismo. «Mientras sigan existiendo ojivas nucleares, no estaremos en un mundo seguro», dijo Obama. Ahora bien, y siguiendo la línea de desencuentros vivida en la cumbre del G-8, su contraparte rusa no tardó en dar un no por respuesta. Vladimir Putin aseguró que no permitirá que se altere el equilibrio del sistema de disuasión nuclear.
El primer presidente negro, que tantas pasiones convocó hace cinco años, cuando habló un kilómetro más allá, en la Columna de la Victoria, no hará historia con el discurso de ayer, aunque sí la convocara. Los paralelismos con John F. Kennedy eran inevitables, sobre todo porque hace 50 años que en esta misma ciudad, ese presidente estadounidense pronunció aquellas famosas palabras: Ich bin ein Berliner (yo soy berlinés), las únicas que parafraseó hoy en alemán Obama. Recordó que JFK dijo mucho más que aquello, y que llamó a los alemanes a trabajar en defensa de un mundo mejor.
En este sentido Obama recordó que todavía se discrimina a las personas por su sexo, religión y orientación sexual. Aquí arrancó aplausos entre los 4.000 invitados, que se cocían con temperaturas de más de 35 grados sin poder protegerse del sol. Les invitó a quitarse la chaqueta, y él mismo lo hizo. «Estamos entre amigos», dijo.
Promesas incumplidas
Afirmó que redoblará sus esfuerzos por cerrar Guantánamo, una de tantas promesas incumplidas. El uso de drones y el escándalo de espionaje masivo son los otros dos temas que ensombrecen la gestión de Obama, sobre todo en Alemania. El presidente llamó a «dejar atrás la mentalidad de la guerra perpetua (?)». Ni una palabra en alemán, como esperaban todos. Tampoco estuvieron presentes su mujer y sus hijas. «Cansadas de escuchar el enésimo discurso de su padre, prefieren descubrir la belleza y la historia de Berlín por su cuenta», dijo en tono de guasa el siempre carismático Obama.