«Lo que pasó fue muy, muy grave. Tanta gente ha muerto y otros están muriendo. No hay alimentos ni medicinas», aseguran los sobrevivientes
10 nov 2013 . Actualizado a las 18:06 h.Consiguieron escapar de la muerte pero sus problemas apenas comienzan: las víctimas del tifón Haiyan en Filipinas han perdido a seres queridos pero también sus posesiones y ahora se enfrentan al hambre y las enfermedades.
Cuando Andrew Pomida baja de un avión militar en la capital, Manila, lleva puesta una camiseta sin mangas, pantalones cortos y chancletas, todo prestado. El objetivo de este maestro y padre de familia de 36 años de Leyte, la zona más afectada por el tifón, es llevar de vuelta a casa alimentos, medicinas y otros suministros.
Pomida relata que él y sus hijos sobrevivieron a una ola procedente del mar que parecía un tsunami atándose con una cuerda a un poste y trepando al segundo piso de su casa en la ciudad de Tacloban, la capital de Leyte. Nueve de sus familiares murieron en el que ya es considerado uno de los peores tifones de la historia.
«Hay tantos muertos solamente en Tacloban», señala. «Lo que pasó fue muy, muy grave. Tanta gente ha muerto y otros están muriendo. No hay alimentos ni medicinas. El gobierno está llevando alimentos pero no es suficiente».
Mientras las autoridades, las organizaciones de ayuda y grupos voluntarios realizan un enorme esfuerzo para asistir a las víctimas, la destrucción causada por el tifón Haiyan está agotando los recursos con más de cuatro millones de afectados.
Los equipos de rescate están enfrentando numerosos problemas logísticos porque el tifón dejó las carreteras intransitables, decenas de aeropuertos dañados y la electricidad y telecomunicaciones cortadas.
«Estamos haciendo todo lo posible para llevar ayuda a todos», dijo el portavoz militar teniente coronel Romeo Zagala en medio de los llamamientos para que lleguen los suministros.
Michael Francisco, un soldador de 36 años, dijo que solamente planea estar una noche en Manila para comprar alimentos, medicinas, leche y linternas antes de volver a Tacloban a buscar a su hija de diez años y a su hermana.
«Mi hija vive con su tía en un distrito diferente del mío y no hemos sido capaces de comunicarnos con ellas», relata tras llegar con otros 30 hombres. «Estaba todo inundado y había muchos postes eléctricos caídos».
Francisco explicó que se están multiplicando los saqueos porque la gente tiene hambre. «Entraron en tiendas que venden alimentos, medicinas, ropa, zapatos y toallas, porque estamos todos mojados», indicó.
Hasta el momento las autoridades han confirmado la muerte de 151 personas, pero varios funcionarios y organizaciones de ayuda creen que hay miles de muertos por el tifón Haiyan. La cruz Roja habla incluso de más de 10.000.
Desiree Tejano, de 27 años, huyó con su hija de tres años, su madre y su hermana de Tacloban a Manila, donde se quedará con otra hermana. Su padre y otra hermana se quedaron a vigilar la casa de dos pisos de la familia.
«Tenemos miedo de dejarlos allí, pero no teníamos otra opción. No hay nada que comer o beber», se lamenta, al tiempo que relata que sobrevivieron porque se abrazaron fuertemente en el segundo piso de la casa.
Tejano señala que tiene miedo de que su hija se enferme por el hedor de los cadáveres en descomposición. «Fue como ser golpeados por un tsunami y un huracán a la vez», explica. «Con todos los cuerpos alineados en las calles, por todas partes, el hedor de la descomposición ha envuelto el aire».
«Nosotros tenemos suerte porque ninguno de mis seres queridos ha muerto», añadió. «La mayoría de mis vecinos están muertos. La muerte está en todas partes».