
Muchos temen que tras la muerte de Madiba se tambaleen 20 años de democracia y convivencia relativamente pacífica
08 dic 2013 . Actualizado a las 22:05 h.«Cuando Nelson Mandela muera, morirá la libertad», decía en el 2012 el sensacionalista título de una columna publicada en el diario sudafricano Times. El texto profundamente pesimista reflejaba el miedo de muchos, sobre todo de los sudafricanos blancos, a lo que podría pasar en ese momento. Blogs de radicales de derecha extendieron incluso el miedo a un llamado plan uhuru que descargaría el odio sobre los blancos tras la muerte de Mandela.
Tras 20 años de democracia y convivencia relativamente pacífica en Sudáfrica es algo que cuesta imaginar, incluso aunque sigan abiertas profundas heridas derivadas del sistema de segregación racial del apartheid. Sin embargo, muchos temen que tras la muerte del «padre de la nación», el país se encuentre ante tiempos difíciles. Incluso el presidente, Jacob Zuma, llamó a la población el pasado junio, cuando empeoró el estado de salud de Mandela, a que no cundiera el pánico.
El arzobispo emérito Desmond Tutu está entre quienes cree en la estabilidad de la joven democracia sudafricana y contradijo a quienes opinan que ahora el país se encuentra ante «un desastre» y que «arderá en llamas». La muerte de Mandela «no desestabilizará las relaciones entre las razas», destacó también el prestigioso Instituto de las Relaciones Raciales (IRR) en Johannesburgo.
«No habrá batallas callejeras. Para nosotros los jóvenes de todos los colores el apartheid es historia», afirma el arquitecto James, de 28 años, en ciudad del Cabo. Pero muchos sudafricanos lo ven de forma diferente y no sólo porque políticos como el líder del nuevo partido populista de izquierda EFF (luchadores por la libertad económica), Julius Malema, quiera movilizar a la población negra con tesis radicales como la expropiación a los blancos. «Ahora quizá haya cosas que vayan peor, creo que Sudáfrica volverá a dividirse más», cree también la taxista Sarah Xholi, de 51 años, de Ciudad del Cabo.
Ambiente racial enrarecido
Pese a que Zuma invoca los ideales de Mandela como una herencia política a la que los sudafricanos deben ahora hacer justicia, el presidente y su partido gobernante, el Congreso Nacional Africano (CNA), llevan años protagonizando escándalos de corrupción y nepotismo. «El CNA sigue siendo (...) un típico partido africano, corrupto y saqueado por la mala gestión», opina el politólogo Stephan Bierling.
Unos piensan que sin Nelson Mandela al CNA todo le resultará más difícil, mientras otros opinan que desaparecerán «inhibiciones al ataque a los blancos» en el seno del partido, como dice una empresaria de la capital que no quiere dar su nombre. Y es que muchos blancos también creen que el ambiente entre blancos y negros se ha enrarecido.
Para muchos la muerte de Mandela marca el fin de una era, porque pese a que desde hacía mucho tiempo ya no estaba activo en política, el Nobel de la Paz seguía siendo la conciencia de la nación, un recordatorio mudo de la libertad y la disposición a la paz.
Y es que su visión extraordinaria pasó por la reconciliación con sus antiguos enemigos, un mensaje inesperado para los combatientes por la libertad victoriosos. Mandela quiso unir en una «sociedad del arcoiris» a blancos, negros y personas de otras razas en una comunidad floreciente y pacífica. Una visión que estuvo muchas veces en peligro de olvidarse. «19 años después del nacimiento de una democracia no racista, el racismo sigue siendo un aparte de la realidad de la que no se habla en público», analizó el ex embajador estadounidense John Cambell en la revista Foreign Policy. «El apartheid fue sustituido por la autosegregación», ya que muchos sudafricanos viven en entornos sociales de sólo blancos o de sólo negros.
Sobre todo la mayoría negra está decepcionada por el ritmo del cambio social. Millones de personas siguen viviendo en la pobreza extrema, el desempleo asciende al 25 % y casi la mitad de los jóvenes negros está desempleado, lo que se suma a que para la mayoría de la población sigue vetado el acceso a las riquezas del país, con su industria y sus ricos recursos naturales.
La brecha entre ricos y pobres apenas se ha reducido desde 1994, pese al gobierno del CNA. Pocos negros lograron ascender socialmente como empresarios, académicos o funcionarios de alto rango. Desde hace años se agudiza el tono de la lucha de clases, al tiempo que aumenta un agresivo nacionalismo negro y la violencia política. Y la situación económica también es gris.
La muerte de Mandela tendrá también repercusiones en el día a día político, sobre todo de cara a las elecciones previstas para 2014, en las que la oposición teme una ola de simpatías para el CNA, el partido de Mandela. Su muerte «movilizará a los miembros del CNA como nunca antes», cree la líder opositora Helen Zille. Pero el CNA «ya no comparte las visiones maravillosas de Madiba», cree la gobernadora de la provincia de Cabo Occidental.