La hija de un obrero y un soldado herido en Afganistán sirvieron al presidente para defender su agenda política
30 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.Como en todos los discursos de la Unión, en el de la noche del martes los principales aplausos fueron para los invitados especiales en el palco junto a la primera dama, aquellos que pueden decir más que las palabras. Barack Obama escogió a estadounidenses de a pie para introducir a los héroes anónimos en que quiere inspirar su política.
El más aplaudió fue sin duda Cory Remsburg, un sargento que sufrió graves heridas en Afganistán de las que aún se está recuperando. Todo el Congreso, Barack Obama incluido, le aplaudió durante largos minutos. «Nunca se da por vencido, no tira la toalla», dijo.
También sonaron los aplausos por Mary Barra, la primera mujer directora de General Motors, a la que el presidente se refirió como «la hija de un obrero» y a la que puso como ejemplo de su lucha por la igualdad de oportunidades. Al igual que el «hijo del tabernero» que llegó a ser presidente de la Cámara de Representantes. El republicano John Boehner, que estaba sentado detrás, tardó unos segundos en darse cuenta de que se estaba refiriendo a él. O «el niño criado por una madre soltera que es presidente de este país», recordó sobre sí mismo.
«En Estados Unidos el éxito no debería depender de dónde uno nace», subrayó.
Sentada republicana
Estos comentarios merecieron los aplausos de todos los presentes, algo que no ocurrió con el resto del discurso sobre el estado de la Unión. Algunos republicanos optaron por permanecer sentados mientras el resto del auditorio aplaudía en pie.
En la tribuna de invitados había este año muchos hispanos a los que recurrió para defender tanto la reforma migratoria como una educación y una sanidad para todos. Entre los convocados por legisladores demócratas y Michelle Obama estaban una niña de 12 años de Puerto Rico, una joven hispana sin visado y Carlos Arrendondo, costarricense que se hizo muy popular por la ayuda que prestó a los heridos tras las bombas en el maratón de Boston. También estaban allí el dueño de una pizzería y una de las cocineras, que contemplaron cómo Obama les felicitaba desde la tribuna porque ellos sí disfrutan de un salario superior al mínimo federal.
Al lado de la primera dama estuvo también Jason Collins, el primer jugador de la NBA que ha reconocido ser gay, cuando los Juegos de Sochi están a la vuelta de la esquina con la polémica sobre las leyes antihomosexuales de Putin.