05 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Slenderman (el hombre delgado) nació en un foro de Internet. Su creador, Eric Knudsen, lo situó en el medio de una fotografía donde aparecían niños. El denominador común de las historias que se fueron tejiendo sobre este hombre sin rostro lo sitúan como un secuestrador y atormentador de niños. Hasta aquí, parecería un personaje más que añadir a la galería de los personajes malvados de los cuentos infantiles, como la bruja de Hansel y Gretel en el cuento de los hermanos Grimm.

Sabemos que los cuentos infantiles están plagados de personajes malvados que raptan, maltratan y matan a los niños. Estos relatos cumplen la función de integrar y simbolizar, de un modo no traumático, la existencia de la maldad en el psiquismo infantil.

Pero el cuento tradicional está hecho de una vez y para siempre. De hecho, los niños exigen que se les cuente siempre de la misma manera. Se trata de relatos que tienen un carácter altamente simbólico y en los que la ficción, aunque apunta a una verdad del ser humano, se distingue perfectamente de la realidad.

Sin embargo, en el momento actual, la realidad virtual extiende su dominio sobre la vida real hasta eclipsarla y, en ocasiones, sustituirla. La realidad está en las pantallas. Esto puede provocar una dilución de los límites entre ficción y realidad y provocar un pasaje al acto de las historias virtuales, que se construyen en red y con frecuencia de modo anónimo.

Las dos niñas que en Wisconsin acuchillaron 19 veces a su amiga buscaban agradar a Slenderman y demostrarle que eran sus agentes. Si bien no es descartable que puedan padecer un trastorno psicopatológico, lo que parece mostrar este episodio es cómo una ficción virtual puede capturar y anular la conciencia de realidad. El acto comenzó a planificarse hace meses, no fue el producto por lo tanto de un impulso.

Las asesinas, afortunadamente fallidas, pensaban encontrar refugio en la mansión del demonio en los bosques. Ahora están en prisión, y tal vez por decenios ya que serán juzgadas como adultas. La casa imaginaria se ha transformado en una cárcel real.

Cuando se sustituye la ficción por la realidad, la realidad retorna del único modo posible. En este caso, en lo real del castigo que obliga a interiorizar que un acto criminal no es un juego.

Manuel Fernández Blanco es psicoanalista y psicólogo clínico.