El terror yihadista pone a prueba a los aliados árabes de la coalición

Laura Fernández Palomo AMÁN / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

JAMAL NASRALLAH | EFE

Amán ahorca a dos terroristas en venganza por la muerte del piloto

05 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Si lo que pretendía el Estado Islámico (EI) era agitar a los jordanos para que exigieran la salida de su país de la coalición internacional liderada por EE.UU. ha conseguido el efecto contrario. En las palabras de Safi al Kasasbeh, el padre del piloto asesinado, queda sintetizado el posicionamiento del país: «Pido que el Estado Islámico sea completamente destruido», clamó. El rey Abdalá certificó sus palabras al anunciar que llevará a cabo una guerra «implacable» contra el grupo yihadista «en su propio territorio». Sin embargo, la brutalidad del EI ha tenido impacto en otros aliados árabes, como los Emiratos Árabes Unidos que suspendió su participación en la coalición tras la captura en diciembre del piloto Muaz al Kasasbeh, según desveló ayer The New York Times.

Jordania cumplió su promesa de venganza antes incluso de que el rey hubiera aterrizado en el país, de regreso de una visita interrumpida en EE.UU. Al amanecer local, la terrorista de Al Qaida por la que pedían intercambiar al piloto jordano, Sayida al Rishawi, y otro preso iraquí sentenciado a pena de muerte, Ziad al Karbuli, eran ejecutados en la horca. El país parecía quedar satisfecho y la ira se fue convirtiendo en luto. Las iglesias doblaban las campanas y las mezquitas llamaban a la oración en recuerdo del piloto mártir. En la mezquita de Al Huseini, centro de convocatoria de manifestaciones en Amán, se congregaban decenas de personas para rendir tributo a Muaz.

La rama jordana de los Hermanos Musulmanes, con presencia en el Parlamento, condenó sin paliativos la ejecución y remarcó que las acciones del EI contradicen los principios básicos del islam. Con más dureza se manifestó la escuela egipcia de Al Azhar, referente del islam suní, que pidió «matar, crucificar y amputar manos y pies» a los terroristas del Estado Islámico. 

Las imágenes del piloto ardiendo son una aplicación del «ojo por ojo», según justificaron los yihadistas a través de las redes sociales, en la que aseguran que le dieron la misma muerte que la que sufren las víctimas de los bombardeos que ejecutan cazas como el que pilotaba. Muaz al Kasasbeh fue ejecutado en un antiguo cuartel del Ejército sirio, que hace dos meses fue blanco de un ataque de la coalición en el que murieron miembros de EI.

 

Un símbolo para el Estado Islámico

Sayida al Rishawi tenía un valor más simbólico que militar para el Estado Islámico La llamaban «nuestra hermana». El 9 de noviembre del 2005, Rishawi y su marido entraron en el hotel Radisson de Amán. A ella le falló el detonador, pero él se inmoló matando a 57 invitados a una boda. Su hermano era lugarteniente del jordano Abu Musab al Zarqaui, fundador de Al Qaida en Irak -embrión del EI-. Los dos murieron a manos de EE.UU. 

 

La tribu de los Kasasbeh, uno de los pilares de las Fuerzas Armadas jordanas

Abdalá II no se demoró en visitar a la familia del piloto Muaz Kasasbeh en Karak cuando el Estado Islámico hizo público su secuestro en diciembre. Un gesto estratégico de la casa real como todos los que tienen que ver con las comunidades tribales en Jordania. La familia Kasasbeh está integrada en la extensa tribu de los Bararsheh, uno de los pilares de las Fuerzas Armadas. Su padre, Safi, es un líder religioso y tribal con poder de palabra.

La monarquía no escatimó en prebendas con las tribus originarias para consolidar su poder cuando la fundación del reino hachemí en 1946. Desde entonces, las tribus han disfrutado de privilegios institucionales a través de cargos en la Administración y en las Fuerzas Armadas a cambio de mantener la estabilidad de la corona.

Aunque son habituales los pulsos entre la realeza, y sus intereses políticos, y las tribus, y sus intereses sociales. Su presión ha sido notable durante todos estos años de convulsión política, al hilo de la primavera árabe, durante los que Abdalá II ha viajado con asiduidad a las localidades originarias de los clanes familiares para hacer política.

 

Presiones

La presión tribal también fue determinante para que Jordania decidiera suspender el pasado diciembre los ocho años de moratoria para la aplicación de la pena de muerte. Aunque las exigencias internacionales para la reformas políticas de Jordania pedían mantener el aplazamiento, pocos días antes del secuestro de Muaz, once presos yihadistas fueron ejecutados.

El Ejército fue el primero en pedir de nuevo la ejecución de condenado por terrorismo como venganza tras la difusión del vídeo en el que era asesinado brutalmente el piloto jordano. El Ejecutivo y el rey evitaron pronunciarse durante las primeras horas sobre este hecho, cuando los dos presos de Al Qaida ya estaban siendo trasladados hasta la prisión de Suwaqa, el lugar donde se aplicó la pena capital. El monarca todavía no había regresado de su viaje de Estados Unidos, cuando murieron en la horca, aunque toda sentencia debe ser ratificada por el monarca.

El asesinato de Muaz puede servir de punto de inflexión. Todo el mundo árabe y musulmán condenó el asesinato del piloto y desvinculó el islam. También es clave la dura condena de la prestigiosa institución del islam suní Al Azhar.