Tsipras también lo pasa mal a la hora de negociar en casa

íñigo domínguez ATENAS / COLPISA

INTERNACIONAL

Una pensionista forcejea para entrar a una sucursal bancaria en la isla de Creta.
Una pensionista forcejea para entrar a una sucursal bancaria en la isla de Creta. Stefanos Rapanis | Reuters

El ala radical de Syriza, encabezada por el ministro Lafazanis, avisa de que no aceptará cualquier acuerdo con la troika

10 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La paradoja a la que se enfrenta ahora el primer ministro griego es que tiene que vender en casa como un logro algo que, en principio, es peor que la propuesta rechazada en el referendo del domingo. En este teatro del absurdo donde se mezclan lances emotivos y cálculos técnicos, Alexis Tsipras tiene dos frentes abiertos. Se habla del externo, el europeo, pero el interno también es fino.

En caso de acuerdo con los socios el domingo, no solo serán Angela Merkel y otros líderes quienes deban superar luego el trámite de sus parlamentos nacionales. También Tsipras, y no será tan fácil, porque sus principales críticos están en su propio partido. Syriza, la coalición de extrema izquierda del primer ministro, es una unión de trece siglas de un amplio espectro ideológico, no siempre armónico. La llamada ala dura, unos 40 diputados de un total de 149, ha sido el principal acicate para tensar la negociación en Bruselas estos cinco meses. Es más, algunos analistas creen que Tsipras convocó el referendo solo para imponerse dentro de su partido.

Esas dos almas emergieron ayer nada más empezar la mañana. El portavoz del Ejecutivo, Gavriil Sakelaridis, se despertó muy optimista y veía el acuerdo al alcance de la mano: «Si todo va bien puede que no sea necesaria ni la cumbre del domingo». Pero luego apareció el cabecilla del núcleo duro, Panayiotis Lafazanis, y pisó el freno: «No queremos un tercer rescate que traiga más austeridad y sufrimiento al pueblo griego. A estas alturas todas las opciones son duras, pero las peores, las más humillantes, significarían la rendición del país, y eso nunca lo aceptaremos».

Ahora se aprecia bien cómo se movió Tsipras el lunes, al día siguiente del referendo. Sus dos decisiones de ese día preparaban este escenario. Forzó la dimisión de Yanis Varufakis, no solo porque nadie lo soportaba en Europa, sino porque su sustituto, Euclides Tsakalotos, es un influyente exponente del ala dura de Syriza. Será Tsakalotos, uno de los suyos, quien firme el acuerdo y deba convencer de sus bondades al resto de camaradas. El segundo gesto de Tsipras fue reunir a todos los partidos de la oposición, salvo el neonazi Amanecer Dorado, que firmaron una declaración de unidad nacional para apoyar un acuerdo con la UE. Solamente los comunistas se negaron. Es decir, Tsipras puede permitirse un paquete de votos en contra de su propio partido en el Parlamento, porque el resto de fuerzas le salvará los muebles

El presidente provisional del partido conservador Nueva Democracia (ND), Vangelis Meimarakis, confirmó ayer que respaldará al Gobierno. Lo ocurrido en ND es significativo del éxito de la estrategia de Tsipras en el plano interno. Ese partido pidió el sí el domingo y el resultado hizo dimitir a su entonces líder, Antonis Samaras. El centro y la derecha griegas tienen mucho interés en que Tsipras vuelva de Bruselas con un acuerdo. Hay un miedo que se palpa en cualquier conversación con empresarios o gente de clase alta: temen que una salida del euro se traduzca en medidas de emergencia como nacionalizar entidades financieras y grandes compañías, e incluso una deriva autoritaria para aplacar la agitación social. En fin, una especie de Venezuela mediterránea.

Stavros Theodorakis, periodista líder de To Potami, el nuevo partido que sería algo así como Ciudadanos, no ha dudado en advertir del riesgo de «una democracia controlada de estilo ruso». «En Syriza hay importantes dirigentes a quienes este tipo de régimen les gusta mucho. No creo que Tsipras cometa el error de hacerles caso, pero Grecia no puede ser una democracia si sale de Europa».

En este panorama guarda silencio un sector normalmente muy ruidoso, los violentos grupos anarquistas y antisistema que han salido a quemar la capital en los momentos de tensión en los últimos años. Desde que Tsipras llegó al poder han estado muy tranquilos. La semana pasada, en la última manifestación por el no en Syntagma, aparecieron por primera vez y tuvo lugar la primera carga policial de un Gobierno de extrema izquierda griego. Si hay acuerdo con la UE y no les gusta, tras el subidón patriótico del referendo, quizá salgan a expresar su opinión del mejor modo que conocen.

Los periódicos se quedan sin papel

Con los bancos cerrados y la economía estancada, algunos periódicos griegos se están quedando sin papel y podrían verse obligados a detener las ventas hasta que los bancos abran de nuevo. Es el caso de la gaceta más vendida de la isla de Lesbos, «Empros», que ya ha reducido el número de páginas. El periódico más vendido del país, «Ta Nea», escribió en un editorial el 1 de julio: «El periódico que sostienes en tus manos tiene solo 32 páginas porque las existencias de papel impreso durarán solo unos días y no será posible obtener nuevos suministros a causa del cierre de los bancos».

Schauble se harta de EE.UU. y sugiere cambiar Grecia y Puerto Rico

El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schauble, se permitió hace unos días «una broma» con el secretario del Tesoro de EE.UU., Jack Lew. Durante un encuentro en Francfort, Schauble relató cómo había planteado a Lew un intercambio imposible. «Le ofrecí que nos quedaríamos con Puerto Rico en la zona euro si EE. UU. quisiera admitir a Grecia en el dólar». Según el germano, el ministro de Obama «pensó que era una broma». El comentario de Schauble, considerado una salida de tono por algunos analistas, se atribuyó a la irritación provocada por la continua presión de la Casa Blanca para zanjar la crisis griega.