En física cuántica existe un famoso experimento que se conoce con el nombre de «el gato de Schrödinger». Sin entrar en detalles, consiste en que un gato metido en una caja puede ser que esté muerto y vivo a la vez. La economía griega era ya una variante del gato de Schödinger: está en bancarrota y a la vez no lo está. Ahora sucede lo mismo con su situación política. Es como si Syriza estuviese en el poder y en la oposición a la vez. Alexis Tsipras ha inventado una especie de tecnocracia al revés. En la tecnocracia se llama al poder a profesionales sin ideología para que lleven a cabo un programa concreto con el que están comprometidos. El actual Gobierno de Grecia es exactamente lo contrario: un ejecutivo fuertemente ideologizado que ha decidido completar de manera profesional una política que quiere que fracase. No se trata del clásico incumplimiento de programa de los que hay miles. Esto es otra cosa, un auténtico experimento cuántico.
Quizás acabe siendo un experimento imaginario, como el de Schrödinger, que nunca se ha llevado a cabo. Hasta ahora Tsipras ha podido mantener una mayoría suficiente en el Parlamento, e incluso una popularidad considerable, lo cual es bastante asombroso. Pero su mayoría es precaria y ayer se decía que si en los próximos días el número de diputados que le apoyan dentro de su propio partido cae por debajo de los 120 [ahora son 123] Tsipras dimitirá. Eso es lo que se cree, pero también es cierto que si el primer ministro no ha encontrado todavía razones suficientes para dejar el poder no está claro qué es lo que le podría convencer.
Irónicamente, Tsipras parece haberse aficionado a la idea del rescate, y ahora confía en uno político, un préstamo insostenible de apoyos parlamentarios de la oposición y una inyección de capital político procedente de las ideas de sus rivales. A los recortes sociales y las privatizaciones de empresas públicas se suman ahora, pues, estos «recortes ideológicos», esta «privatización» de un proyecto político como el de Syriza, que todavía lleva el adjetivo «radical» en su acrónimo.
En el fondo, casi todo el mundo piensa lo que decía ayer el exministro Yanis Varufakis en declaraciones a la BBC: el tercer rescate a Grecia no funcionará. Concretamente, decía que «será recordado como uno de los casos más desastrosos de gestión macroeconómica de la historia». Pero, ¿qué ocurriría entonces? ¿Podría Syriza atribuirse ese fracaso como un éxito? Más extraño aún: ¿Y si el rescate funcionase? ¿Dimitiría Tsipras, desautorizado por su propia gestión? No nos cansamos de repetir que la palabra crisis es griega, lo mismo que economía, euro... Por supuesto, también paradoja es un término griego.
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