La posible injerencia rusa distancia a Trump de los republicanos

Adriana Rey NUEVA YORK / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

AMIR COHEN | REUTERS

Pesos pesados del partido apoyan la apertura de una investigación

13 dic 2016 . Actualizado a las 08:05 h.

«¿Os imagináis que hubiese pasado si los resultados de las elecciones hubiesen sido distintos y yo intentase jugar la carta de Rusia y la CIA? Lo llamarían teoría de la conspiración», cargó ayer Donald Trump en Twitter, lejos de rebajar la tensión existente. Su reacción a la posible interferencia de Rusia en las elecciones de EE.UU. está provocando un mayor distanciamiento entre el Congreso y la futura Administración Trump. Para desencanto del presidente electo, los legisladores republicanos rechazan la posición adoptada por el neoyorquino y apoyan una investigación parlamentaria sobre los supuestos los ciberataques rusos advertidos por la CIA y que Trump califica de «ridículas».

«Los rusos no son nuestros amigos», avisaba el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, tras anunciar la apertura de una investigación apoyada por el presidente de la Cámara baja, Paul Ryan, y los senadores John McCain y Lindsay Graham. El paso dado por el Congreso fue inmediatamente apoyado por la Casa Blanca. Barack Obama ya había pedido una investigación exhaustiva, cuyos resultados serán presentados antes de la investidura de Trump.

Las dudas han llegado hasta el Colegio Electoral -que tendrá que votar por Trump el 20 de diciembre- donde diez miembros de cinco estados quieren que la inteligencia estadounidense les informe sobre «el alcance de las investigaciones y quién está involucrado». «Los electores tienen una responsabilidad solemne bajo la Constitución y apoyamos sus esfuerzos para que sus preguntas sean resueltas», decía en un comunicado John Podesta, exjefe de campaña de Clinton.

Desde las filas del presidente electo acusan a los demócratas de intentar «restar legitimidad a la victoria de Trump». Es más, John Bolton [candidato a ser subsecretario de Estado] han sugerido que el informe de la CIA podría ser una operación falsa: «En la Administración Obama, la Inteligencia ha sido politizada en un grado muy significativo». 

Los cazas F-35

La polémica rusa no es la única a la que se enfrenta un presidente electo que a golpe de tuit dispara diariamente las alarmas: «El programa de cazas furtivos F-35 y sus costes está fuera de control. Ahorraremos miles de millones de dólares en gasto militar», advirtió Trump. Tras el comentario, la empresa Lockheed Martin, una de las principales contratistas de defensa del Gobierno, vio cómo sus acciones en la Bolsa de Nueva York se desplomaban más de un 5 %, bajando su valoración bursátil en más de 4.000 millones dólares. La caída obligó a la compañía a rebajar la tensión, mostrando en un comunicado su «disposición a trabajar con el presidente electo». La advertencia de Trump coincidió con la entrega de EE.UU. a Israel de los primeros F-35 que ayudarán al estado hebreo a preservar su ventaja aérea en una zona rodeada de enemigos.

Israel será una prioridad para la nueva Administración que planea trasladar su embajada desde Tel Aviv a Jerusalén, tal y como confirmó Kellyanne Conway, leal asesora del empresario. Además, el magnate corroboró su intención de que su yerno, Jared Kushner, trabaje para la paz en Oriente Medio: «Estamos estudiando eso para que sea legal», reveló en la Fox.

Mientras, Trump sigue ocupando las vacantes de su gabinete y ayer hacía oficial la designación de John Kelly como nuevo secretario de Seguridad Nacional. Kelly, tercer militar de la futura Administración, será el encargado de proteger EE.UU. de la amenaza terrorista, además de supervisar la lucha contra la inmigración ilegal.

El presidente electo enfurece cada día más a China

Las tensiones entre Donald Trump y Pekín han vuelto a registrar sus niveles más altos después de que el magnate haya reafirmado sus dudas sobre la política bilateral mantenida hasta ahora con el gigante asiático. «No veo por qué tenemos que estar vinculados al principio de una sola China, a menos que lleguemos a un acuerdo en el que entren otras cosas, incluido el comercio», dijo el presidente electo en la cadena Fox.

La sugerencia de que Washington debería abandonar la política de «una sola China» a menos que Pekín acepte renegociar los términos de la relación bilateral fue la gota que colmaba el vaso para la Casa Blanca: «Taiwán no debe usarse como moneda de cambio con Pekín», respondió en una posición abiertamente crítica. Diez días antes, el empresario había roto con 40 años de tradición diplomática, al mantener una conversación telefónica con la presidenta de Taiwán. La norma de tratar a la isla como parte de ‘una sola China’ se respetó desde Jimmy Carter por parte de todos los presidentes, menos Trump. «¿Por qué debería otra nación decir que no puedo responder a una llamada?», insistió el neoyorquino. 

«Tan ignorante como un niño»

Sus declaraciones han agotado la paciencia del Ejecutivo chino. «La cuestión de Taiwán forma parte del núcleo de los intereses de China y afecta a la soberanía china», advirtió el portavoz del Ministerio de Exteriores, Geng Shuang. La prensa oficial de la potencia asiática no fue más suave. «El presidente electo demuestra ser tan ignorante como un niño en materia de política exterior», publica Global Times, el diario oficial chino y mensajero de la postura de su Gobierno.