El estancamiento del SPÖ en Austria pone de relieve la agonía de los progresistas
17 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Grecia fue el primer aviso, Alemania la constatación de la enfermedad y Austria la puntilla. Dos años han pasado desde los comicios griegos en los que los socialdemócratas del PASOK acabaron sellando su defunción al perder el 61.7% de los votos. Séptima fuerza política. El precio a pagar por apoyar a los conservadores de Nueva Democracia. Pasó el tiempo y, uno a uno, los partidos socialdemócratas se han ido cayendo como fichas de dominó en Europa hasta hacer agonizar a la familia progresista.
En España el partido liderado por Pedro Sánchez encajó en las últimas elecciones la peor derrota de su historia. Los votantes del PSOE le pasaron la factura por los años de complicidad con las políticas de recorte y huyeron a otras fuerzas. Y es que, como dijo el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, «sabemos qué hay que hacer para salir de la crisis, lo que no sabemos es cómo salir reelegidos después». A pesar de los ríos de tinta que corrieron entonces a costa del fracaso electoral de los socialistas españoles, lo cierto es que, cuando se acomete un análisis comparativo, la socialdemocracia en España aguantó mejor la embestida de nuevas formaciones en el escenario político que sus hermanos europeos.
La sangría del PvdA en Holanda pasará a la historia. El partido del todavía presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, se desplomó desde la segunda a la séptima posición en la Tweede Kamer el pasado mes de marzo. Los expertos coinciden en que a su electorado no le sentó nada bien que hiciesen de muleta de los liberales de Mark Rutte para sacar adelante reformas polémicas y recortes presupuestarios.
El gran choque llegó con los comicios franceses. Por primera vez desde 1974 la socialdemocracia se apeó de la carrera presidencial en primera ronda. Y no solo eso. El partido de Benoît Hamon solo obtuvo el 6% de los votos, convirtiéndose en la quinta fuerza. ¿Hacia dónde huyeron sus votantes? A la extrema izquierda de Mélenchon y a los liberales del presidente Emmanuel Macron, quien eclipsó por completo a la anacrónica socialdemocracia francesa con un discurso pro europeísta y progresista.
Descenso a los infiernos
El descenso a los infiernos no terminó ahí. Lo peor estaba por llegar. Alemania ha sido el punto y aparte para la familia socialista europea. «Es un día amargo para los socialdemócratas alemanes. Hemos fracasado». Así anunció Martin Schulz la histórica derrota en los comicios del pasado 24 de septiembre. Consciente del mensaje de sus electores, el librero de Würselen se apeó de una posible coalición con el partido de la canciller Angela Merkel. El desastre alemán aboca a la socialdemocracia al riesgo de extinción. Perder el pulso de la principal potencia de la UE ha sido un golpe que tendrá consecuencias para el futuro del proyecto europeo, en manos de liberales y conservadores.
Los socialdemócratas parecen haber comprendido las señales: «En las elecciones regionales de Baja Sajonia (Alemania) confirmamos que la ruptura de la gran coalición fue una elección acertada», aseguró ayer su líder en la Eurocámara, Gianni Pittella. «La socialdemocracia gana cuando mostramos alternativas claras a la derecha», sostuvo.
Pero la lección puede haber llegado tarde. Las elecciones del pasado domingo en Austria, donde el SPÖ del canciller Kern ha perdido la primera posición en las preferencias de los ciudadanos y a punto ha estado de ser rebasado por la ultraderecha, devorado por los escándalos internos y por el giro derivado de la avalancha migratoria, han puesto la puntilla a dos años horribles para la familia progresista que aún no han llegado a su fin porque los populistas de Italia y los liberales de la República Checa amenazan con arrebatarles los pocos sillones que les quedan en la UE.