Otra erupción para la izquierda latinoamericana

Héctor Estepa
héctor estepa BOGOTÁ / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

DPA | Carlos Herrera

Análisis: El sandinismo pierde el control de la calle y se enfrenta a una oposición beligerante

22 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Decenas de jóvenes saltan sobre un árbol metálico gigante. Lo han quemado y derribado. Gritan consignas contra el Gobierno de Daniel Ortega y lo emiten todo por Internet. No es una imagen cualquiera. Los «árboles de lata», como los llaman sus detractores, y que han costado decenas de millones de euros, son el símbolo del Gobierno sandinista. Se trata de la constatación gráfica de que el ayer guerrillero y hoy presidente ha perdido el control de la calle y se enfrenta a una oposición más beligerante y joven que nunca.

Los choques siguen la lógica de las contadas manifestaciones antigubernamentales de los últimos años. Cuando se convoca una marcha, el Gobierno responde lanzando una contramanifestación en la que, denuncia la oposición, se cuelan «turbas violentas» sandinistas. Así ha sido desde la vuelta al poder de Ortega en 2007, después de 17 años en la oposición. No encontró una gran oposición hasta 2011, cuando declaró su intención de reelegirse a pesar de que la Constitución se lo impedía.

Otras protestas, como las surgidas en la anterior reforma del Seguro Social y también contra el proyecto de canal interoceánico, no tuvieron tanta repercusión por unas u otras razones. Pero esta vez es diferente. Las marchas duran ya cuatro días, tienen escala nacional y los convocantes, jóvenes y que repudian tanto o más a los líderes de oposición que al mismo Gobierno, no están dispuestos a dejar las calles.

El estallido social corona los que ya son los tres meses más complicados desde la vuelta de Ortega a la presidencia. Todo comenzó en enero, con el escándalo de corrupción de Roberto Rivas, presidente del Consejo Electoral, al que la oposición acusa de orquestar pucherazos electorales. El clima se tensó con el incendio de la reserva Indio Maíz, una selva tropical virgen. Los primeros jóvenes salieron entonces a protestar por la inacción del Gobierno, denunciando negligencia. Ortega decretó, pasado el entuerto, los recortes en la Seguridad Social. La calle explotó porque, al contrario que en otras ocasiones, ahora al nicaragüense le tocan el bolsillo.

El Gobierno de Ortega ha mantenido un nivel excepcional de popularidad todos estos años gracias a sus tres pilares: un gran crecimiento económico [superior al 4,4 % desde 2010], el apoyo de la empresa privada, y la gran seguridad del país, la mayor de la región probablemente más insegura del mundo. Dos de esos pilares han caído ahora. Los nicaragüenses afrontan grandes pérdidas a cuenta de su jubilación y la empresa ha dado su espalda a la reforma de la Seguridad Social. La policía, además, es criticada por un creciente autoritarismo.

Nicaragua supone ahora un nuevo problema para la izquierda latinoamericana. Venezuela se encuentra en una grave crisis económica y política. Cuba se enfrenta a la incertidumbre de un relevo generacional. Evo Morales pierde popularidad en Bolivia, Lula está en la cárcel y el heredero de Correa en Ecuador parece haberse distanciado del bloque, como también lo han hecho los dirigentes del Frente Amplio uruguayo.