Donald Tusk emplaza a la primera ministra a dejar las frivolidades y frases sentimentales y a «ponerse a trabajar» durante este mes
05 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, vuelve a tirar de franqueza para agitar la negociación del brexit. Este jueves, tras reunirse en Bruselas con el primer ministro irlandés, Leo Varadkar, y aún dolido con los mensajes que han llegado desde el cónclave de los conservadores británicos, lanzó varias cargas contra la primera ministra Theresa May. En trazo grueso se puede decir que la emplazó a dejarse de frivolidades y discursos sentimentales para «ponernos a trabajar». Y eso significa conseguir contrarreloj la fórmula que posibilite el acuerdo de salida de Reino Unido.
Ya lo advirtió hace menos de un mes en Salzburgo: sin «un progreso máximo», sin un resultado concreto en las reuniones que se prevén maratonianas en la capital belga a lo largo de este mes, no tendrá sentido convocar una cumbre extraordinaria en noviembre para cerrar un pacto. Porque no habrá nada que lo sustente. Por ello Tusk no levanta el pie del acelerador y exige a Londres que aparque los «argumentos emocionales sobre la dignidad» para «centrarnos en buscar fórmulas prácticas y realistas que minimicen el daño».
El más grave, Irlanda. Prima la necesidad de preservar el Acuerdo de Viernes Santo y la integridad del Mercado Único y la Unión Aduanera con el norte de la isla. No hay avances. La UE apuesta por no trazar frontera terrestre y desplazarla al mar, lo que dibujaría un límite virtual con Inglaterra y Escocia. Londres sigue diciendo que no, por entender que su soberanía quedaría fragmentada, e incide en que se otorgue a Reino Unido la libre circulación comercial después del 29 de marzo, cuando se hará efectivo el desgaje. Semáforo verde para los bienes, pero no para las personas, servicios y capitales, un trato privilegiado que los 27 no están dispuestos a brindar.
La cuestión es que Irlanda no quiere frontera dura en la isla. Y, se insiste, Europa no lo va a permitir. «Hay que decir la verdad, aunque sea difícil y desagradable». Los líderes comunitarios, recordó el jefe del Consejo, lo hicieron en Salzburgo cuando despacharon a la premier con un tajante no a su plan. Y como se trata de «decir la verdad», sobre la mesa hay una oferta europea lo suficientemente flexible.
«Desde el principio» del proceso negociador la UE aceptaría dar a Reino Unido un acuerdo comercial mejor que el que tiene con Canadá, dijo Tusk, «un acuerdo en aspectos como el comercio o la cooperación en política exterior». Oferta que es «la verdadera muestra de respeto» del continente hacia las islas. Lo único que cabe esperar es que desde el otro lado del Canal de la Mancha las «nuevas propuestas detalladas» que ha comprometido el 10 de Downing Street lleguen de forma inminente. El Financial Times publicó este jueves que May barajaría plantear la unión aduanera con la UE tras abandonar el club y evitar así esa frontera dura interior con controles en el Úlster.
Posos del congreso tory
Pero a falta de más concreción, lo cierto es que en Bruselas aún se acusan los posos que dejó el congreso conservador: la May robótica a lo dancing queen; su discurso de mayor voltaje en el que planteó que «no hay miedo a una salida sin acuerdo»; y el hecho de que haya conseguido parar el golpe de la reprobación de los suyos. El presidente del Consejo tampoco quiso pasar por alto los «comentarios inaceptables» que el ministro de Asuntos Exteriores británico, Jeremy Hunt, realizó en ese encuentro de exaltación conservadora al comparar la UE con la extinta Unión Soviética.
«He pasado la mitad de mi vida en el bloque soviético y se de lo que estoy hablando, de prisiones y gulags, fronteras y muros. La UE tiene que ver con libertad, prosperidad y derechos humanos», zanjó.