
El pasado viernes, antes de su encuentro con el viajado Pedro Sánchez, el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, tuvo que madrugar para acudir al aeropuerto a recibir a los 208 primeros sanitarios cubanos de los 8.300 que se han visto forzados a abandonar Brasil antes del próximo doce de diciembre.
24 nov 2018 . Actualizado a las 23:18 h.La retirada del personal sanitario cubano destinado por su gobierno a trabajar en régimen de esclavitud en la primera potencia económica del subcontinente americano fue decidida por La Habana tras el anuncio de Jair Messias Bolsonaro de pagar íntegramente a estos profesionales los 3.600 dólares mensuales que el erario público brasileño desembolsa por cada uno de ellos. Actualmente el 75 % de ese dinero lo recibe el gobierno cubano. «Nunca se había ofendido tanto y en tan poco tiempo a la escuela de salud cubana y a nuestros profesionales para desacreditar, por esta vía, una de las conquistas más grandes de nuestra revolución». Así justificó el vicepresidente cubano Roberto Morales la decisión de su gobierno.
Esas condiciones de pago habían sido pactadas en su día por la lulista Dilma Rousseff (Partido de los Trabajadores) con las autoridades cubanas en el marco del programa Mais Médicos suscrito hace cinco años del acuerdo que, auspiciado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) que desde entonces ha llevado a Brasil a unos 20.000 sanitarios cubanos y también de otros países que, a diferencia de los procedentes de la isla caribeña, perciben íntegramente sus salarios.
Esa situación de neo esclavismo de los cubanos es la que dice pretender atajar Messias Bolsonaro, y que según sus críticos, dejarán sin asistencia a unos 30 millones de brasileños, aunque el gobierno dice que va a cubrirlas con profesionales brasileños e incluso con los 1.400 cubanos que non van a retornar a la isla porque se han casado en el país.
El tema no es nuevo. Hace un año varios centenares de sanitarios cubanos llevaron el tema a los tribunales brasileños y los jueces ya le han dado la razón a algunos demandantes. En algunas de esas sentencias el tribunal llega a definir las cláusulas de dicho convenio como «una forma de trabajo esclavo». Otros, en primera instancia, han optado por rechazar las demandas con argumentos tales como que dar por terminados esos contratos supondría «riesgos indebidos en la esfera política y diplomática».
Aquella rebelión en Brasil de los esclavos con bata blanca provocó una gran alarma en La Habana. La exportación de mano de obra cualificada -sanitarios y entrenadores deportivos, fundamentalmente, pero también servicios de inteligencia- es, en la actualidad, su principal fuente de ingresos de divisas: un promedio de 11.500 millones de dólares anuales, al menos en los últimos cinco- muy por encima del turismo y del tabaco. Según, datos de 2016 del Anuario Estadístico de Salud, hay más de 50.000 profesionales cubanos -la mitad sanitarios- trabajando en 24 países de América Latina y El Caribe, 27 de África subsahariana, dos de Oriente Medio y África septentrional, siete de Asia Oriental y el Pacífico, además de Rusia y Portugal. Brasil era el segundo destino más importante para los médicos cubanos que seguirán trabajando en Venezuela -el primer destino- y también en Catar, Kuwait, China, Argelia, Arabia Saudita y Sudáfrica.
La isla también ofrece servicios gratuitos mediante el llamado Programa Integral de Salud, destinado a 27 países con menos recursos como Haití, Bolivia, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Honduras, Etiopía, Congo, Tanzania, Zimbabue, entre otros.
Todo este personal cubano, que en teoría es voluntario, en la práctica, no lo es tanto. Prueba de ello es que ante las demandas presentadas en Brasil, lo primero que hicieron los supervisores cubanos -comisarios políticos- allí destinados fue convocar a los médicos que las habían presentado y los despidieron de inmediato. Las alternativas que les ofrecieron fueron subirse a un avión dentro de las 24 horas siguientes para regresar a Cuba o enfrentar el exilio durante ocho años como castigo y ello con la agravante de que todos o casi todos han tenido que dejar en la isla a sus esposas e hijos como rehenes, cuando sus colegas de otros países podían tener con ellos a sus familias.