
La excarcelación es gracias al fallo del Supremo brasileño que determina que los condenados no pueden ir a la cárcel antes de agotar todos los recursos de apelación
08 nov 2019 . Actualizado a las 22:28 h.Lula da Silva salió ayer de la prisión de Curitiba, ante la algarabía de los seguidores que lo esperaban en la puerta. Poco antes un juez aceptaba su excarcelación, tras el fallo del Tribunal Supremo que le permite permanecer en libertad hasta que su sentencia sea definitiva. Una decisión clave para el posible resurgimiento de la izquierda brasileña y un mazazo para el presidente Jair Bolsonaro.
Los magistrados del Supremo fallaron a última hora del jueves en una ajustada votación, seis votos contra cinco, que las penas de prisión no pueden ejecutarse antes que el condenado agote todos los recursos de apelación, que en el país sudamericano son cuatro. La decisión abrió la puerta a la excarcelación inmediata del expresidente, que se encuentra en prisión desde hace 581 días, después de haber sido condenado en segunda instancia por corrupción y lavado de dinero.
Cumple una pena de ocho años y diez meses de cárcel por haber aceptado, según el veredicto judicial, un apartamento en São Paulo, entregado por la constructora OAS, beneficiaria de contratos de la petrolera estatal, Petrobras. La sentencia fue ratificada en tercera instancia, pero no por el Supremo, que es la cuarta y última instancia donde recurrir en el sistema brasileño.
La decisión de los jueces del máximo tribunal, que cambia la jurisprudencia imperante en Brasil desde el 2016, fue celebrada por los seguidores del exmandatario. «Lula con seguridad quiere estar en Buenos Aires, el 10 de diciembre, para estar al lado de Alberto Fernández y de Cristina Fernández de Kirchner», señaló ayer Paulo Pimenta, congresista del Partido de los Trabajadores, a la agencia Télam. Argentina celebró la noticia y ya espera la presencia del liberado en la toma de posesión ese día de diciembre del presidente electo argentino.
Orden del juez
Lula dio a sus abogados luz verde para pedir su excarcelación, a pesar de que, en varias entrevistas, dijo estar dispuesto a permanecer en prisión hasta ser exculpado de todos los cargos en su contra, algo que no ha sucedido. El juez Danilo Pereira Jr, de la 12ª Sala Criminal de la ciudad de Curitiba, capital del estado de Paraná, estudió la petición de los abogados y autorizó la puesta en libertad de Lula.
Al menos 4.859 reclusos, incluido el expresidente, serían beneficiados con la excarcelación, tras la decisión del supremo. Ninguno de ellos son reos considerados como peligrosos, que seguirán en prisión preventiva. Sí saldrían de la cárcel otros políticos condenados por corrupción.
La prisión tras una condena en segunda instancia había sido defendida por juristas de la operación Lava Jato, la trama de corrupción internacional que ha supuesto un terremoto para la política latinoamericana.
El exjuez Sergio Moro, el artífice de la Lava Jato, y ahora ministro de Justicia en el Gobierno de Jair Bolsonaro, advirtió que la decisión del Supremo podía ser modificada en el Congreso. «Siempre defendí la ejecución de la condena criminal en segunda instancia y continuaré defendiéndola», dijo ayer el ministro, asegurando que «respeta» la decisión del Supremo. «El Congreso puede, en cualquier caso, alterar la Constitución o la ley para permitir nuevamente la ejecución en segunda instancia», puntualizó Moro.
Bolsonaro no cuestionó la votación del Supremo pero sí reivindicó a su ministro. «Si su misión [de Moro] no hubiese estado bien cumplida yo no estaría aquí», confesó. Los hijos del presidente fueron menos diplomáticos. El diputado Eduardo cuestionó que «liberen a delincuentes y desarmen al ciudadano». Y el concejal Carlos, recriminó que «pobre un pueblo que ve a miles de presos serán liberados».
Lula, de 74 años, quiere vivir en el estado de Pernambuco, donde nació. Una vez instalado, proyecta casarse, anticipó este año.