Berlín admite la infiltración de la ultraderecha en su Ejército

María Molinos COLPISA / BERLÍN

INTERNACIONAL

FABRIZIO BENSCH

Defensa disuelve una de sus dos compañías de fuerzas especiales tras detectar un foco de «extremismo»

02 jul 2020 . Actualizado a las 13:16 h.

El Gobierno alemán ha reconocido, tras un análisis a fondo de dos meses, ciertos elementos de «radicalización y extremismo» de extrema derecha dentro del Ejército, aunque descarta que se trate de un problema estructural. Por eso ha decidido dar el paso de disolver una de las dos compañías de las Fuerzas Especiales (KSK), foco principal de estas tendencias, y poner en marcha una reforma en profundidad de la otra, un proceso que, de no culminarse con éxito, podría llevar al desmantelamiento completo de esta unidad de élite.

La ministra alemana de Defensa, Annegret Kramp-Karrenbauer, señaló este miércoles que «en su gran mayoría» la Bundeswehr es un «ejército fiel a la Constitución». No obstante, advirtió que pueden prosperar «culturas» que favorezcan la radicalización. «Hay que analizar si hay ciertas estructuras, ciertas culturas dentro del KSK que fomenten la radicalización y el extremismo», afirmó. Si esto se permite, hay un «gran riesgo» de que la infiltración de la ultraderecha en el Ejército derive en un «problema estructural».

Las palabras de Kramp-Karrenbauer se produjeron un día después del anuncio de su decisión de disolver una de las compañías de la KSK por ser un foco de radicalización de extrema derecha. En una comparecencia ante la Comisión de Defensa del Bundestag (Cámara baja), la ministra avanzó un «plan de choque» contra el extremismo entre los militares del país. Esta iniciativa incluye la «reforma drástica» de la compañía que quedará en activo de la unidad de élite a lo largo de este año. Esta transformación será seguida de cerca por el Ministerio de Defensa, que ha esgrimido la opción, si no le convence la profundidad de la reforma, de disolver esta segunda compañía y reconstituir totalmente la fuerza especial. «Las y los soldados saben que si quieren mantener la KSK la deben mejorar», aseguró Kramp-Karrenbauer.

El plan de choque es el producto de un grupo de trabajo constituido en mayo para realizar un «análisis estructural» de la KSK a raíz de la detención de uno de sus miembros, que ocultaba explosivos, armas y municiones -en parte sustraídos al Ejército- en el jardín de su casa. El arrestado reunía asimismo parafernalia nacionalsocialista.

Según el informe de este equipo, dentro de la unidad se había generado un «liderazgo tóxico, tendencias extremistas y un manejo laxo de material y municiones», explicó Kramp-Karrenbauer. Esto fue posible gracias a una «percepción elitista» de sí misma «poco sana», que había favorecido que la KSK se fuera deslindando de la disciplina debida dentro del cuerpo y actuado, «al menos parcialmente, de forma independiente». El inspector general de la Bundeswehr, Eberhard Zorn, aseguró, por su parte, que las 85.000 balas y los 62 kilos de explosivos que han desaparecido de este grupo militar tienen un importante «potencial de riesgo». Es una cantidad suficiente para perpetrar un atentado.

Por ello, se ha formado un comité para informar sobre el extremismo de ultraderecha en las fuerzas especiales y para proponer medidas para combatirlo y se ha aprobado una nueva legislación para facilitar el despido de soldados de ultraderecha. Además, se ha ordenado al KSK y al resto de grupos militares que den explicaciones en caso de que falte material como armas o munición.

El resto de la KSK tendrá hasta finales de octubre para realizar una reforma de su reclutamiento, entrenamientos y sus prácticas de liderazgo antes de que se les permita volver a unirse a cualquier misión o ejercicio militar internacional.

La «fase más difícil»

El comandante de la KSK, el general Markus Kreitmayr, se comprometió el pasado mayo a implementar una estrategia de «tolerancia cero» con la ideología ultraderechista y avanzaba que este cuerpo se enfrentaba «a la fase más difícil de su historia». La unidad, que contaba hasta ahora con unos 1.400 efectivos, se ha visto salpicada en los últimos años por varios escándalos con la extrema derecha como denominador común. Algunos miembros han sido incluso acusados de integrar una célula ultraderechista. Uno de ellos, conocido por el alias Hannibal, estaba a la cabeza de una red descubierta en el 2017 e integrada en gran parte por militares y policías, que acumulaba armamento de cara a una potencial guerra civil. Medios alemanes han apuntado que algunos de estos grupos estaban planeando ataques contra cargos políticos y personajes públicos.

Por este motivo, Kramp-Karrenbauer dijo que se intensificarían los esfuerzos para determinar si los casos más recientes, pero también algunos anteriores de extremismo forman parte de una red. «La probabilidad de que no sean simplemente casos aislados, sino de que se traten de casos conectados es obvia, por lo que debe ser investigado en profundidad» dijo la ministra. A esto añadió que para aumentar la supervisión de esta unidad, trabajará para integrar la KSK en el cuerpo general militar.