Llegan los primeros refugiados de Ucrania a Quiroga: «Es un milagro que estemos aquí»

Carlos Cortés
Carlos Cortés QUIROGA / LA VOZ

INTERNACIONAL

Parte de los refugiados, fotografiados este viernes tras llegar a Quiroga con algunos de los voluntarios que los trajeron
Parte de los refugiados, fotografiados este viernes tras llegar a Quiroga con algunos de los voluntarios que los trajeron CARLOS CORTÉS

Los voluntarios que salieron hace una semana hacia Polonia vuelven con siete personas que escapan de la guerra

11 mar 2022 . Actualizado a las 20:07 h.

Con paraguas azules y amarillos, los colores de la bandera de Ucrania. Así recibieron ayer en el puente que une Quiroga y Ribas de Sil al primer grupo de refugiados de Ucrania que llega a la Ribeira Sacra. Son tres adultos y cuatro menores de edad recogidos en la frontera este de Polonia por una expedición de voluntarios que salieron la semana pasada cargados de ayuda humanitaria para volver con todos los refugiados que pudiesen traer. Agotados por el viaje, los recién llegados se emocionaron con la bienvenida.

Movilizados a través del mismo grupo de wasap con el que vecinos de Quiroga y de Ribas de Sil organizaron la recogida de material y el viaje para levarlo, un centenar de personas acudieron a las dos y media de la tarde al puente que cruza el Sil entre Quiroga y San Clodio para aplaudir a los recién llegados y a los voluntarios que fueron a por ellos. La comitiva, formada por una autocaravana y dos furgonetas, solo se detuvo brevemente en el puente antes de seguir camino hacia Quiroga. Dentro iban los seis vecinos que formaron parte de esta expedición de ida y vuelta que en seis días hizo casi 6.500 kilómetros de oeste a este de Europa y viceversa. Y con ellos los siete refugiados que pudieron venir. 

Numerosos vecinos recibieron con paraguas azules y amarillos a la comitiva de los refugiados en el puente que comunica San Clodio y Quiroga
Numerosos vecinos recibieron con paraguas azules y amarillos a la comitiva de los refugiados en el puente que comunica San Clodio y Quiroga CARLOS CORTÉS

En Quiroga los esperaban Irina y Alexander Fesyk, dos ucranianos que llevan ocho años asentados aquí con su hija y que son los propietarios del bar Matrioshka. Ellos son piezas claves en esta operación internacional de recogida de refugiados montada por unos pocos entusiastas y alimentada con la ayuda de muchos vecinos. Ellos y también Igor Melnychuk, otro ucraniano afincado en Quiroga, que formó parte del grupo que viajó a Polonia. La suya fue una colaboración esencial, porque en los doce años que lleva viviendo y trabajando en Quiroga ha aprendido a hablar español y gallego de una forma más que decente, así que él se ocupó de hacer de traductor, una labor impagable en el enorme hervidero de gente en el que se ha convertido estos días la frontera entre Polonia y Ucrania.

Gracias por la ayuda

Pero a Igor le tomó ayer el relevo Irina Fesyk. La dueña del bar Matrioshka fue la que hizo de traductora de los recién llegados para los periodistas que los esperaban. En nombre de todos los demás habló Maria, una de las tres adultas del grupo. Lo primero que hizo fue dar las gracias a «todos los países que están ayudando a Ucrania a sobrevivir en estos momentos y que nos abren sus fronteras y las puertas de sus casas». Ella viene de la ciudad de Cherkasy. Situada a orillas del río Dnieper y a unos doscientos kilómetros al suroeste de Kiev, Cherkasy no está todavía en el frente, pero se encuentra a medio camino entre la capital y las tropas rusas que entran en el país por el sur y por el este. En su caso personal, haber llegado a Galicia es simplemente una casualidad. «Es un milagro que estemos aquí», contestó Maria cuando le preguntaron si conocía Galicia. Su respuesta sonó a alivio por haber encontrado plaza en esta expedición improvisada y haber podido salir tan rápido de la aglomeración de refugiados que se está formando en la frontera este de Polonia.

Pero no todos han llegado a Galicia de casualidad. Los seis voluntarios de Quiroga se trajeron con ellos también a una adolescente de 13 años que es familiar de Irina y Alexander Fesyk, los dueños del bar Matrioshka. La chica se va a quedar con ellos mientras la situación en Ucrania siga como está. Maria va a vivir con otros dos de los refugiados de este grupo, una madre y sus dos hijos menores de edad, un chico y una chica. Una vecina de Ribas de Sil les cede un piso de su propiedad en San Clodio y el Ayuntamiento correrá con los gastos de su manutención.

Los otros dos refugiados que llegaron ayer no se van a quedar en Quiroga ni en Galicia. Son una madre y su hija que tienen Sevilla como destino porque allí viven unos familiares suyos. El plan inicial era hacer una parada en Irún para que ellos dos pudiesen tomar un tren hacia Andalucía. Sin embargo, en el último momento decidieron organizar esa parte final de su viaje con más tranquilidad desde Quiroga.

Lo harán dentro de unos días, cuando todos hayan descansado y en cuanto se disipe un poco la intensidad con la que estos días se ha seguido en Quiroga la peripecia de los siete vecinos que se echaron la manta a la cabeza para cruzar Europa de lado a lado. Si es que la invasión rusa en Ucrania no los obliga a movilizarse de nuevo, porque Irina y Alexander Fesyk y Igor Melnychuk, los ucranianos de Quiroga, siguen muy atentos a lo que pasa allí. Los tres son de Rivne, una provincia situada en la mitad oeste de Ucrania y que por ahora está lejos de los combates. Igor se enteró mientras volvía de Polonia de que Rusia había bombardeado una base militar en Lutsk, una ciudad que está más al oeste que Rivne, en un territorio que se suponía más seguro. Igor habló por teléfono con su hermano dos horas antes de llegar de vuelta a Quiroga y él y su familia están bien. «Pero todo puede cambiar en un momento», admite.