Los gallegos que entran cada día hasta Leópolis cargados de alimentos

O. P. SANTIAGO / LA VOZ

INTERNACIONAL

Milena Vallo y Víctor Vidal junto con un responsable del voluntariado de Leópolis (centro) ante la estación de tren de la localidad ucraniana a la que llegn cada día con su Jeep cargado de alimentos
Milena Vallo y Víctor Vidal junto con un responsable del voluntariado de Leópolis (centro) ante la estación de tren de la localidad ucraniana a la que llegn cada día con su Jeep cargado de alimentos

Milena Vallo y Víctor Vidal conducen hasta la ciudad de Ucrania con toda la mercancía que compran en Polonia

29 mar 2022 . Actualizado a las 16:50 h.

Leópolis se ha convertido en la puerta de salida de los miles de ucranianos que dejan atrás la guerra y buscan cruzar la frontera con Polonia. Dos gallegos, Milena Vallo y Víctor Vidal, hacen prácticamente a diario el recorrido inverso: llegan con su coche repleto de alimentos que compran en Polonia hasta la estación de tren de Leópolis, desde donde se distribuyen sobre todo a la población de paso que llega del este sin prácticamente nada, y desde donde también parten en otras ocasiones hacia todo el país invadido por Rusia.

Milena y Víctor partieron el 5 de marzo de A Coruña hacia Medyka, en la frontera de Polonia con Ucrania, para ayudar a las ingentes riadas de refugiados que cruzaban buscando el amparo de la Unión Europea: «Cuando llegamos solo había dos grandes carpas, el resto estaba diáfano. Repartíamos directamente los alimentos a la gente, sentíamos que hacíamos falta allí», explica Milena. Pero a partir del tercer día, se sumaron muchos más voluntarios al paso fronterizo, y ellos conocieron que donde escaseaba la ayuda era dentro de Ucrania. 

Así que decidieron cruzar la frontera con su coche, entrar al país en guerra y llevar la ayuda en persona hasta Leópolis. Fue la primera de unas incursiones que desde entonces se han repetido prácticamente a diario: «En Medyka, dentro de lo que es la situación, está todo muy organizado. Pero aquí, a Leópolis, no viene todo el mundo: ves camiones y autobuses con matrículas ucranianas, gente local que viene a ayudar y algún despistado de otro país como nosotros», comenta Víctor. Porque aunque dice que Leópolis es relativamente seguro, admite que tiene su peligro, que puede ir en aumento.

El Jeep de Milena y Víctor viaja cada día de Polonia a Leópolis cargado de comida hasta los topes
El Jeep de Milena y Víctor viaja cada día de Polonia a Leópolis cargado de comida hasta los topes Víctor Vidal

Ellos compran los alimentos en supermercados de Polonia, para cargar hasta los topes su Jeep: «Cada compra supera los 2.000 euros, con comida de supervivencia, con caducidad amplia: latas de atún, de albóndigas, de otras pescados y carne envasada. También zumos y algo de chocolate». Una tarea que les ocupa hasta cuatro horas, porque en ocasiones tienen que hacerla en más de un supermercado. Conducen luego a la frontera para entrar a Ucrania, y para acceder pueden tardar de dos a cuatro horas, tras superar cuatro registros: aduana polaca y control de pasaportes, y esos mismos controles en el margen ucraniano. Aunque lleven ayuda humanitaria «nadie te recibe con una sonrisa. Los soldados ucranianos si mueves el coche unos centímetros, te meten unos gritos superagresivos», aunque lo entienden. Al comprobar que llevan alimentos y medicinas, el control se aligera para permitirles entrar. Les queda hora y media de carretera hasta la estación de Leópolis: su destino, donde encuentran la colaboración de Vova (Volodimir Mykhalyshyn), un responsable del voluntariado de la región. Explican que está todo bien distribuido: el piso superior de la estación ferroviaria se destina a madres con hijos, disponen de medicamentos y un espacio donde dormir calientes. También se preparan centenares de bocadillos con embutidos donados, y junto a carpas de Cruz Roja se almacenan los materiales.

Las latas de conservas son uno de los principales alimentos que llevan a Ucrania
Las latas de conservas son uno de los principales alimentos que llevan a Ucrania Víctor Vidal

Hace unos días, 80 personas formaban allí una cadena humana para cargar un tren hacia Kiev con toneladas de ayuda humanitaria: «Estamos tranquilos, porque cuando dejamos los alimentos vemos cómo se distribuyen. Cómo los van seleccionando, y cómo llegan a quienes los necesitan. El domingo vimos llegar a una familia que había escapado de Mariúpol por un corredor humanitario, y la forma en que les entregaban lo que precisaban». Otras veces, el material se va hacia la capital, hacia Járkov ... Para Víctor y Milena queda después de la descarga y la colaboración en Leópolis el regreso, con un control muy estricto para entrar de nuevo a Polonia. Otras cuatro horas, y porque han aprendido: «Los vehículos de ayuda venimos con los cuatro intermitentes y en sentido contrario. La cola de los ucranianos que salen del país puede llevarte dos días», explica Víctor. Milena apunta que esas esperas son lo que más la frustran: «En esas colas en que no se mueven los coches pienso que con ese tiempo entrábamos y salíamos dos veces».

Un momento del viaje que la pareja coruñesa hace desde la frontera de Polonia hasta Leópolis
Un momento del viaje que la pareja coruñesa hace desde la frontera de Polonia hasta Leópolis

¿No siente miedo al entrar a un país en guerra?. «Te voy a decir la verdad: entro todos los días santiguándome. Miro para otro lado y hago como si no pasase nada», dice Milena. Tercia Víctor: «Ella se santigua y yo la convenzo. Ponemos música en el coche y adelante». Pero el riesgo está ahí: el lunes las alarmas de ataque los sorprendieron atrapados en un atasco en la ciudad: «Claro que seguimos en el coche. ¿Qué íbamos a hacer, bajar y echarnos a correr?» Víctor aplica su filosofía: «La alarma significa que se dirige un misil al país, pero no dicen dónde. Es como cuando hay una tormenta: hay que tener muy mala suerte para que de todo el país te caiga a ti». Y señalan que la población de Leópolis también se lo toma con calma, en general: «Quien está paseando al perro sigue, y el que está en la compra, igual. Llevan 30 días oyendo las sirenas y han caído solo los misiles de los depósitos de combustible y alguno a las afueras: siguen pensando que aquí no van a atacar y actúan con normalidad».

Milena y Víctor no tienen fecha de regreso: fueron para dos días y pronto cumplirán un mes. Estuvieron a punto de volver cuando acabaron los fondos de donaciones que fueron recaudando a través de redes sociales de la tienda Mido Decoración de ella. Pero ahí surgió providencial la Cocina Económica de A Coruña, que sufraga los alimentos que reciben los damnificados por la guerra, una ayuda que agradecen enormemente. Y está la red de contactos que han establecido (como la organización médica alemana Humanity First con la que contactaron a través de los compostelanos Susana Menéndez y Michael Künstler) y que buscan permanentemente la ayuda de esos dos españoles que cruzan cada día a Leópolis: así que aún seguirán allí antes de un regreso a A Coruña que no harán solos, ya que volverán con una madre ucraniana y sus dos hijos.