Del bombardeo del teatro de Mariúpol a A Coruña: «Me cayeron restos de muros encima y estoy herido»

Caterina Devesa A CORUÑA / LA VOZ

INTERNACIONAL

De derecha a izquierda: Vitalii con su hijo Ruslan; su mujer Nadzhiie; su hijo Alan; su hijo Artem; su hermana Alina y su madre Katerina a su llegada a A Coruña
De derecha a izquierda: Vitalii con su hijo Ruslan; su mujer Nadzhiie; su hijo Alan; su hijo Artem; su hermana Alina y su madre Katerina a su llegada a A Coruña ANGEL MANSO

Vitalii llegó a Galicia con el Banco de Alimentos Rías Altas acompañado de su mujer, su madre, su hermana y sus tres hijos. Antes tuvieron que coger tres coches y hacer dos días de cola para llegar hasta Zaporiya, desde donde fueron evacuados a Leópolis

02 may 2022 . Actualizado a las 18:26 h.

Vitalii Tsesar cumplirá 31 años el día 29 de abril. Estando su país en guerra podría pensarse que poco tiene que celebrar, sin embargo el hombre, que llegó A Coruña este miércoles junto a otros 23 refugiados que viajaron con el Banco de Alimentos Rías Altas desde Rzeszów (Polonia), se siente más afortunado que nunca por sumar un año más. «Gracias a dios mi familia y yo estamos vivos. Estábamos en el teatro de Mariúpol cuando fue bombardeado».

Durante todo el trayecto desde la frontera polaca a Galicia, el ucraniano (que pudo abandonar su país por ser padre de familia numerosa, una de la excepciones de su Gobierno) no dijo nada sobre su estado de salud. «No quería parar el viaje. Me duelen las costillas y la espalda porque me cayeron restos de muros encima. También tengo una brecha en la cabeza». Por eso, ayer los voluntarios de la oenegé lo trasladaron hasta Urgencias del Chuac, en donde le realizaron una placa. «Me duele al dormir y al cargar peso», indicó al médico a través de una aplicación de traducción, ya que Vitalii no habla español ni inglés. «Yo trabajaba como cocinero en el teatro. Cuando ocurrió el bombardeo estaba comiendo y eso me salvó. Mis compañeros en la cocina murieron. A mí me cayeron los muros por detrás y entonces me quedé encajado en la mesa y fue como me herí las costillas». Afortunadamente, no tiene ninguna rota y solo debe tomar un antiinflamatorio cada ocho horas para el dolor.

En el momento del bombardeo, la familia de Vitalii también estaba en el teatro. «Estaban mi mujer con mis tres hijos, mi madre y mi hermana. Por suerte todos están bien». Después de salir vivos de allí, todos emprendieron la huida de Mariúpol. «Fuimos a pie a una localidad a media hora de mi ciudad en la que nos recogió un voluntario, y luego cogimos otros dos coches hasta Berdiansk. Allí esperamos dos días en fila para poder coger un bus a Zaporiya», relata Vitalii, que añade que sacaron fuerza para hacer todo ese recorrido «por mis hijos». Una vez allí, la ciudad fue evacuada por las tropas ucranianas y pudieron llegar hasta la frontera. «En Leópolis ya cogimos el autobús a Polonia. Nos dijeron que había viviendas de acogida en España y no nos lo pensamos».

Ahora que ya está instalado en una vivienda en Orro, Culleredo, el hombre se muestra más relajado. «No sabíamos cuánto íbamos a tardar hasta llegar a Galicia. Todo lo que hemos vivido este último mes ha sido muy duro. Los bombardeos en Mariúpol empezaron desde el primer día de la guerra, pero pensé que la ciudad iba a resistir más tiempo. Tras el bombardeo en el teatro, en el que había unas dos mil personas, supe que la única opción era irnos». Mientras se adaptan a su nuevo hogar, se mantienen muy pendientes de lo que ocurre en su país. «Nuestros amigos allí nos han dicho que de momento nuestra casa está en pie», indica Vitalii, que tiene claro que «en cuanto pueda volveremos». De hecho, parte de su familia sigue Ucrania. «Mi padre tuvo que ir a luchar, pero no tenemos ninguna información de él. Además, mi mujer tiene otro hijo, de nueve años, que está con su abuela». Aunque en el pasado fue militar, ahora Vitalii prefiere no pronunciarse sobre la guerra: «No quiero que tomen represalias con mi familia allí. Solo quiero la paz».