Las encuestas empiezan a reflejar el desgaste del primer ministro portugués
29 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.El 30 de enero del 2022, el socialista António Costa fue reelegido como primer ministro de Portugal en unas elecciones anticipadas convocadas por el presidente, Marcelo Rebelo de Sousa, ante la situación de ingobernabilidad en que había derivado la coalición que el propio Costa lideraba. Su inesperada mayoría absoluta dejó en shock a los demás partidos y devolvió la ilusión a los portugueses.
Un año después, Portugal ya prefiere mirar hacia el año que viene. El vigor con que Costa fue investido en marzo se diluyó a raíz de escándalos políticos, una coyuntura internacional desfavorable y la falta de propuestas del Gobierno. Por su parte, la oposición no es capaz de encontrar el tono adecuado y no da muestras de ser una opción viable. A inicios de año, Rebelo de Sousa advirtió que solo convocaría elecciones «en caso de que haya una alternativa fuerte y evidente», a la vez que daba un año al Ejecutivo para asegurar su legislatura. «No es un ultimátum», apuntó, marcando cada vez más distancias con los socialistas y sin concesiones a otros partidos. «El presidente ya está haciendo presión, pero prefiere esta mayoría que un escenario de ingobernabilidad», concede el profesor de Ciencia Política de la Universidade do Minho José António Passos.
Inflación disparada
Justo antes de la investidura, la guerra de Ucrania hacía tambalear una prometedora recuperación tras la pandemia y disparaba la inflación (todavía ronda el 10 %) para poner en evidencia la capacidad de reacción del Gobierno. Un Ejecutivo socialista cuyos primeros presupuestos generales se obcecaron en reducir el déficit y la deuda mientras las ayudas sociales y la inversión pública se mostraron erráticas. «El Gobierno es reactivo, no muestra un rumbo claro. Toma medidas que pueden atenuar un problema, pero no prevé, no invierte, carece de carácter reformista», valora el profesor Passos. «Como durante la Geringonça, solo hay planes y anuncios, pero con una mayoría así cabría esperar más iniciativa». En ese sentido, el éxito de este año pasa por maximizar la inversión de los fondos del Plan de Recuperación.
La subida de los salarios pactada para este 2023 es insuficiente y solo una de las causas de descontento para sectores estratégicos. Se sucedieron las huelgas de puertos, la falta de personal médico y el cierre de maternidades y urgencias de obstetricia derivaron en la dimisión de la prometedora Marta Temido, exministra de Sanidad, y actualmente los profesores están en pie de guerra, con paros constantes y multitudinarias manifestaciones.
La gota que colmó el vaso fue la aerolínea TAP, rescatada por más de tres mil millones por considerarse una empresa estratégica. Ahora, que vuelve a dar beneficios, será privatizada. Su mala gestión provocó que Pedro Nuno Santos abandonara la cartera de Infraestructuras, lo que dejó tambaleando al Gobierno y también a su partido, que veía en él al sucesor más factible.
«Tener a sus teóricos sucesores en el Gobierno se consideró una manera de controlarlos y que no fueran una amenaza, pero ahora parece contraproducente, porque van tomando un peso inesperado», dice Passos en referencia a la incertidumbre interna de los socialistas y a algunas de las crisis más marcadas del año, como los desacuerdos entre Santos y Costa sobre el futuro aeropuerto de Lisboa.
Intención de voto
Aunque apenas perdieron popularidad tras los primeros casos y dimisiones, las actuales encuestas atribuyen al PS alrededor de un 27 % de intención de voto. «No sé qué influye más, si todos los casos, la falta de consistencia, o todo sumado», recapacita el profesor. «Pero el país ha funcionado. No se puede decir que la crisis sea excesiva, se roza el pleno empleo, no hay problemas de inmigración ni seguridad… No todo es mérito del Gobierno, pero este se beneficia». Passos añade que todo «es una cuestión de percepción, pues el ciudadano todavía es más sensible a los argumentos del Gobierno y no de la oposición, que sigue sin crecer claramente en los sondeos».
En conclusión, «es una sensación de indefinición, porque unos pierden apoyo, pero nadie lo gana». El 25 de febrero se celebrará una manifestación en Lisboa que aglutina a distintas asociaciones civiles. Su carácter inorgánico recuerda a la histórica marcha «que se lixe a troika», en el 2012, contra el Gobierno de Passos Coelho. Puede ser un buen termómetro para entender el sentir general.
Trece dimisiones de altos cargos
Además de gobernar el país, Costa ha tenido que lidiar a nivel interno con los ya conocidos como casos e casinhos, una serie de polémicas que acabaron con once secretarios de Estado y los ministros Marta Temido (Sanidad) y Pedro Nuno Santos (Infraestructuras). «Con la mayoría absoluta se genera una sensación de inmunidad para los propios gobernantes, pero también es cierto que, al no tener opciones de ganar votaciones en el Parlamento, la oposición está más vigilante a estos detalles», explica el profesor José António Passos. «Es algo muy mediático», destaca, explicando que no es tan determinante en la decisión de voto.
En este sentido, se observó una clara rectificación por parte del primer ministro, António Costa, que consideraba que su mayoría no requería una figura de coordinación clave como es el secretario de Estado adjunto. Ante las evidentes incoherencias internas e incipientes polémicas, en septiembre designó a Miguel Alves para el puesto, cuyo pasado en el Ayuntamiento de Caminha acabó siendo otro motivo de escándalo y costándole la dimisión dos meses después. Fue sustituido por António Mendoza Mendes, una figura que conoce bien el Gobierno y sus labores, y que se presenta como un elemento clave para la coordinación interna y un mayor escrutinio de los candidatos.
Precisamente, por una escrupulosa evaluación previa de los gobernantes pasan las soluciones del Gobierno, que a inicios de enero definió un mecanismo para comprobar la validez de los candidatos antes de ser propuestos a Marcelo Rebelo de Sousa.
La iniciativa llegó tras la crisis más aguda del mandato, a finales del 2022, con el caso de Alexandra Reis (cobró medio millón de euros para dejar la administración de TAP y convertirse en secretaria de Estado del Tesoro), que costó el puesto al ministro de Infraestructuras, Pedro Nuno Santos, y puso en el foco al de Finanzas, Fernando Medina. Se zanjó con una profunda remodelación del Ejecutivo.
La oposición sigue bloqueada y pasa por un proceso de reconstrucción
La inesperada mayoría absoluta alcanzada por el Partido Socialista hundió en una profunda crisis a sus hasta entonces aliados de la izquierda (Bloco de Esquerda, Partido Comunista y Verdes) y obligó a los conservadores (PSD) a repensar su estrategia y cambiar de líder. Entonces, una nueva fuerza asomaba desde la extrema derecha, el Chega, que maximizó su desafío a la política tradicional y colocó a André Ventura como el tercer candidato con más apoyos, por delante de Iniciativa Liberal.
El principal partido de la oposición, PSD (centroderecha) se confió a Luís Montenegro con la perspectiva de formarlo durante tres años, hasta la campaña electoral del 2025. De ahí que ahora nadie lo considere una alternativa viable en caso de elecciones anticipadas. Ni es lo suficientemente movilizador, ni se acopla a los nuevos ritmos políticos, lo que lo pone en duda dentro del propio partido, que parece echar de menos al ex primer ministro Passos Coelho. Sin que este muestre ninguna intención de regresar a la vida política, otras alternativas pasan por el contrastado alcalde de Lisboa, Carlos Moedas.
La irrupción de Chega
Parte de la estrategia socialista consistió en acusar a sus críticos de parecerse a la extrema derecha, el Chega, lo que redundó en que este partido acabara pareciendo una alternativa sólida. Sus opciones de seguir creciendo pasan más por la debilidad del PSD que por explotar el racismo y escepticismo democrático, que en Portugal no tienen el recorrido de otros países europeos. Hasta el momento los votantes centristas aceptaron los argumentos socialistas, que advertían de que la derecha aceptara una coalición con el Chega. Pero esto podría cambiar, ya que su discurso disruptivo y el uso de la comunicación social capitalizan los cambios en los sondeos.
Desde la izquierda, el PCP viene de elegir a Paulo Raimundo como su nuevo líder, que se muestra especialmente dialogante con el Gobierno e, incluso, abierto a una nueva Geringonça. El Bloco de Esquerda, por su parte, sigue buscando una estrategia que vaya más allá de la agenda social, hasta la fecha marginal en el Parlamento.
Eunice Lourenço analista política: «El Gobierno atiende a sus problemas, no a los del país»
Eunice Lourenço es editora de política en el semanario luso de referencia, Expresso, y habitual en los debates de actualidad.
—Pese a la sucesión de los escándalos políticos a lo largo del año pasado, las encuestas no revelaron una caída de popularidad de António Costa hasta ahora. ¿Cuál es el punto de inflexión?
—Pienso que es un sumatorio. Costa resistió muy bien en términos de popularidad al principio, cuando se presentaba como una solución a los problemas de sus ministros, pero ahora ya se cuestiona si el problema no será él mismo por no controlar el Gobierno. A inicios de enero, daba la sensación de falta de pulso, que se acentúa con el descontento de distintos sectores en huelga. Existe la sensación de que el Ejecutivo está continuamente atendiendo a sus problemas internos y por eso no dedica la atención necesaria a la gobernación, sin resolver ni un aspecto ni el otro.
—Entonces, ¿cuáles son las líneas rojas para los portugueses?
—Los ingresos. El coste de la vida se está encareciendo mucho y aumenta la insatisfacción en distintos planos. A eso se suma otra cuestión de difícil solución, que es la vivienda. Era un problema para los jóvenes, pero se está generalizando por gran parte del país y varios niveles etarios y sociales. Eso sí, hay mucho dinero del Plan de Recuperación y Resilencia (PRR), que puede disminuir la presión de estos balones de indignación. Será clave la manifestación del día 25, que puede ayudar a medir el descontento.
—¿Y para Rebelo de Sousa?
—Uno de sus problemas es que no solo evalúa el estado del Gobierno, sino también de la oposición y, por muy desgastados que estén los socialistas, no parece haber una alternativa inmediata. Insiste en que no es momento de disolver el Parlamento y convocar elecciones, así que intentará no marcar líneas rojas mientras no vea alternativas. Eso sí, considera fundamental la aplicación del PRR y ya advirtió varias veces que Portugal no puede desperdiciar esa oportunidad para modernizarse.
—¿En este primer año, qué logros destacaría del Gobierno?
—Muy pocas cosas. La gestión del PRR y las medidas de apoyo frente a la inflación, que, debido a la confusión generada, no llegaron a repercutir tan positivamente en la imagen del Gobierno como se esperaba.
—Hasta ahora, estas ayudas han tenido un carácter improvisado y tampoco se aprecia una estrategia de gasto clara.
—El Gobierno es un poco contradictorio. Todos quedamos traumatizados con la troika y, aun siendo un Gobierno de izquierdas que cree en la inversión, debe garantizar que sus cuentas son fiables. Las medidas son muy cortoplacistas y básicamente consisten en poner el dinero en la cartera de quien más lo necesita, lo que nunca es suficiente con esta inflación. Ante todo, tratan de evitar que Portugal entre en recesión. Pero todavía existe margen de actuación, tanto para el apoyo social como para aplicar el PRR. Si consigue dominar la situación interna, podrá revertir el desgaste.
—¿Qué percepción hay del Gobierno a nivel europeo?
—A Costa se le percibe de manera distinta dentro y fuera de Portugal. En la Comisión Europea está muy bien visto y muestran gran aprecio por él. Asimismo, él también cuida mucho su imagen en Europa.