Ningún avance en comunicaciones entre Galicia y Portugal desde que en el 2000 se abrió la autopista que une Tui y Oporto

Carlos Punzón
Carlos Punzón VIGO, LA VOZ

GALICIA

Imagen de archivo del tren celta, que une Vigo con Oporto. La ansiada alta velocidad en esta vía no llegará antes del 2030.
Imagen de archivo del tren celta, que une Vigo con Oporto. La ansiada alta velocidad en esta vía no llegará antes del 2030. M.MORALEJO

La comunidad no acoge ningún órgano de cooperación luso-española

03 may 2024 . Actualizado a las 18:38 h.

«Al otro lado de la frontera no hay nada», le echó en cara en 1993 Manuel Fraga al entonces primer ministro de Portugal, Aníbal Cavaco Silva, cuando en una visita oficial a Galicia le conminó a volar en helicóptero con él siguiendo el trazado de la recién inaugurada autovía Vigo-Tui y que frenaba en el Miño. Tras el fin de semana de viaje galaico, Cavaco dio orden al lunes siguiente de realizar el proyecto de prolongación de la autopista Oporto-Braga hasta Valença do Miño, que se abriría en el 2000.

Desde ese gran acuerdo, apenas nada nuevo se ha sustanciado para avanzar en materia de comunicaciones en los 27 puntos de paso entre Galicia y el norte del país vecino, la zona más transitada de los 1.240 kilómetros de frontera. Más de 14.000 trabajadores y 48.500 vehículos la cruzan cada día, anticipando con sus movimientos los avances que en materia de transportes generan anuncios y compromisos casi siempre vacuos.

Desde principios de los noventa se acuñó la idea de un tren de alta velocidad Lisboa-Oporto-Vigo, que siendo extremadamente optimistas no llegará antes del 2030. En la última cumbre celebrada en Viana do Castelo en noviembre pasado, el ansiado tren y un acuerdo para coordinar el calendario de su puesta en marcha no mereció figurar entre los once memorandos firmados por los dos ejecutivos. Sí se aludió al proyecto en la declaración conjunta que constaba de 67 apartados, pero otorgándole tanta relevancia como al tramo Badajoz-Plasencia, Madrid-Lisboa o al Mérida-Puertollano.

El Gobierno luso exigió más en esa cita, pues reiteradamente ha manifestado que el Oporto-Vigo es su línea prioritaria. Pero su estrategia de país no coincide con la visión de la Moncloa, que prefiere que antes se unan con AVE las dos capitales peninsulares.

Lisboa recela de que un tren rápido a Madrid reste masa crítica, y por tanto justificación, a la faraónica obra del nuevo aeropuerto de la capital lusa. Y desde el Ejecutivo de Sánchez se da por hecho que Portugal quiere el AVE Oporto-Vigo-A Coruña para atraer viajeros, empresas y capitales al norte del su país, que desde el Gobierno central se estima que ganaría más que España.

Y mientras sigue esa partida de ajedrez, en la que detrás de las declaraciones ceremoniales se esconde no poca desconfianza y reproches mutuos de retrasos en la plasmación del proyecto ferroviario, los avances en otras materias que conciernen a Galicia se desarrollan con una lentitud igual de exasperante. Sobre todo para los trabajadores y residentes más próximos a la frontera, que tras su cierre en la pandemia solo han obtenido una «guía práctica del trabajo fronterizo», que está bien, resume cómo afrontar los trámites laborales imprescindibles, pero que no llega al estatuto que se llegó a anunciar casi como pase libre de restricciones para ellos.

Siendo también el mayor polo de relaciones entre los dos países, Galicia ha quedado fuera de la designación de instituciones conjuntas: el Laboratorio de Nanotecnología, en Braga; el Centro Ibérico de Investigación y Almacenamiento Energético, a Cáceres; el Centro de Investigación para el Atlántico, a Azores, y la futura Zona Franca Tecnológica de energías renovables, a Viana. Planes de turismo conjunto, desarrollo de proyectos del coche autónomo y hasta el nuevo puente sobre el Miño en Tui, necesitan aún de más vueltas.