Los españoles resisten los combates en Sudán encerrados en sus casas sin luz ni agua

Gerardo Elorriaga MADRID, COLPISA

INTERNACIONAL

Solo Arabia lo consigue. La falta de seguridad retrasa las evacuaciones de extranjeros atrapados en Sudán y solo Arabia Saudí ha logrado sacar a sus nacionales por barco, como se ve en la imagen, a la llegada del puerto de Yeda. SAUDI PRESS AGENCY, Reuters
Solo Arabia lo consigue. La falta de seguridad retrasa las evacuaciones de extranjeros atrapados en Sudán y solo Arabia Saudí ha logrado sacar a sus nacionales por barco, como se ve en la imagen, a la llegada del puerto de Yeda. SAUDI PRESS AGENCY, Reuters SAUDI PRESS AGENCY | REUTERS

Hay unos 60 residentes en Jartum, la mayoría de 30 o 40 años

22 abr 2023 . Actualizado a las 21:41 h.

Algo olía mal en Jartum. El hedor comenzó a expandirse hace un par de semanas en la capital sudanesa, justo cuando debían firmarse los acuerdos para devolver el poder a los civiles. «Aparecieron vehículos con miles de uniformados de las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF)», recuerda J. S., un español que residía en el país desde hace quince años y que no facilita su nombre porque aspira a regresar en mayo. El aterrizó en Madrid el jueves, cuando ya los efectivos se habían expandido por el sur del área urbana y acechaban puntos tan estratégicos como la base militar de Merowe, el Palacio Presidencial y la Comandancia General del Ejército.

La atmósfera festiva propia del mes de Ramadán se rompió el pasado día 15. Los habitantes de la enorme conurbación se despertaron en mitad de una guerra imprevista. El gobernante Consejo de Transición, dirigido por Abdelfatah al- Burhan, había respondido a la estrategia de las RSF con una contraofensiva militar, desplegando soldados y lanzando cohetes y descargas de artillería sobre las posiciones de los irregulares. Miles de personas, estudiantes en sus colegios o pasajeros de vuelos cancelados, permanecen allí donde quedaron atrapados por los primeros bombardeos.

El conflicto llamaba a las puertas de Jartum, oasis de paz en un país torturado por décadas de guerra en su periferia, en regiones como Darfur y Kordofán. Hasta entonces, el descontento de los ciudadanos del área urbana tenía su origen en la progresiva degradación de sus condiciones de vida. «La situación se había vuelto muy dura desde 2011, cuando la república perdió el 75% de sus recursos petrolíferos», explica. La crisis acabó con el tirano Omar al Bashir, pero las dificultades no remitían. La corrupción, que esquilmaba los recursos públicos, y la falta de medios abocaban a Sudán al desastre. «Numerosas empresas han desaparecido. Estábamos en una coyuntura de estanflación, es decir, cuando la inflación no cede mientras la economía se hunde».

Las luchas en la capital han afectado a unos sesenta residentes españoles. «Hay muy pocas familias, la mayoría son individuos de unos 30 a 40 años, profesionales de organizaciones internacionales como la Unión Europea y Cruz Roja», cuenta. «Suelen vivir en el barrio de Imarat o Jartum 2, donde se concentran embajadas y establecimientos hosteleros».

Las certezas para nativos y foráneos desaparecieron de repente y, hasta la fecha, no han regresado. «Nadie sabía lo que pasaba, quién disparaba y quién controlaba su zona», explica. Algunos abandonaron su hogar y buscaron refugio en hoteles. «Los extranjeros que pudieron se acogieron al Rotana, un edificio de lujo que, a partir de ese día, tuvo que comenzar a racionar los alimentos y los suministros para su generador de diésel».

La violencia no era el único problema al que debían hacer frente. La ciudad afronta sus meses más duros de calor, con temperaturas diarias que superan los 40 grados. «La electricidad se cortó cuando comenzaron los enfrentamientos y, en esa tesitura, tampoco dispones de agua porque el suministro depende de tanques situados en el tejado de las casas que se activan con energía», indica. J.P.C, joven madrileño que ejerce como profesor de español en un centro académico privado, ha resistido los últimos siete días en un apartamento carente de aire acondicionado. «No solo no puedes dormir por el ruido de los impactos de los misiles, que pueden impactar en tu casa, es que tampoco aguantas el calor».

La comunidad de expatriados en la que vive J.S. soporta la crisis en el interior de un sótano, mejor refrigerado, pero aislado. «Aunque parezca increíble yo, desde España, soy sus ojos y les cuento lo que sucede porque están aislados, no tienen ningún información de la calle», explica. Las inmediaciones del Palacio Presidencial y el cuartel general del Ejército, reducido a escombros, siguen siendo las zonas donde se concentran los combates más fieros. «El centro sigue siendo la zona más afectada».

La ciudad de Jartum es horizontal, se asienta sobre una superficie equivalente a la mitad de Gipúzcoa y posee pocos edificios en altura. Los más elevados proporcionan la panorámica más privilegiada de lo que sucede. «Una amiga, profesora de Enfermería, dice que frente a su casa hay unos setenta cadáveres esparcidos por la calzada que nadie recoge por miedo», indica. «Se habla de 300 muertos, pero debe haber muchos más casos como este».

El alto el fuego se respeta irregularmente. «Salir de casa es muy peligroso», señala y recuerda que hay que cubrir grandes distancias para acceder a los contados comercios que disponen de víveres. Los extranjeros intentan agruparse en los centros desde donde serán evacuados, caso de la residencia del embajador español. Para muchos de ellos, el móvil representa su único contacto con el mundo exterior. «Lo están pasando muy mal, racionando el uso de sus teléfonos para no agotar la batería y quedarse incomunicados».

La devastación continúa con hospitales carentes de medicamentos y botellas de oxígeno, calles comerciales saqueadas y locales de ONG allanados. «Sudán es otro país», sostiene J.S, y arguye que el desgajamiento de los territorios meridionales, el actual Sudán del Sur, inició una vía hacia ningún lugar. «El presidente Omar Al Bashir era un tirano cruel, pero ocurría como con el régimen franquista, sino te metías en política podrías sentirte seguro».

La llegada de la democracia desveló las carencias y la imposibilidad de que los militares renunciaran a sus privilegios. Los últimos siete días han demostrado que incluso lucharán entre ellos para no perderlos. «Jartum era una de la ciudades más seguras de África hasta hace una semana», lamenta nuestro interlocutor.