Banderas rusas en Niamey

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

INTERNACIONAL

Partidarios del golpe despliegan banderas en la capital de Níger, Niamey
Partidarios del golpe despliegan banderas en la capital de Níger, Niamey balima boureima | REUTERS

29 jul 2023 . Actualizado a las 22:54 h.

Ayer se pudo saber por fin quién está detrás del golpe de Estado en Níger. No hay sorpresas: se trata del general Abdourahmane Tchiani. En lo que podríamos denominar discurso de autoinvestidura en televisión hay una frase reveladora: uno de los motivos del golpe es la falta de cooperación de Níger con sus vecinos Burkina Faso y Mali. Es decir, otros dos países donde ya gobiernan también los militares. Es la confirmación de un «efecto dominó» que, en tres años, ha dado lugar a nueve golpes o tentativas de golpe en esta región de África. Es fácil entender este comportamiento imitativo: los uniformados de los otros países ven que no hay consecuencias graves, lo que alimenta nuevas asonadas. ¿Juega Rusia algún papel en estas tomas violentas del poder? No hay pruebas de que las organice o las aliente, solo de que saca partido de ellas. En realidad, la dinámica es de fondo: las de por sí ya frágiles democracias del Sahel no están preparadas para enfrentarse a la insurrección yihadista permanente. Occidente ha ido en su ayuda con éxito desigual, pero era inevitable que al final la falta de seguridad y el agravamiento de la situación económica favoreciese la salida desesperada del cuartelazo. En el caso de Níger existe además un factor personal. El general Tchiani es un fiel del anterior presidente Mahamadou Issoufou. El actual presidente Mohamed Bazoum pensaba destituirle de la jefatura del Estado Mayor y Tchiani se ha anticipado a su cese.?

Otra cosa es que Moscú trate de pescar en este río revuelto del desánimo y la ambición. El jueves se veían banderas rusas en las calles de Niamey, la capital de Níger. Ayer, el insumergible Yevgueni Prigozhin saludaba el golpe como un episodio de la lucha contra «el colonialismo». Por este procedimiento Rusia ya ha conseguido una influencia considerable en Burkina Faso, y sobre todo en Mali, donde ha empezado a desplegar mercenarios de la empresa que todavía lleva el nombre de Wagner. Occidente y la ONU, que se apresuraron a condenar estos golpes de Estado, han sido invitados a retirar sus tropas. Precisamente, Francia había replegado las suyas a Níger. Pero no es seguro que este país siga el mismo camino que sus vecinos, sobre todo porque ese cambio de alianzas no les está resultando bien. Por mucho que los militares de Burkina Faso y Mali hayan prometido resolver la amenaza de la insurgencia, esta no ha hecho sino acrecentarse desde su toma del poder. Níger, que en el plano militar está en una situación algo mejor que sus vecinos en gran parte gracias a la presencia de tropas norteamericanas en su suelo, se lo pensará dos veces antes de cambiar la amistad del Pentágono por la del Kremlin. Tampoco a Occidente le interesa perder otra base importante en el Sahel. De modo que cabe pensar que, más allá de las condenas de Francia al golpe, se encontrará alguna fórmula (la clásica es el calendario para unas elecciones libres) que permita que Níger no quede aislada y caiga en manos de Moscú o de los yihadistas.