Turkmenistán, la excéntrica dictadura con un Ministerio del Caballo donde solo se permiten los coches blancos

P. V.

INTERNACIONAL

Monumento al perro pastor de Asia Central, conocido localmente como Alabai en la capital de Turkmenistán, Asjabad
Monumento al perro pastor de Asia Central, conocido localmente como Alabai en la capital de Turkmenistán, Asjabad Vyacheslav Sarkisyan

La visita del doctor Diego González Rivas a «La Revuelta» ha vuelto a sacar a la luz las arbitrarias normas del hermético país de Asia Oriental, uno de los regímenes más autoritarios del mundo

20 sep 2024 . Actualizado a las 08:10 h.

Una capital llena de marmóreas construcciones ostentosas, la que más récords Guinness del mundo tiene, donde solo se permiten los coches de color claro para no desentonar, enormes avenidas desiertas de gente, un Ministerio del Caballo para gestionar este apreciado animal y feriados nacionales tan curiosos como el Día del Melón o el Día del Perro Pastor de Asia Central. El único país reconocido por la ONU como «permanentemente neutral» y también el único que se ha atrevido a prohibir el coronavirus. Así es el excéntrico y desconocido régimen de Turkmenistán, en Asia Central, que ha vuelto a acaparar la atención de todos tras la visita del cirujano coruñés Diego González Rivas a La Revuelta de David Broncano. Porque se trata de uno de esos herméticos regímenes que ha podido visitar el doctor.

«Los cirujanos consiguieron la autorización del presidente y pude ir», destacó González Rivas ante un Broncano curioso de las singularidades de tan desconocido país. «Muy ostentoso, muy lujoso, sin gente en las calles, los coches todos blancos, para mantener la armonía con las construcciones de mármol», explicó sobre sus primeras impresiones el doctor, que tuvo que ir todo el tiempo con escolta.

Y, aunque ha detallado algunas de las curiosidades, el médico se ha quedado corto. Ni la larga entrevista que le ha dedicado Broncano habría llegado para hablar pormenorizadamente de esta extravangante dictadura, que cuenta con algunas de las normas más absurdas y arbitrarias de cuantas se pueden llegar a pensar. Todo ello en un represivo régimen caracterizado por una flagrante violación constante de los derechos humanos.

Por la convulsa región de Asia Central pasaron todo tipo de pobladores previos a su independencia como país moderno. El imperio persa, Alejandro Magno, los selyúcidas —que le legaron la religión musulmana, aunque la siguen de forma bastante heterodoxa—, los mongoles, el imperio ruso y, por último, la URSS. De ellos consiguió Turkmenistán la independencia en 1991, bajo la mano de Saparmurat Niyázov, primer presidente y único candidato, luego reconvertido en dictador todopoderoso.

El inicio de una tradición de normas arbitrarias

Fue Saparmurat Niyázov el que empezó con esa tradición de normas caprichosas, que, aunque han ido cambiando a lo largo de los años, algunas relajándose pero surgiendo también otras nuevas, marcan la idiosincrasia del país.

Al primer dictador le dio por ahí y empezó a prohibir cosas que, aparentemente, no podían parecer más inofensivas. Y que fueron especialmente perseguidas en la capital del país, Asjabad. Niyázov impidió que los ciudadanos asistiesen a funciones de ballet, que tuviesen un perro, que estudiasen inglés, conducir coches de color oscuro, escuchar música al volante o incluso llevar dientes de oro.

Todo por romper ciertos comportamientos que él creía que se habían adquirido de los antiguos gobernantes, de Occidente o simplemente por mantener una armonía extrema en la capital

Porque Asjabad, la ciudad central del país, era el lugar donde todo tenía que estar perfecto. En ella construyó una urbe de Guinness, que ostenta el honor de tener la mayor concentración de edificios de mármol del mundo. De grandes avenidas —herencia de la planificación urbana soviética—, pulcros edificios y cuidados parques, fuentes a tutiplén y monumentos coronados con estatuas de llamativo brillo dorado. Un viaje del youtuber Ramilla de Aventura permite sumergirse en las inhóspitas calles de la capital.

Un libro sagrado de obligatorio estudio

Pero ese primer gobernante no fue conocido solo por sus ocurrencias legales. También por la iluminación plasmada en un texto que se convirtió en tan sagrado como obligatorio para todo. Decía Saparmurat Niyázov que fue el propio Alá quien lo guió a la hora de la escritura del Ruhnama, que se puede traducir como «El libro del alma».

Se trata de una guía sobre moral y civismo. Pero la cosa no se queda ahí. El dictador lo convirtió en lectura obligada para los estudiantes, y poco después exigió que los funcionarios, para mantener su cargo, tuvieran que examinarse de los preceptos del libro cada año. Incluso los médicos tenían que jurar lealtad al libro para ejercer, y para sacarse el carné de conducir también era necesario estudiárselo.

Turkmenistán, que le hace monumentos a todo, no se podía olvidar de uno también para el propio libro. Se trata de una réplica en versión gigante del Ruhnama, puesta en el medio de una plaza. Todas las noches se abría por las noches y un altavoz recitaba un párrafo elegido al azar con las enseñanzas del máximo gobernante turkmeno.

Un nuevo calendario con festividades singulares

El culto a la personalidad de ese primer líder llegó incluso al calendario. No podía ser, pensaba Saparmurat Niyázov, que siguieran utilizando unas denominaciones de meses y días con referencias paganas o a personajes occidentales. Así que decidió cambiarlo de cabo a rabo por otras locales. Más que locales, personales, podríamos decir.

A enero lo denominó Turkmenbashi, que significa «el líder de los turcos»; es decir, se reservó a sí mismo para abrir el año. A abril le puso Gurbansoltan, que era el nombre de su propia madre; mayo cambió a Magtymguly, que era uno de sus poetas favoritos y septiembre lo reservó, cómo no, para su propio libro, el Ruhnama.

Como festividades estableció el Día del Melón o también el Día del Caballo, un animal que acabaría teniendo su ministerio propio.

La neutralidad por bandera

La apuesta por la neutralidad absoluta del país le viene ya de ese primer líder supremo. Y así ha permanecido hasta ahora, sin adherirse a ningún tratado internacional más allá de la ONU. Hasta el punto de que se trata de la única nación del mundo que las Naciones Unidas han reconocido como «permanentemente neutral». Algo que ni Suiza ha conseguido.

Uno de los grandes monolitos que destaca precisamente en la capital es el Monumento a la Neutralidad, una alta torre coronada por una estatua dorada del fundador de la patria moderna.

Fin de unas prohibiciones, inicio de otras

Saparmurat Niyázov falleció en el año 2006, y fue sucedido por una de las personas de su máxima confianza: su dentista. Gurbanguly Berdimuhamedow, que se llamó a sí mismo El Protector, supuso un punto y aparte en muchas cosas. Pero lo que no cambió es la megalomanía de su antecesor ni en su gusto por las normas arbitrarias, aunque fueran diferentes.

Nada más llegar, relajó algunas de las medidas del primer dictador. Permitió de nuevo la ópera y el ballet, quitó el veto al estudio del inglés en el país, le restó importancia al libro sagrado, al que añadió varios textos de su propia cosecha y, además, restauró los nombres originales del calendario.

Pero, para dejar su propia huella, también él estableció ciertas leyes curiosas. Prohibió que los funcionarios se tiñesen el pelo y, en una de las decisiones más rocambolescas, en plena pandemia global, tomó la decisión fulminante de prohibir el coronavirus. El país quiso borrar cualquier rastro del covid-19, e impidió hablar de la enfermedad o que sus ciudadanos usasen mascarillas.

Y si algo le obsesionó más que su antecesor fueron los récords Guinness. De ahí la concentración de estos premios en el país y, especialmente, en la capital. Asjabad es la ciudad de los Guinness en muchos sentidos, ya que es donde más récords del mundo se cumplen. La mayor noria interior del mundo, el más grande edificio con forma de estrella, una alfombra de 300 metros cuadrados que empequeñece a cualquier otra o una fuente de doble marca: es la más grande del mundo y la que mayor cantidad de fuentes concentra en un mismo lugar.

Caballos y perros pastores

La obsesión de Gurbanguly Berdimuhamedow también tuvo un nuevo objeto de deseo: el perro pastor de Asia Oriental, conocido localmente como Alabai. Una raza canina autóctona que el mandatario se ha empeñado en proteger por encima de todo, otorgándole recursos millonarios a pesar de la situación económica de sus cuidadanos.

El perro tiene su estatua de oro en plena capital, por supuesto, y no puede faltar un Día Nacional del Perro Pastor, dedicado al hermoso animal.

Otro tanto sucede con los caballos, como dijimos antes. Que, además de su Día Nacional, cuenta también con un ministerio propio.

Los turkmenos tienen un respeto total especialmente por la raza Akhal-Teke, conocidos por su velocidad, resistencia y por su pelaje blanco brillante, a juego con la capital. Y que son considerados tesoros nacionales.

El expresidente Gurbanguly Berdimuhamedov sobre un caballo durante el desfile del Día de la Independencia en Asjabad
El expresidente Gurbanguly Berdimuhamedov sobre un caballo durante el desfile del Día de la Independencia en Asjabad Vyacheslav Sarkisyan | Reuters

DJ, piloto de rallies y jinete de hípica

Al contrario que su predecesor, que se ocupó de hacer de la suya una figura casi mesiánica, Gurbanguly Berdimuhamedow optó por la figura contraria, la de un dictador cercano a la gente, capaz de cualquier cosa impensable.

Durante una celebración del Año Nuevo, ejerció de DJ en una fiesta, pinchando música electrónica, y ha hecho varios conciertos en solitario o con su nieto.

También ha participado en carreras de hípica como un jinete más y, además, también es aficionado al rally. Se ha grabado conduciendo su coche de carreras por los lugares más insospechados del país, como por ejemplo alrededor de la Puerta del Infierno, una antigua y enorme prospección de gas en pleno desierto, muy rica en petróleo y gas natural.

Un país rico en gas natural

El mandato de Gurbanguly Berdimuhamedow dio paso al de su hijo, Serdar Berdimuhamedow. Este ha optado, esta vez, por una gestión mucho más discreta, sin las grandes algarabías de sus antecesores.

Eso sí, la situación del país no está para echar cohetes. Pocos datos de los que se publican se toman como ciertos, ya que se cree que muchos están maquillados. Ni la población total —hay registrados casi 7 millones de personas y 1 millón en la capital, aunque se cree que muchos se han ido emigrados— ni mucho menos sus datos de PIB o de inflación.

Los ciudadanos de a pie han protagonizado algunos conflictos en comercios precisamente por la escasez y los altos precios, inasumibles para la mayoría de habitantes.

Las calles suelen estar desiertas, y aunque las leyes islámicas se aplican de forma muy laxa —las mujeres no llevan velo y se puede beber alcohol—, lo cierto es que los ciudadanos no tienen reconocido prácticamente ningún derecho fundamental. Su gobierno es autoritario y represor, se castiga brutalmente toda forma no autorizada de expresión política o religiosa, no se reconocen los derechos LGTBI y el acceso a la información está ampliamente controlado por el Estado.

Le salva el hecho de contar con unas reservas de gas natural importantes, que le hacen tener buena relación con la Unión Europea, especialmente despues del estallido de la guerra de Ucrania. Por ello, Bruselas ha llegado a considerarlo un aliado esencial.