Israel ataca el centro de Beirut y amplía las evacuaciones en el sur del Líbano

Andrés Rey REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

Bombardeos israelíes sobre el pueblo de Khiam, en el sur del Líbano.
Bombardeos israelíes sobre el pueblo de Khiam, en el sur del Líbano. STR | EFE

Irán advierte de que un ataque de Tel Aviv traerá una «respuesta no convencional»

04 oct 2024 . Actualizado a las 09:25 h.

Queda poca vida en Beirut. Las calles, normalmente abarrotadas de tráfico, barullo y bocinas de coches, están inquietantemente vacías. Las aceras, antes bulliciosas, donde los libaneses hablaban de política mientras tomaban café o té, están desoladas y, en lugar de sillas de bar, hay fragmentos de vidrio y cascotes esparcidos. Casi todas las tiendas están cerradas y los apartamentos sobre ellas, desiertos. Las bombas israelíes han llegado al corazón de la capital

El Ejército de Benjamin Netanyahu aseguró este jueves que había atacado el cuartel general de la inteligencia de Hezbolá en la ciudad, y también su oficina de comunicaciones. Según el Ministerio de Salud Pública del Líbano, al menos nueve personas murieron y catorce resultaron heridas en este bombardeo, aunque aún se están analizando los restos de ADN en el lugar. Al mismo tiempo, las tropas lanzaron una nueva orden de evacuación para una veintena de localidades sureñas.

La zona beirutí de Dahye, bastión de la milicia chií proiraní, sigue siendo la más afectada por las bombas israelíes. Una de ellas, todavía de noche, causó grandes daños en un centro sanitario. Barrió varias plantas, segando las vidas de decenas de paramédicos y otros miembros de los servicios de rescate. Los cuerpos de varios de ellos salieron despedidos a la calle. 

La gota que colmó el vaso

Además de los 28 trabajadores sanitarios que fallecieron en solo 24 horas —según la OMS—, dos soldados del Ejército libanés perdieron la vida. Uno de ellos iba en un convoy humanitario de la Cruz Roja que evacuaba a víctimas en el distrito sureño de Marjayún. El otro murió en un ataque de Israel contra un centro de las Fuerzas Armadas del Líbano, en la zona de Bint Jbeil, también en el sur. Para los militares libaneses, esas dos gotas colmaron el vaso, así que decidieron responder al fuego con fuego. Es la primera vez, en el marco del conflicto entre Tel Aviv y Hezbolá , que las tropas se unen a los guerrilleros.

Concretamente, este jueves el fuego del Ejército libanés se mezcló con al menos 120 proyectiles de la milicia chií. Israel solo pudo interceptar algunos, el resto impactó en diferentes partes del país, si bien de momento no hay información de heridos ni víctimas.

Israel no solo acabó con civiles, paramédicos y soldados. Entre las decenas de bombardeos, uno a última hora del miércoles en Damasco (Siria) consiguió matar al yerno de Hasán Nasralá —el exlíder de Hezbolá, también asesinado— y a un guardia revolucionario iraní. Además, los militares israelíes confirmaron que en Gaza, donde los fallecidos desde el pasado 7 de octubre superan ya los 41.700, una operación acabó «hace tres meses» con el jefe político de Hamás en el enclave palestino, Rawhi Mushtaha.

En cuanto al conflicto con Irán, que sigue escalando, Joe Biden estudiaba este jueves la posibilidad de apoyar a Netanyahu en un ataque contra las plataformas petrolíferas del país. «Cualquier país que preste ayuda al agresor será considerado objetivo legítimo», advirtió el régimen de los ayatolás. Después de un largo tiempo de «autocontrol unilateral», el Gobierno de Teherán ha perdido la paciencia y amenaza con una «respuesta no convencional» que podría incluir ataques a la infraestructura israelí. De momento, igual que el resto del mundo, espera a que Netanyahu mueva ficha.

La ONU rechaza la petición de retirar a los cascos azules de la Finul 

El secretario general de la ONU, António Guterres, afirmó ante el Consejo de Seguridad que los cascos azules de la misión de paz en el Líbano, la Finul, siguen en sus puestos. Se mantienen «pese a la petición de Israel» de que se retiren en el marco de la invasión iniciada esta semana.

Los cerca de 11.000 efectivos del cuerpo, que en este momento actúan bajo mando de un teniente general español, Aroldo Lázaro, no tienen permitido el uso de la fuerza. La intensidad de los combates les ha obligado en las últimas horas a refugiarse en los búnkeres de sus acuartelamientos y ha limitado hasta el extremo su capacidad de actuación.

El Gobierno español, a pesar de haber enviado ya dos aviones militares —a la espera de un tercero— para evacuar a civiles, aún descarta retirar a los 669 cascos azules españoles. Lo que se ha asentado es que, además de reconocer un fracaso, abandonar ahora el Líbano haría difícil regresar cuando las cosas estén más calmadas. Aun así, el plan de evacuación está trazado, en caso de que sea necesario. Incluiría al portaviones Juan Carlos I, que ya se encuentra en Rota, y a un buque de apoyo logístico.