Elon Musk, el magnate que más influyó en Trump y que nunca podrá ser presidente de Estados Unidos

Sara Pérez Peral
Sara Pérez REDACCIÓN

INTERNACIONAL

Carlos Barria | REUTERS

Participó activamente en la campaña y tendrá un cargo en la Casa Blanca

07 nov 2024 . Actualizado a las 09:22 h.

Cuando formalizó la compra de Twitter, Elon Musk (1971, Pretoria, Sudáfrica) entró en la sede de esta red social con un lavabo en las manos. Jugaba con la frase en inglés «let that sink in», que puede traducirse como «aquí estamos, empiecen a asimilarlo». «Sink» significa lavabo. Este miércoles lo volvió a hacer. Mientras el mapa de Estados Unidos se coloreaba de rojo republicano, Musk publicaba una imagen suya en el despacho oval sujetando un lavabo. El mensaje era claro: asimilen que volverán a ver a Donald Trump en la Casa Blanca. Y de algún modo, lo verán a él también, su mayor donante individual en la carrera presidencial, activo apoyo durante la campaña, y a quien el candidato republicano prometió poner al frente de una comisión de eficiencia de la Administración. Siguiendo el ejemplo de lo que hizo al llegar a Twitter: reducir la plantilla en más de un 80 %. De paso, le cambió el nombre y pasó a ser X. Musk está obsesionado con esa letra: así se llama uno de sus doce hijos —X Æ A-Xii— y está presente en tres de sus siete empresas —X, SpaceX y xIA—.

El papel del magnate tecnológico en las elecciones estadounidenses tiene mucho que ver con lo sucedido hace dos años, cuando compró la red social y la llevó en otra dirección; salvando, decía entonces, la libertad de expresión. La democracia.

Su acercamiento a Trump ha sido rápido e intenso. Ambos se deshacen ahora en elogios. En su discurso en Palm Beach, el republicano se refirió a Musk como «una nueva estrella» y un «supergenio». Gran parte de los agradecimientos fueron para él —aunque no se le vio a su lado—, a un hombre que formó parte del reducido grupo de personas que lo acompañaron durante el recuento de votos. Para Musk, «el futuro será fantástico» con él como presidente de Estados Unidos. El precio de su amistad es de unos 120 millones de dólares, que es lo que ha invertido el hombre más rico del mundo en la campaña del republicano. Su fortuna creció tras la victoria hasta los 283.600 millones de dólares. Las acciones de Tesla se dispararon un 14 %. Así que al final salió ganando.

Musk y Trump son viejos conocidos. Solo que uno ha cambiado de parecer más que el otro. Durante la carrera presidencial del año 2016, el posible nuevo «secretario de reducción de costes» de la Administración estadounidense cuestionó públicamente si el republicano era el adecuado para el cargo, y se mostraba más cercano a las políticas económicas y climáticas de Hillary Clinton. Hasta llamó a su padre malvado por haberlo apoyarlo. La victoria de Trump hace ocho años cambió ciertamente las cosas, y Musk entró en su equipo de asesores. Pero un fuerte desacuerdo político, el que llevó a que Estados Unidos abandonase el acuerdo climático de París, hizo que la relación se rompiese de nuevo. Biden ordenó volver a ese consenso sobre el cambio climático, pero ahora, controlando el Senado y probablemente también el Congreso, podría retroceder. Otra vez.

Las relaciones no han sido siempre tan fluidas. Hace solo dos años, Trump se refería a Musk como «artista de la mentira», y el multimillonario le contestaba diciéndole que «no lo odiaba», pero que «había llegado la hora de retirarse» y que «al final del mandato tendría 82 años, demasiado viejo para ser presidente de nada».

Todo eso cambió hace unos meses, y quién sabe cuánto durará la amistad esta vez. De un personaje tan inestable como Trump, un tipo que un día llama «enano gordo» al líder norcoreano, Kim Jong-Un y se pelea para ver quién tiene el mejor botón nuclear, y al otro le estrecha la mano en una cumbre entre Corea del Norte y Estados Unidos.

Llama la atención que un defensor de los combustibles fósiles se entienda tan bien con la persona que está revolucionando la forma que tenemos de movernos por el mundo con vehículos verdes. Durante este tiempo, Elon Musk ha asesorado a Donald Trump sobre coches eléctricos y también criptomonedas, cuando el republicano era hasta hace no mucho muy crítico con estos autos. Su discurso ha cambiado. Hasta los modelos de Tesla, de quien Musk es cofundador y director general, ya son para él «increíbles».

El mundo de Elon

De obsesión en obsesión, hasta llegar a pensar en la expansión de la humanidad hasta Marte, parece que la nueva fijación de Elon Musk está ahora en la política. Ha pasado de mantenerse al margen a prometer lealtad absoluta al candidato republicano. Está por ver a qué cargo público y a qué nivel aspira realmente en la nueva Administración Trump. Pero para ello tendrá que sacar tiempo entre todas sus empresas: X, SpaceX, Neuralink, xIA, Starlink, Tesla y The Boring Company. Y está su familia: tres mujeres y once hijos; Musk no cuenta a su hija trans, que dice que es víctima «del virus de la mente woke». Con todos ellos quiere mudarse a un complejo en Texas que le ha costado 32 millones de dólares. Lo que está claro es que sus empresas saldrán beneficiadas de su amistad con Donald Trump. De la forma que sea: con la exención de impuestos o con más contratos gubernamentales.

Puede que este primer salto a la política no sea su destino final. A Elon Musk no le gusta perder, lo dice a menudo. «Hace lo que le da la gana y se mantiene en sus trece. Es el mundo de Elon y los demás formamos parte de él». Así lo describe su primera mujer, Justine Wilson. Puede que en algún momento haya fantaseado con la idea de ser presidente de Estados Unidos, pero una condición de la Constitución se lo impide: ser ciudadano estadounidense por nacimiento. Sí cumple los demás requisitos, de tener más de 35 años y de haber vivido al menos 14 en el país (llegó de Sudáfrica ya entrado en la veintena). De nada sirve que el magnate tenga la nacionalidad desde hace más de veinte años. Le ocurrió a Arnold Schwarzenegger, que quiso sumarse a la carrera presidencial de este 2024 y no pudo.

Ahora que Donald Trump ha acaparado todo el poder, el del Senado y presumiblemente también el del Congreso, puede que hasta llegue a cambiar la Constitución para hacer a Elon Musk, una estrella para él, el próximo presidente de Estados Unidos. Pero puede que incluso eso le llegue a saber a poco a una persona que lo quiere absolutamente todo.