Sudán: La guerra civil que provocó una de las mayores crisis humanitarias del planeta

Carlos Peralta
C. Peralta REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

Una mujer y una niña, en una tienda del campo de refugiados de Zamzam.
Una mujer y una niña, en una tienda del campo de refugiados de Zamzam. Mohamed Jamal Jebrel | REUTERS

La mitad de su población padece hambre y al menos un tercio se ha visto obligada a abandonar sus hogares

16 abr 2025 . Actualizado a las 15:42 h.

Sudán está sumida en una cruenta guerra civil que ha provocado una crisis humanitaria devastadora. Este martes se cumplen dos años del inicio del conflicto, cuando las hostilidades entre el Ejército del país y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), cuyos jefes compartían un gobierno de transición hasta entonces, comenzaron un enfrentamiento que ha llenado el tercer Estado más extenso de África de miedo y hambre.

La mitad de su población, más de 24 millones de personas, sufren los efectos de la hambruna, según el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas. La Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (IPC, por sus siglas en inglés) detalla que la situación es extrema, «en fase de catástrofe», para 755.000 ciudadanos.

«En estos dos años no ha habido ni un descanso, ni un respiro para la gente. El conflicto, que es de manera continuada. La violencia contra los civiles, los desplazamientos y la falta de servicios. Llevamos dos temporadas de lluvias en las que muchos cultivos son fallidos», explica Esperanza Santos, coordinadora de emergencias de Médicos sin Fronteras (MSF) en Sudán.

La guerra civil estalló en varios puntos del país, entre ellos la capital, Jartum, una ciudad inmensa dividida en tres urbes por el Nilo. Las FAR están lideradas por Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hemedti. Desde el golpe de Estado del 2021 y hasta el estallido de la guerra, era el vicepresidente del Consejo de Soberanía de Transición. Porque Sudán iba camino de un paso a la democracia. Muchos de sus habitantes han vivido el proceso con ilusión, pero todo ha quedado en nada. El presidente es ahora su máximo enemigo en esta guerra: Abdelafatá al Burham, hoy líder del Ejército. Este bando anunció hace unos días el dominio de toda Jartum —la toma del palacio presidencial fue un punto de inflexión en el conflicto— y de su aeropuerto principal. Es consecuencia de una contraofensiva que comenzó en octubre.

No se vislumbra el final

Los avances del Ejército, sin embargo, no hacen presagiar el fin del conflicto. Quieren acabar por completo con las FAR. Amnistía Internacional denunció cómo ambos grupos armados —y sus milicias afines— han vulnerado gravemente los derechos humanos con ataques indiscriminados a civiles y violencia sexual contra las mujeres. La guerra civil no es cosa de dos. Tal como Mohamed Sad, investigador de la Universidad Carlos de Praga, en el portal académico The Conversation, hay muchas otras milicias armadas en el país. Algunos son desertores de las FAR y otras anhelan poder o simplemente protección.

El sábado, al menos 350 personas murieron por un ataque de paramilitares afines a la FAR en los campos de desplazados de Zamzam y Abu Shouk. La guerra civil desató a su vez una crisis de desplazados. Cerca de 12 millones de sudaneses se han visto obligados a abandonar sus hogares. Tres de ellos, con rumbo a países cercanos, como Egipto, Chad y Sudán del Sur. «Cuando hay cambios en las líneas del frente, la población civil se ve atrapada. A veces, los grupos armados previenen que la gente se mueva para protegerse. Para usarlos de escudo humano», relata Santos.

A causa del citado ataque, MSF ha recibido en poco más de 24 horas a 12.000 refugiados en Tawila, al este de Zamzam. Una cifra que supera ampliamente las previsiones de la Organización Internacional para las Migraciones, estimadas en cerca de tres mil. Son refugiados que ya eran refugiados, en su enésimo desplazamiento y con su vida a cuestas.

El ataque acabó con la vida de ocho profesionales de la oenegé Relief International. Los daños a estructuras básicas son habituales en esta guerra civil. Solo funcionan el 38 % de los hospitales de los siete estados de Sudán que monitorea la OMS. Denuncia también 156 ataques contra infraestructuras sanitarias. Santos, que ha trabajado en la recientemente atacada Zamzam y en otras localizaciones masificadas de refugiados, no quiere recoger elogios. Prefiere que sean para los sanitarios sudaneses. Como Awadiya, una matrona que trabajó a destajo en un centro de salud de Jartum, en medio de los ataques. «Ella y muchos otros decidieron no irse para poder seguir atendiendo, aunque sea en esas condiciones. Cuando ya la situación era insostenible, tuvo que cruzar el puente del Nilo mientras había bombardeos, personas fallecidas y coches incendiados».

El conflicto no solo provoca hambre. La falta de suministros y vacunas provoca epidemias como la del sarampión o el cólera. «Llevamos dos años sin poder vacunar a muchos niños por lo que muchos están en una situación de alta vulnerabilidad», remarca la coordinadora de MSF, que critica un «bloqueo deliberado» promovido por los dos bandos. Tampoco ayuda la escasa atención mediática que recibe la guerra civil de la comunidad internacional.