Noboa, reelegido presidente de Ecuador tras infligir una dura derrota el correísmo

Héctor Estepa
Héctor Estepa QUITO / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

Gianna Benalcazar | EFE

La candidata de la izquierda Luisa González denuncia fraude electoral

14 abr 2025 . Actualizado a las 22:05 h.

Daniel Noboa reeditará su presidencia en Ecuador tras arrasar en las urnas. Ningún comentarista político podía ocultar su mayúscula sorpresa conforme avanzaba el escrutinio. Todas las encuestas arrojaban un resultado muy ajustado, después de que en la primera vuelta la distancia entre los dos candidatos fuera de solo 16.000 votos.

Ese era el pronóstico también de los analistas, pero la realidad fue otra: el joven mandatario, de 37 años, se impuso por once puntos y más de un millón de votos sobre su rival, la izquierdista Luisa González, abanderada del expresidente Rafael Correa (2007-2017), que se negó a reconocer los resultados y denuncio fraude.

«Me parece penoso que no acepten la derrota», señaló Noboa en su discurso de celebración, calificando la jornada como «histórica», después de haber infligido al correísmo su mayor derrota en dos décadas.

El joven presidente se impuso a pesar de una gestión cuestionada en la calle, con el país en recesión y una brutal crisis de seguridad desde el 2023, con la violencia repuntado con fuerza en los últimos meses, a pesar de la guerra declarada por Noboa contra las bandas adscritas a los carteles internacionales de la droga que generan zozobra en las calles y la militarización del país.

No se entiende su victoria sin la ya tradicional polarización entre los correístas, quienes siguen teniendo un 35 % de fieles y logran grandes resultados en las primeras vueltas de las elecciones, y los anticorreístas, que han logrado bloquear a los primeros en los tres últimos procesos electorales, con el exmandatario Rafael Correa como principal foco de división en el país.

Esta vez no fue diferente, y el anticorreísmo se alimentó por factores similares. «Se filtraron posibles intentos del correísmo por apropiarse de instituciones del Estado. A esto se le suma su ambigüedad permanente respecto al régimen venezolano, la propuesta de crear «brigadas de paz» financiadas con recursos públicos y el tono de confrontación de algunos de sus portavoces, que se tradujo en la activación del voto facultativo, especialmente de adultos mayores», comenta el analista ecuatoriano Christian Bravo. Tampoco ayudó a la campaña de González que se hablase de ecuadólares, un modelo que supone cuestionar la muy popular dolarización de la economía del país hace más de dos décadas.

La candidata correísta logró prácticamente los mismos votos que en la primera vuelta y por eso asegura que ha sido objeto del «más grotesco fraude electoral», denunciando que «Ecuador está viviendo una dictadura».

Su partido va a pedir la apertura de urnas y el recuento de votos, proceso que no es inédito, porque ya se produjo en las ajustadas elecciones del 2017, al menos de forma parcial, sin cambiar entonces el resultado de los comicios.

«A no ser de que haya habido un cataclismo, es imposible disminuir votos, como ha pasado en Guayas y otras provincias. Pregunten a cualquier experto en la materia. Nos gobiernan delincuentes», señaló en redes sociales Correa, desde Bélgica, donde se exilio después de haber sido condenado a ocho años de prisión en un caso de corrupción, que él considera lawfare y persecución política.

«Con más de un millón de votos de diferencia, las acusaciones de fraude resultan infundadas y carentes de sustento técnico. González y su líder han optado por una narrativa que pone en entredicho la institucionalidad sin evidencias concretas. Esta postura, lejos de sumar, reafirma la decisión de quienes votaron por la opción contraria», cree el analista Bravo, alertando sobre una posible desestabilización política.

El correísmo, eso sí, continuará teniendo importantes cuotas de poder. Es el principal partido en la Asamblea Nacional, con un parlamentario más que el oficialismo. Ambas fuerzas políticas deberán convencer a los 16 diputados independientes y de otras formaciones para lograr aprobar leyes y una gobernabilidad que ha sido esquiva a los gobernantes desde hace más de un lustro.