¿Qué es el SIBO y por qué todo el mundo habla de él? Causas, síntomas y diagnóstico

Macarena Poblete / U.R. LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Anita Williams en Supervivientes 2025. (Mediaset)
Anita Williams en Supervivientes 2025. (Mediaset)

El caso de Anita Williams en la última edición del programa Supervivientes pone el foco en este trastorno que afecta a la microbiota intestinal

18 jun 2025 . Actualizado a las 16:49 h.

El SIBO, un sobrecrecimiento bacteriano que afecta a la microbiota intestinal, ha vuelto a acaparar todo el protagonismo debido al caso de Anita Williams, finalista de Supervivientes 2025. Durante el programa en directo, el presentador Carlos Sobera explicó que la distensión abdominal de Anita se debe al consumo excesivo de bebidas isotónicas y de azúcar. Además, el equipo médico detectó un posible SIBO que está siendo evaluado. Sorprendía el aumento de peso de la concursante, poco habitual en este tipo de realities.

 ¿Qué es el SIBO? 

SIBO es el acrónimo para referirse al sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (small intestine bacterial overgrowth, en inglés) y se trata de un estado alterado de la microbiota desencadenado por un aumento anormal de bacterias en el intestino delgado.

Asun González, coautora del libro Qué como con SIBO (Alienta Editorial, 2025) y asesora nutricional especializada en salud digestiva, explica que «cuando hay problemas de motilidad, de conexión del intestino delgado con el grueso, problemas de estómago, y estos microorganismos crecen en exceso, generan más gases de los que deberían porque se alimentan de la fibra que les damos de comer». 

 ¿Qué tipos de SIBO existen?

Mónica Pérez, bióloga y experta en microbiota, asegura que existen cuatro tipos, entre ellos están: el SIBO caracterizado por bacterias productoras de hidrógeno, otro dominado por arqueas que generan metano —asociado a un fuerte estreñimiento por ralentizar la digestión—, un tercer tipo definido por el sobrecrecimiento de hongos como la cándida, que provoca intensos antojos de azúcar y una curiosa «niebla mental» o fatiga al producir pequeñas cantidades de alcohol, y, finalmente, el SIBO de sulfuro de hidrógeno se distingue por gases con un olor particularmente desagradable, similar al huevo podrido.

 ¿Es el SIBO una enfermedad? 

No, se trata de un trastorno o un estado alterado de la microbiota. Además de que el pronóstico vital no está comprometido.

 ¿Por qué es un problema tener muchas bacterias en el intestino delgado?

Según explica Vicente Garrigues, médico digestivo del Hospital Universitario Politécnico La Fe de Valencia y experto en motilidad y trastornos funcionales digestivos, las bacterias del sistema digestivo «se alimentan de lo que comemos» y, al fermentar determinados nutrientes, generan sustancias que pueden provocar molestias. Una dieta rica en fibra, aunque saludable en general, puede resultar problemática para estos pacientes, ya que sus bacterias intestinales «aprovechan mucho los residuos de la fibra», lo que incrementa la producción de gases como el hidrógeno y el metano. Estos gases, junto con otras sustancias derivadas del metabolismo bacteriano, son responsables de síntomas molestos para quien lo sufre. 

 ¿Cuáles son los síntomas más comunes?

Algunos de los síntomas digestivos que experimentan las personas con esta condición, son el dolor abdominal, la diarrea, el meteorismo, la distensión y la hinchazón. 

Sobre este último, Pérez explica que «muchas veces nos sentimos hinchados y con gases porque la fermentación se produce antes; los gases tienen que recorrer todo el intestino delgado, cuando lo habitual es que se formen en el grueso y ya se puedan expulsar».

 ¿Qué lo causa?

Puede estar originado por diversas causas, muchas de ellas de carácter orgánico o anatómico. Según Pilar Nos, jefa del Servicio de Medicina Digestiva del Hospital Universitario Politécnico La Fe de Valencia, «patologías como la enfermedad de Crohn o la diverticulosis (…) pueden provocar SIBO», al igual que otras condiciones como la esclerodermia o las resecciones intestinales. Otro de los factores que influyen en este estado es el estrés o la dieta. 

 ¿Pueden confundirse estos síntomas con otras condiciones? 

El diagnóstico del SIBO puede resultar complejo debido a la inespecificidad de sus síntomas, que se sobreponen con los de otras patologías digestivas, como el síndrome del intestino irritable, la celiaquía no diagnosticada u otras afecciones gastrointestinales.

Pérez subraya la importancia de aplicar criterios clínicos para evitar pruebas innecesarias, ya que «a los pacientes con enfermedad de Crohn y resecciones intestinales, es muy raro que les pida prueba de SIBO porque, empíricamente, sé que va a ser positiva si me está describiendo síntomas». Añade que el uso de antibióticos o productos dietéticos debe ser regulado para evitar tratamientos excesivos.

 ¿Cómo se diagnostica?

A diferencia de otros trastornos digestivos no objetivables como el síndrome del intestino irritable, el SIBO cuenta con pruebas diagnósticas específicas. Sin embargo, estas herramientas no están exentas de limitaciones. Los profesionales advierten que tanto los falsos positivos como los falsos negativos son frecuentes, y que un diagnóstico positivo no siempre aporta claridad clínica. «El paciente cree que por tomar unos antibióticos se le va a ir el SIBO, pero resulta que esa no es la causa de los síntomas, sino que son de origen multifactorial», señala el médico Garrigues. Según explica, los factores de la dieta o el estrés también pueden estar detrás de las molestias, lo que contribuye a una percepción errónea del tratamiento y aumenta la confusión diagnóstica.

 ¿Cuál es el tratamiento principal? 

Para manejar síntomas del SIBO se suele aplicar un tratamiento farmacológico en tandas de antibióticos no absorbibles, diseñados para actuar de forma localizada en el intestino sin afectar al resto del organismo, es decir, que no actúan a nivel sistémico. No obstante, su uso plantea diversos inconvenientes. Por un lado, estos fármacos alteran la microbiota intestinal en su conjunto, compuesta no solo por bacterias, sino también por virus y hongos. Además, la recurrencia de los síntomas tras el tratamiento es frecuente, lo que limita su efectividad a largo plazo. En algunos casos, tratar con antibióticos puede no abordar el origen real del problema, ya que el sobrecrecimiento bacteriano puede ser consecuencia, y no causa, de una alteración anatómica previa. 

Según advierte Garrigues, recibir una prueba confirmatoria lleva a muchos a etiquetar su malestar y a asumir que han encontrado la causa definitiva. «Ya tiene algo, una prueba con la que explicar lo que le pasa, entonces la magnifica», señala el experto. Esta interpretación puede llevar a expectativas poco realistas respecto al tratamiento, como creer que bastará con antibióticos para resolver el problema.

 ¿Qué papel juega la dieta en el manejo del SIBO?

La dieta desempeña un papel relevante en el manejo de los síntomas de este estado, aunque no constituye una solución definitiva. Una de las estrategias más utilizadas es la dieta baja en FODMAP, un tipo de pauta que restringe carbohidratos fermentables como oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles. «¿Quiere decir que todos los carbohidratos son FODMAP? No, porque el azúcar de mesa, que sabemos que no es muy buena idea, no es un FODMAP porque el ser humano lo digiere todo, según entra el intestino lo absorbe todo y no queda nada para las bacterias», explica la asesora nutricional.

También aclara que solo aquellos carbohidratos que las bacterias fermentan —como la lactosa, ciertos tipos de fibra o los polioles— pueden generar síntomas si no hay un buen equilibrio en la microbiota. Sin embargo, estas dietas deben aplicarse con cautela: «deben ser temporales y supervisadas por un profesional», subraya, ya que insiste en la necesidad de personalizarlas, valorar posibles déficits nutricionales y tratar al paciente de forma integral. Aunque pueden aliviar síntomas como la producción excesiva de gases, no eliminan la causa del trastorno.