Israel emerge de la guerra con Irán como la potencia hegemónica de Oriente Medio
INTERNACIONAL

Tel Aviv busca el reconocimiento de Riad, de momento lejano por las masacres en Gaza
28 jun 2025 . Actualizado a las 22:25 h.Circula un meme en las redes sociales de Oriente Medio en el que se puede ver un cuadro que reza: «Cuartos de final: Israel vs. Hezbolá. Semifinal: Israel vs. Irán. Final: Israel vs. Turquía». Y es que a nadie se le escapa que, más allá del conflicto entorno al programa nuclear iraní, lo que ha estado en disputa en los diversos conflictos de los últimos meses es la hegemonía política y militar de la región, lo que Benjamin Netanyahu llama pomposamente «el nuevo orden de Oriente Medio». El primer ministro israelí puede sacar pecho porque Israel, gracias a su íntima alianza con EE.UU., emerge de las últimas guerras como la gran potencia militar de la región.
Si bien el Estado judío ha ganado la mayoría de las guerras en las que ha participado en sus 77 años de historia, nunca antes había logrado un hegemonía militar como la actual. Antes de la reciente guerra contra Irán, Israel había dejado a Hamás luchando por su mera supervivencia en Gaza, a Hezbolá diezmada y sin capacidad de responder a sus bombardeos casi diarios en el sur del Líbano, y gozaba de plena libertad de acción en Siria. Desde la caída del dictador sirio Bachar al Asad, Israel ha ampliado el territorio que ocupa del Golán sirio, y realizado más de 700 bombardeos sobre presuntos objetivos militares, uno de ellos, a escasos centenares de metros del palacio presidencial de Damasco.
Tras la última ronda de combates, al control absoluto de los cielos del Líbano y Siria añadió los de su más viejo y odiado rival: la República Islámica de Irán. En octubre, en un intercambio de bombardeos con Teherán, la aviación israelí ya destruyó buena parte de las defensas antiaéreas iraníes, y el 13 de junio, completó la faena. Desde entonces, y durante los doce días siguientes, los aviones israelíes se han paseado y bombardeado por los cielos de Irán impunemente. Toda una humillación para los ayatolás, a la que cabe sumar los ataques selectivos contra más de una decena de líderes militares, incluido el Jefe del Estado Mayor, y de catorce científicos nucleares. La infiltración del Mossad en la administración iraní ha llegado hasta la sala de máquinas.
Esta ansiada hegemonía militar en Oriente Medio, a la que no habría llegado sin el apoyo incondicional del «primo de Zumosol» de Washington, es fruto de un largo camino. Después de haber derrotado a los grandes países árabes que podían haber amenazado su existencia —Egipto, Siria e Irak—, y ahora la república islámica, no hay ningún país o milicia de la región que sueñe con hacer hincar la rodilla a Israel. Ahora bien, otra cosa es que esta victoria militar se traduzca en una victoria política.
Entre La Meca y Ankara
Y no habría triunfo político más preciada por Netanyahu que la normalización entre Israel y Arabia Saudí, un país con una posición clave en la región tanto a nivel económico, por sus reservas de petróleo, como simbólico, por ser el guardián de las ciudades santas de la Meca y Medina. Netanyahu cree que si Riad se sumara a los países que ya han reconocido Israel, como Jordania, Egipto o Emiratos Árabes, el resto de países árabes seguirían sus pasos, los palestinos entenderían que están solos y se rendirían.
Pero estos cálculos son, de momento, una especie de cuento de la lechera. Para empezar, a las petromonarquías del Golfo no les ha agradado nada la guerra que lanzó Israel contra Irán y que puso en peligro sus intereses vitales. De hecho, la tregua actual no implica el final del conflicto, y no se ha resuelto aún el nudo gordiano del asunto: qué hacer con el programa nuclear iraní. Entre el genocidio de Gaza y la guerra en Irán, Riad percibe a Netanyahu como un líder temerario, alguien que no es de fiar, por lo que una alianza que humille a los palestinos no está ahora en la agenda del príncipe heredero, Mohammed Bin Salman.
La brutalidad israelí puede otorgar victorias militares, pero no seduce a una región que continúa siendo ampliamente hostil al Estado hebreo. Por eso, una Turquía en ascenso y con sueños neootomanos podría tomar el relevo de Irán y aspirar a rivalizar con Israel. A la hostilidad ideológica del «sultán islamista» de Erdogan con Israel, se añade un choque de intereses en Siria, gobernada por Ahmed al Sharaa, un antiguo miliciano islamista cercano a Ankara. Un nuevo orden está naciendo en Oriente Medio, sí, pero no está claro que sea el que anhela Netanyahu.